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Los refugiados dejan su tierra a culatazos y sin saber cuál será su destino

La historia es a veces una máquina ciega que hace trizas de los seres humanos y las arroja al viento. Varios miles de personas fueron extraídas ayer de los atroces barrancos de Macedonia, a culatazos en algunos casos, y embarcadas en aviones cuyo destino ni siquiera conocían. Los refugiados de Kosovo podían ser enviados a Turquía, Noruega o Alemania: en los primeros vuelos, todo dependía del azar. No querían irse, pero daba igual. El drama albanés comienza a esparcirse por el mundo. Las puertas del infierno quedaron abiertas en Blace. El barranco en el que 50.000 personas se han hacinado durante días empezó a vomitar en la madrugada personas que esperaban turno para subir al autobús.

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