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De Portugalete a Rumania

Ganar el campeonato de judo de Rumania empadronado en Portugalete tiene su mérito. Si además uno tiene padre japonés y madre riojana, el asunto empieza a tomar tintes ciertamente curiosos. Es el caso de los hermanos Uematsu, posiblemente unos de los mejores judokas europeos, lo que les llevó a ser fichados por el equipo Liberty de Oradea, localidad rumana cercana a la frontera con Hungría. Apenas un mes después de ganar el título rumano por equipos, a sus 22 años, Kenji acaba de lograr hace escasos días su cuarto campeonato absoluto de España en la categoría de menos de 60 kilos. Kiyoshi, el hermano pequeño, ha cosechado su segundo título absoluto. En su caso, con más dificultades pues poco antes de competir sufrió un corte de digestión que a punto estuvo de alejarle del tatami de Alcalá de Henares. Al fin y al cabo esto sucedía a apenas 400 kilómetros de su domicilio. Un asunto menor para estos jóvenes deportistas habituados a permanecer largas temporadas en el extranjero. "Pasamos entre cinco y seis meses al año fuera de casa. En ocasiones viajamos para competir, pero hay otras en que vamos únicamente a entrenar. Por ejemplo, el año pasado estuvimos en Japón durante dos meses", recuerda Kiyoshi. Precisamente durante la pasada temporada se concretó su fichaje por el conjunto de Oradea (Rumanía) para tomar parte en la recien creada liga europea de judo. En ella, los Uematsu, junto al resto del equipo, alcanzaron los cuartos de final, donde fueron eliminados por los franceses del Paris Sant Germain. "La oferta nos llegó a través de la Federación Española de Judo", confirma Kenji, quien reconoce que los responsables del equipo rumano se habían fijado en ellos gracias al buen papel realizado por los judokas vizcaínos en las competiciones internacionales. El próximo mes de marzo comenzará de nuevo la liga europea y con ella la curiosa peripecia en que se ven inmersos. Su equipo lo componen judokas de cinco nacionalidades diferentes. "Además de nosotros, hay un moldavo,un georgiano, un ucraniano, un hungaro y un rumano", resume Kiyoshi mientras sonríe al pensar en las dificultades de comunicación. "Nosotros hablamos inglés y el entrenador también, pero el resto es una locura. A veces resulta divertido ver cómo hacemos para entendernos por signos". El problema de la comunicación es tan sÓlo una anécdota en la relación de los Uematsu con su equipo. El verdadero problema suele ser la cantidad de viajes que tienen que realizar. La exigencia competitiva lleva aparejada otra a nivel personal. Los continuos viajes les impiden hacer la vida usual de un joven de su edad y convierte en casi tarea imposible sus estudios. "Yo no hago más que repetir curso aunque no llego ni a suspender pues ni siquiera puedo presentarme a los exámenes al estar siempre fuera", explica Kiyoshi. Al menos tiene bien claro que su ambiente es el judo: "Ahí se encuentran todos mis amigos y buena parte de mi futuro".

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