Tribuna:

Una infancia trascendental

Nadie duda de que don Santiago Ramón y Cajal ha sido uno de los científicos más importantes de la historia de la ciencia. La trascendencia y profundidad de sus descubrimientos han alcanzado la cualidad más deseable para un investigador científico: la perdurabilidad.Para llegar a tan admirable meta, además de acumular una ingente obra científica y haber tenido la genialidad de demostrar que la neurona es una unidad funcional independiente, Cajal tuvo que superar enormes dificultades que ya se plantearon en su niñez y, más intensamente, en su adolescencia.

Revisando sus notas autobiográfi...

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Nadie duda de que don Santiago Ramón y Cajal ha sido uno de los científicos más importantes de la historia de la ciencia. La trascendencia y profundidad de sus descubrimientos han alcanzado la cualidad más deseable para un investigador científico: la perdurabilidad.Para llegar a tan admirable meta, además de acumular una ingente obra científica y haber tenido la genialidad de demostrar que la neurona es una unidad funcional independiente, Cajal tuvo que superar enormes dificultades que ya se plantearon en su niñez y, más intensamente, en su adolescencia.

Revisando sus notas autobiográficas es posible deducir que, ya en su infancia, con mucha frecuencia se manifestaban en él la colosal energía, inteligencia, capacidad de trabajo, tenacidad y, sobre todo, imaginación que le permitieron, utilizando el microscopio en su época de investigador, describir, con anticipada visión y claridad interpretativa, las estructuras del sistema nervioso de todas las especies animales, incluyendo el ser humano. Aunque ya habían sido observadas como simples formas por muchos científicos y durante muchos años, nunca habían sido interpretadas y comprendidas en su verdadera dimensión.

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En los recuerdos de su infancia Cajal narra no sólo los lugares donde creció, sino también la profunda y fructífera transformación de su personalidad. En esta difícil etapa formativa de su vida fueron tres las intensas fuerzas que entraron en colisión: la firmeza de su padre para dirigir su formación hacia la carrera de Medicina, los inflexibles sistemas de enseñanza de la época y su vocacional y firme deseo de ser artista. En Cajal se dio la paradoja de alcanzar la victoria final en el campo de la creación científica, a pesar de haber perdido todas las batallas que se habían planteado en su juventud. Es interesante constatar que su claudicación ante la insistente autoridad de su padre fue el factor principal que le permitió alcanzar el mayor de los éxitos. Es muy fácil deducir que su futuro habría sido diametralmente distinto si hubiera sido él el vencedor.

Los numerosos y fundamentales descubrimientos de Cajal permiten otorgarle la paternidad de los conocimientos fundamentales de la estructura del sistema nervioso. Considerando su natural inteligencia, su tenacidad y su infatigable imaginación, no es difícil suponer que Cajal podría haber triunfado en cualquier actividad artística o empeño profesional. Una vez terminada la carrera de Medicina también habría sido lógico deducir que se dedicaría a la práctica de la medicina familiar en un ambiente rural, como había hecho su padre. Pero fue en esta época cuando tuvo su primer encuentro con el microscopio, lo que significó un cambio radical en el rumbo de su vida. Sin duda, el microscopio, utilizado como herramienta, permitió a don Santiago abrir la mágica puerta por la que su ávida mente entró en su propia mente para, en primer lugar, admirar y, después, descubrir e interpretar las maravillosas y complejas estructuras del más perfecto sistema del universo hacia el que la vida ha evolucionado: el cerebro humano.

Alberto Portera Sánchez es catedrático de Neurología de la Universidad Complutense de Madrid.

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