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El Juli se doctora en Francia

El joven madrileño cierra su triunfal carrera de novillero para tomar la alternativa en Nimes

A los 4 o 5 años ya daba capotazos en el campo. Con 9 ingresó en la Escuela de Tauromaquia de Madrid. Cumplió 10 y mató su primer becerro. Desde entonces, ha toreado cerca de 300 corridas y ha revolucionado el mundo de los toros, generando unos niveles de expectación inusitados.Los que le vieron torear de muy niño dicen que ya se le intuían grandes condiciones, esa difícil facilidad que permite a los privilegiados ver el toreo con más claridad y rapidez que al resto. Así que nadie se extrañó cuando, el día de su primera comunión, ese en que los demás niños dicen "quiero ser futbolista", Julián López Escobar dijo que sería matador de toros. "Pero de los buenos".

El Juli se hizo torero en homenaje a su padre, Julián López, un novillero anónimo que había pasado a la reserva forzosa sin tocar más gloria que la cornada que le quitó la visión del ojo derecho. "Ese día de la comunión se puso muy serio y me dijo: "Voy a ser figura", recuerda con orgullo el cabeza de famila. "Y añadió que se pondría mi nombre para llevarlo por el mundo".

Sólo han pasado cuatro años (tal vez tres), y el mundo del toro sabe ya muy bien quién es ese meteoro llamado El Juli. Hoy, José Tomás, Ponce y Joselito verán moverse las cumbres del escalafón. El novillero de más empuje de las últimas décadas toma esta tarde la alternativa en Nimes (Francia), con su ídolo José María Manzanares de padrino, Ortega Cano de testigo y toros de Daniel Ruiz. Aunque se declara "forofo a muerte del Atleti de Madrid", El Juli vestirá de blanco y oro, "como mandan los cánones".

Su afición, su humildad, su sentido de la dignidad profesional y su forma entregada de encarar cada salida al ruedo recuerdan a muchos aficionados otras épocas, aquellos tiempos del más cornás da el hambre en los que lo primero era la vergüenza torera. Y tal vez por eso todavía resuenan los ecos del jaleo que formó el domingo pasado, en su presentación en Las Ventas. La plaza llena y El Juli por la puerta grande después de cortar dos orejas a un novillo de Alcurrucén.

Pero, al fin y al cabo, eso es lo habitual. Más sorprendente fue la imagen que dejó: de torero bravo, seguro, valiente y artístico. "La verdad es que estoy más satisfecho hoy que el domingo", decía ayer desde el coche que lo llevaba a Francia. "He visto los vídeos y todavía no entiendo cómo pude torear algo con ese airazo que hacía".

En medio del vendaval, El Juli mató a sus seis novillos de seis estocadas -una en la cabal y desusada suerte de recibir-, sufrió media docena de volteretas de escalofrío y desplegó un repertorio de quites variadísimo, que dejó sin jerga a la plaza más ilustrada del mundo. "Conozco unos 35 quites distintos, entre lances, recortes y galleos", explica. "La mayoría los aprendí en México, otros en la Escuela de Madrid y dos los he inventado yo". Los hizo la otra tarde. Uno es la lopesina (por papá), y el otro la escobina (por mamá: Manuela Escobar).

Y es que El Juli constituye un caso extraordinario en la historia de la fiesta: muy pocos novilleros han llegado a Madrid rodeados de un clima favorable semejante. Y menos aún con esa preparación, tan intensamente dirigida por sus padres y su apoderado (Victoriano Valencia) que casi recuerda a la de los tenistas prodigio: 150 corridas sin picadores, 55 novilladas en España y 90 en América desde la comunión.

El salto a la fama fue México. La familia López Escobar (su madre, que desciende de empresarios taurinos, siempre va a la plaza) emigró hace dos años en busca de contratos y de leyes laborales menos rígidas con los menores que las europeas.

Madrileño del barrio de San Blas, El Juli nació, según su padre, el 3 de octubre de 1981. Todo indica que fue al menos un año después. "Nos fuimos a México porque somos muy respetuosos con las autoridades", señala el padre con cierta retranca, resistiéndose a aclarar el lío de la edad. "El único lío es el que forma él delante de los toros".

En América, El Juli tuvo un profesor particular y seguía estudiando, pero ahora lo ha dejado. En 3º de ESO. Guapo y rubicundo, listo y rápido, no parece afectado por el alud de fama que se le viene encima (portada de la revista París Match incluida). Cuenta que le gusta la informática, el cine, el campo y los idiomas, y que sólo lleva mal lo de las chicas. "Está la cosa jodida".

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