España espera una excelente cosecha

El pequeño imperio español en el fondo, mediofondo y marcha ha generado grandes expectativas para los Campeonatos de Europa de Atletismo que comienzan mañana en Budapest. Cuatro años atrás, en Helsinki, España obtuvo nueve medallas, una cifra que casi pareció excesiva para un país que sufre lo indecible para mantenerse en la Primera División de la Copa de Europa. Esta temporada ha descendido a la Segunda. Sufre sus eternas carencias en las pruebas de velocidad, lanzamientos y vallas. Sin embargo, los problemas de desequilibrio del atletismo español se aprecían en competiciones como los Campeonatos de Europa, donde la densidad de nuestro fondo es incuestionable. En algunas pruebas, como 1.500 metros, 5.000 y maratón, hay posibilidades de conquistar tres medallas en cada modalidad. Con este panorama, el optimismo se ha disparado y en círculos cercanos a la Federación Española se considera factible sobrepasar las nueve medallas de Helsinki. Por tradición, España ha sido un país de fondistas. Lo que empezó de forma espontánea con Mariano Haro se ha convertido en un florecimiento extraordinario. En la división de poderes del atletismo mundial, España es un islote por detrás de África, cuya hegemonía en el fondo es absoluta. Los europeos han decidido retirarse de cualquier competencia frente a los kenianos y los atletas magrebíes. Pero los españoles han persistido. El aprovechamiento del efecto Abascal-González ha sido evidente, en contra de lo que ha ocurrido en el Reino Unido, donde no ha habido sucesión para Coe, Ovett, Cram y Elliott.

A la cabeza de todos figura Fermín Cacho, el mejor atleta español de la historia. Su fiabilidad ha sido máxima durante esta década. Aunque su prestigio le convierte en favorito de la carrera de 1.500 metros, Cacho acude a Budapest con dudas. Afectado por las lesiones, con pocas competiciones a la espalda y más pendiente de los Mundiales de Sevilla 99 que de los Europeos. Pero Cacho no se discute. A su lado, Reyes Estévez confirma día a día sus formidables condiciones. Acaba de cumplir 22 años y es el primero entre los especialistas europeos con 3.30.87. Estévez parece una garantía porque funciona a cualquier ritmo, como se observó en los Campeonatos de España, donde su último 200 fue demoledor. Andrés Díaz, recién llegado al 1.500, también se ha colocado entre los cinco mejores de Europa, aunque su desconocimiento de la distancia le impide actuar con convicción.

Todo lo dicho sobre la prueba de 1.500 se puede trasladar al 5.000 e incluso al 10.000, un territorio desprotegido en Europa. Sólo el alemán Dieter Baumann y el portugués Antonio Pinto parecen en condiciones de comprometer a los españoles, si se sigue el guión de la temporada.

El trasvase de Isaac Viciosa al 5.000 es interesante. Aunque novato en esta prueba, Viciosa dispone de dos cartas favorables: está en forma (ha corrido los 1.500 metros en menos de 3.31 minutos) y es casi seguro que la final de 5.000 sea tan táctica que beneficie a los atletas con buena velocidad en los últimos 1.000 metros. Esta consideración también vale para Manuel Pancorbo, otro exiliado del 1.500, e incluso para Alberto García, el especialista más puro en la distancia.

La ausencia de Fabián Roncero rebaja un tanto el entusiasmo en 10.000 metros, pero Bruno Toledo puede convertirse en una alternativa muy interesante, lo mismo que Molina, si se adapta a las exigencias de una prueba que todavía no domina.

El maratón ha sido patrimonio español con africanos o sin ellos. Por calidad y cantidad. No participarán ni Abel Antón (campeón mundial), ni Fiz (subcampeón), ni Roncero, pero el nivel es superlativo. El equipo español, con José Manuel García y Alejandro Gómez, parece en condiciones de reeditar el éxito de Helsinki 94, donde se consiguieron las tres medallas.