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FÚTBOL 37ª JORNADA DE LIGA

La Real, en Europa a trompicones

El juego espeso de los de Krauss impidió su victoria ante el Tenerife

Mikel Ormazabal

La Real quiebra en Anoeta pero logra asegurarse al menos la participación en la UEFA. Malos tiempos para el santuario donostiarra, con demasiadas inclinaciones a la inhibición en los momentos decisivos. No así el Tenerife, que administró el partido a su antojo y estuvo a punto de llevarse la victoria a su capazo. Lástima de conformismo y docilidad, porque el conjunto tinerfeño se empeñó en exceso en manosear el balón sin rentabilizar su superioridad.Estaba la fiesta preparada en San Sebastián para celebrar el asalto europeo y mirar de reojo a la Liga de Campeones, pero se dejó al descuido la visita de un adversario muy instruido y experimentado. El resto de marcadores hizo el trabajo que la Real no fue capaz de desarrollar en el campo. El Tenerife pudo convertir la tarde en un banquete si hubiera ahorrado su obsesión por las pérdidas de tiempo.

Real Sociedad: Alberto; Fuentes, Loren, Pikabea, Aranzabal; Gómez, Mild (De Pedro, m

45), Kühbauer (De Paula, m. 55), Mutiu, Cvitanovic (Aldeondo, m. 59) y Kovacevic.Tenerife: Unzué; Vierklau, Mata, Llorente, Slovac; Dani, Jokanovic, Emerson, Felipe (Andre Luiz, m. 90); Domingos (Vivar Dorado, m. 85) y Pinilla (Juanele, m. 62). Goles: 1-0. M. 44. Dani centra desde la derecha y Emerson empalma de forma inapelable desde el borde del área pequeña. 1-1. M. 66. De Pedro, de penalti. Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Fuentes, Kovacevic, Mild, Mutiu, Llorente, Felipe y Dani. Expulsó a Vierklau (m. 65). 29.131 espectadores en el estadio de Anoeta.

Cuando se produce una incapacidad manifiesta para trenzar tres pases seguidos, la fragilidad de la Real es supina. Y si además Jokanovic y Emerson construyen su casa sin mirar la del vecino, con parsimonia y mucho aplomo, el resultado está a la vista: la Real dobla las rodillas y claudica en la batalla. Tan suave y algodonoso era el juego de los visitantes como áspero y espeso el de los locales. Felipe se encargó de dinamitar los espacios libres, aprovechando la blandura de Mild, que ya no engaña a nadie. Los rivales saben que un simple soplido en el oído es suficiente para que pierda el balón. Otro tanto le ocurre a Kühbauer, cuya reconocida nulidad defensiva se completa con un periodo de pérdida de identidad atacante.

Con un centro del campo volátil, la Real se encomendó a la habilidad de De Pedro y la velocidad de Aldeondo y De Paula. El empate llegó así, fruto de un eslalon suicida de De Paula que Vierklau se encargó de desbaratar cometiendo penalti.

Con el empate y un jugador menos en el campo, el Tenerife se creció. Aprovechó para hacer lo que mejor sabe. Tocar, abrir a los espacios hasta desquiciar a su oponente. Los donostiarras flojearon en la parcela central, lo que originó un caos atacante. De Paula se esfumó demasiado pronto, Aldeondo no encontró un pase largo en condiciones y Kovacevic estaba en otra esfera.

El cuadro tinerfeño estuvo diestro con el balón, aunque se extralimitó en esta tarea y renunció a la portería. Esperó a que la Real arrastrara su figura sobre el césped para sentenciar. Domingos tuvo la ocasión para hacerle un estropicio a la Real cuando estaba jugando con 10 futbolistas, pero Alberto convirtió la jugada en un susto.

Semejante panorama sólo podía traer recompensas para los donostiarras como consecuencia de un enredo. Estaban muy interesados los de Krauss en enmarañar el juego para encontrar en medio del lío algún premio inmerecido, pero ayer estaban reñidos con el orden y el talento. Un par de arrancadas de Aranzabal y De Pedro, como dos gotas en medio del océano, despertaron la esperanza de un público ávido pero resignado frente a la incapacidad de los suyos.

El partido se le iba a la Real por todos los costados mientras el Tenerife permanecía insensible. Jugó al mismo ritmo cuando ganaba y cuando se igualó el marcador. Especuló una pizca con el resultado y se preocupó por lo demás en reducir al máximo el tiempo real de juego. Fueron alarmantes los minutos malgastados durante la segunda parte.

La presión y la carga de responsabilidad atenazaron a los blanquiazules, que están pervirtiendo el buen fario que ha tenido Anoeta esta temporada hasta el tramo final. La de ayer era una ocasión inmejorable para situarse en el segundo lugar en una Liga que han complicado inexplicablemente.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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