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BALONCESTO LIGA A. C. B.

Estudiantes gana por tableros

Los 23 rebotes en ataque de los colegiales sepultaron al Madrid

La palabra clave es el rebote, fin de unas ilusiones y comienzo de otras. En su dominio radican explicaciones de muchas victorias y otros tantos fracasos. Los tableros y sus alrededores constituyen la zona neurálgica de toda la logística baloncestista, el corazón donde cualquier problema serio pone en riesgo la salud del paciente. La construcción de un buen equipo debe tener como necesarios cimientos una solidez reboteadora que dé confianza al conjunto.En la captura de un rebote intervienen diversos factores que no siempre tienen que ver con centímetros de altura o potencia de salto. Tambien es cuestión de intuición y por supuesto, deseo. En estos últimos aspectos fue donde el Madrid cavó su tumba, pues resulta difícil explicar de otra manera una superioridad estudiantil que en determinados momentos fue tan apabullante que provocaba sonrojo en las huestes madridistas. Deseo fue el que puso Jiménez, un jugador completísimo al que sólo le falta un poco mas de desparpajo ofensivo para convertirse en una figura. Deseo, en ocasiones excesivo, el que mostró Whisby, pesadilla blanca al que sólo su precipitación en algunas acciones le privó de convertirse en el hombre del partido. Deseo, en fin, el que mostró todo el Estudiantes que de esta forma pudo superar una estadística letal: en los últimos dos minutos y medio falló ocho tiros libres consecutivos con el marcador igualado. Si no perdió el partido fue porque a cada error en la línea respondía con una fiereza en el rebote ofensivo que le volvía a otorgar la pelota. Al final fueron 23 rechaces capturados en la canasta del Madrid, 23 mazazos en la línea de flotación madridista.

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El partido no defraudó. Independiente de la situación puntual de ambos equipos, todo enfrentamiento entre Madrid y Estudiantes trae consigo rivalidad, orgullos heridos, cuentas pendientes y ambiente sobrecargado. El Estudiantes fue el primero que lo tuvo presente.

Sus 15 minutos de presentación mostraron a un conjunto bien armado, con una repartición del trabajo coherente y un loable espíritu colectivo. Todos tenían su tarea y a ella se aplicaron. Maniataron a Herreros y dejaron huérfano al Madrid de su mejor y -exceptuando Angulo- único tirador de distancia. Cerraron su canasta a cal y canto y convirtieron a Mijhailov en el peor de sus múltiples versiones.

A Bodiroga le negaron el mejor de sus recursos, la entrada a canasta. Cargaron el rebote ofensivo e imposibilitaron las transiciones del Madrid. Total, el Estudiantes campaba a sus anchas y el Madrid sin defender, atacar y mucho menos rebotear. Con alerta roja en el marcador (19-32, minuto 13), el entrenador del Madrid decidió tirar por la calle de enmedio.

Decisión drástica. Antúnez y Rodgers a la cancha. Con el talento reducido y la voluntad multiplicada, el Madrid recuperó terreno. En el descanso, casi como al principio (40-38). Estudiantes entró al trapo que le tendió Antúnez. Se quitó la etiqueta y puso la directa. Fueron diez minutos desmelenados.

El balón más que correr volaba, territorio ideal para el poder de la fuerza más que para otros aspectos más racionales. El Estudiantes acusó la excesiva aceleración de Whisby (ya de por si muy revolucionado) y el desacierto de Vandiver (demasiado ritmo para su gusto). En pleno desmadre, Bodiroga pudo por fin liberarse de su marcaje y firmó tres acciones de superestrella. Por primera y única vez, el Madrid dominaba la situación (64-59, minuto 32).

Sonó la hora de la verdad y cada uno fue consecuente con lo que había realizado hasta ese momento. Si Herreros y Arlauckas no habían dado señales de vida, tampoco lo hicieron al final. Si el Estudiantes tiene una penitencia eterna en los tiros libres no era sitio ni hora para desdecir a la historia. Pero mientras los colegiales supieron quién les iba a sacar del embrollo, y no era otro que Thompson, el Madrid rifó el balon para Santos. El base madridista metió dos triples consecutivos pero acabó, como no podía ser de otra forma, fallando uno clave.

Triunfo justo para el que más se lo mereció. El Madrid alarga su racha negativa y aún peor, acrecienta sus dudas. En la otra orilla, todo alegría. Ha sido una victoria sucia, comentaba Azofra refiriéndose a los errores de uno y otro. No le faltaba razón, pero, ante el Madrid, todas valen su precio en oro.

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