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CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO

Bubka logra el milagro

Gana el concurso de pértiga, semilesionado, con más de seis metros y aumenta su leyenda al ser el único atleta vencedor de las seis ediciones

Su leyenda continúa. Parecía muerto deportivamente y ha resucitado. Sergei Bubka es inmortal. Pocos daban algo por él, pero los que lo hicieron, acertaron. Ayer ganó el salto con pértiga con 6,01 metros, récord de los campeonatos, su récord, sus campeonatos, pues ha ganado ya los seis disputados. Y logró de paso la mejor marca de la temporada, un centímetro más que su último gran rival, Maksim Tarasov, que tampoco pudo con él ayer. Morceli murió, pero Bubka vive. Es un milagro.El genial saltador ucranio no ha sido un hombre olímpico, pues sólo ha ganado un título, el de Seúl 88, y por eso quiere ganar en Sydney, su despedida. Para entonces tendrá 36 años y previsiblemente habrá encontrado su definitivo sucesor. Aunque es difícil predecirlo. Han pasado tres generaciones de pertiguistas desde 1983, o sea, desde su primer título Mundial, pero Bubka mantiene su corona.

Puede haber decepcionado en los últimos Juegos Olímpicos, pero sí es un hombre de Mundiales, el único hombre que ha logrado la casi increíble hazaña de ganar las seis ediciones disputadas desde Helsinki en 1983, hasta ayer. Catorce años, una enormidad. Ganó el primer título cuando no había cumplido aún los 20 años y ayer se consagró por sexta vez camino ya de los 34, que cumplirá el 4 de diciembre. Y lo hizo a lo grande, con la enorme capacidad atlética que atesora.

Ya no es el muchacho que se atrevió a desafiar a la lluvia y el viento en Helsinki, cuando su nombre era casi desconocido en los corrillos de la pértiga. Ahora con 33 años sufre los embates de la naturaleza. Venía de sufrir un suplicio de lesiones que le llevaron a abandonar en la calificación de los Juegos de Atlanta por una lesión del tendón de Aquiles y después, ya este mismo año, en un gemelo. Aún no tiene bien el tendón y declaró al final: "He arriesgado mucho, porque aún me resiento. No fue mi mejor título, pero sí el más difícil. Sólo me he entrenado en tres momentos esta temporada, pero cuando decidí participar lo hice solamente para ganar el oro".

Y lo logró. Con apuros, como en la calificación, cuando sólo saltó los 5,70 al segundo intento, pero sacando una garra impresionante en los momentos que lo necesitaba. También pasó los 5,70 al segundo salto, y tras dejar los 5,80 y 5,86 para no forzar la lesión, también tuvo que sacar su raza para pasar en el segundo intento los 5,9 1. Lo consiguió en medio de una estruendosa ovación de los espectadores. Antes de llegar a Atenas, Bubka apenas había comipetido. Su mejor marca era de 5,70 y no figuraba como primer favorito. Cuando superó los 5,91, el público comprendió que la hazaña del viejo campeón era posible.

Después, se la volvió a jugar pasando los 5,96 y jugándoselo todo en los 6,01. Y como en cada salto válido, su propulsión de nuevo fue sideral, sobrada para salvar mucho más. Nadie tiene su fuerza para manejar pértigas tan duras. Tarasov, de sólo 27 años, pasó también de masiados apuros y no pudo con la presión. Pasó a la segunda 5,70, a la primera 5,86, milagrosamente a la tercera 5,91 y a la primera 5,96, lo que le hizo pensar en que al fin tomaría el relevo del maestro cuando antes tenía un nulo más sobre 5,91. Pero al fallar el primer salto sobre 6,01 y pasarlo Bubka se la jugó a la desesperada en dos intentos sobre 6,06, lo que hubiera subido seis centímetros su récord personal. Pero falló.

Proclamado ya campeón Bubka cuando falló Tarasov, estuvo a punto de intentar batir su récord del mundo de 6,14 metros. Pero cuando cogió la pértiga para encaminarse hacia los tres pisos, Bubka desistió porque ya había sido demasiado para él. Hacía dos años que no saltaba por encima de los seis metros, su territorio acotado durante más de una década, y había subido su marca de la temporada casi 40 centímetros.

No hubiera podido colarse ya por la ventana aunque minutos antes había saltado no 6,01, sino esos 15 centímetros más, como mínimo. Había sido su quinto salto en el concurso, no demasiados, como suele hacer él, pero que equivalen a subir una montaña con la tensión acumulada y con la pierna prendida con alfileres. Una maravilla de atleta. El público, que pensó en el milagro del récord, le silbó por la retirada, pero enseguida se dio cuenta que era mucho más grande lo que había hecho. Ahora, tras este sueño hecho realidad, Sergei espera conquistar su séptimo título en Sevilla 99 y dirigirse a Sidney 2000. Y si no, qué más da. Es el más grande de la historia.

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