Moncassin gana la etapa de las rotondas
Rominger pierde nueve segundos al quedarse cortado en un segundo grupo en el 'sprint' final, y Cubíno, 10 minutos
Primer sprint, primeras caídas, primeros abandonos, primeros segundos que se pierden. El Tour se corre sin tregua, sea domingo o fiesta nacional francesa. Es su privilegio. No hace apenas un año hubo debate general porque los corredores decidieron no disputar la etapa horas después del fallecimiento del italiano Casartelli. Cada línea de meta reserva una victoria que puede justificar hasta ocho meses de trabajo. Y nada ni nadie pueden evitar que las ambiciones se desaten. Los sprinters maniobraron en los últimos kilómetros como estaba previsto, a velocidad punta, con el pelotón roto en algunos pedazos y los directores rezando para que sus muchachos salieran ilesos de la jornada. Hombres como Rominger o Gotti perdieron nueve segundos.El francés Frederic Moncassin derrotó a Cipollini en toda regla: era su primera victoria en el Tour, un hecho que puede tener más importancia que cualquiera de las otras 23 victorias de etapa en sus seis años como profesional. Así es el Tour. Se tenía la primera etapa por una jornada de cuidado debido al número de rotondas que salpicaban el recorrido. El número corrió de boca en boca desde hace unos días: ¡140 rotondas! La organización había señalado varios puntos peligrosos y tranquilizaba a los participantes con los beneficios de un nuevo sistema de señalización que les permitía conocer, unos metros antes, dónde estaba la salida de cada pequeña circunvalación. Los directores alertaron a sus corredores y los corredores, con Induráin y Rominger como delegados, solicitaron que la organización neutralizara la etapa. Hubo, incluso, un trayecto que se hizo a baja velocidad como protesta.
Pero el pelotón tiene vida propia. El espectador pudo comprobar cómo el grupo navegaba de curva en curva, cómo se partía en dos y volvía a reagruparse sin descanso, cómo se adaptaba al terreno cambiante sin menguar su voracidad. En el camino fue dejando algunas víctimas, la primera de las cuales fue el colombiano Hernán Buenahora quien, para su desgracia, se cayó en una recta y anunció inmediatamente su abandono. Sufre una rotura en su mano izquierda.
También tocaron el suelo gente ilustre como Luc Leblanc, o el uzbeco Abduyapárov. Pero nadie esperó por ellos. Son las reglas del Tour: hay 21 victorias que pueden justificar muchos salarios, inversiones enteras en equipos ciclistas, el crédito de muchos profesionales. Las víctimas trataron de solucionar sus problemas en pequeñas sociedades. Por ahí también se vio a Laudelino Cubino, atrapado en uno de los numerosos cortes de la jornada de ayer. Cubino terminó la etapa en el último grupo, a casi diez minutos del vencedor, un mal síntoma para el corredor de la ONCE.
La jornada no había dado para otros sobresaltos. Se trataba de comprobar si el ONCE caería en la tentación de las bonificaciones en defensa del liderato de Zülle o si permitiría el juego libre. Era una duda que estaba encima de la mesa. Visto el reparto puede afirmarse que Manolo Saiz no ha jugado esa partida, señal de que persigue un sólo objetivo por el momento. En la distribución de bonificaciones de las tres metas volantes (8, 4 y 2 segundos para cada uno de los tres primeros puestos) no intervino ningún corredor capacitado para amenazar el liderato de Zülle. En el sprint final, la victoria de Moncassin fue insuficiente: ganó 20 segundos, pero estaba a 29 de Zülle.
Para Moncassin la victoria le permite merecer la consideración de gran sprinter, algo por lo que lleva luchando varios años. Había obtenido 18 triunfos, cinco más esta temporada, en la que consiguió derrotar una vez a Cipollini. Ayer probó la gloria en Den Bosch, el más importante de sus éxitos. Moncassin es otro desde ayer. Tiene más crédito como velocista. Son los beneficios del Tour. Por eso, nunca hay tregua.
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