Un instrumento de lucha

En realidad, la nova cançó nunca fue un movimiento estrictamente musical; o, mejor dicho, cuando comenzó a serlo dejó de ser nova cançó para convertirse simplemente en cançó. Mientras fue nova, la canción catalana se movió más entre la reivindicación cultural y la lucha antifranquista que entre los márgenes habituales de la canción de texto. Sus primeros miembros no eran estrictamente cantantes (sólo algunos llegaron a serlo), sino que utilizaron la canción como vehículo de sus reclamaciones culturales y políticas. A finales de los cincuenta Barcelona estaba, en su...

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En realidad, la nova cançó nunca fue un movimiento estrictamente musical; o, mejor dicho, cuando comenzó a serlo dejó de ser nova cançó para convertirse simplemente en cançó. Mientras fue nova, la canción catalana se movió más entre la reivindicación cultural y la lucha antifranquista que entre los márgenes habituales de la canción de texto. Sus primeros miembros no eran estrictamente cantantes (sólo algunos llegaron a serlo), sino que utilizaron la canción como vehículo de sus reclamaciones culturales y políticas. A finales de los cincuenta Barcelona estaba, en sueños, muy cerca de París y la chanson hacía estragos entre la intelectualidad catalana. Además, la canción era el medio de expresión cultural más asequible, ya que entonces, lejos de, la sofisticación actual, sólo se necesitaba una guitarra. Así los primeros cantantes fueron intelectuales de otros ramos abocados a esta nueva actividad. Los iniciales Setze Jutges nunca habían soñado con ser cantantes hasta que se vieron cantando sobre un escenario.

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Al público le sucedió algo similar cuando escuchó canciones que le hablaban en su propio idioma. Y la nova cançó comenzó a crecer. Y la piña inicial, a fuerza de agrandarse, acabó resquebrajándose. Muchas fueron las causas que hicieron tambalear sus minúsculos cimientos y una fue, precisamente, las discusiones excesivamente aireadas que siguieron a Joan Manuel Serrat -en ese momento su representante más popular- cuando decidió cantar en castellano. Esa traición (así entendida por algunos) fue uno de los hechos que sirvieron para que las cosas enfilaran rumbo a la normalidad cultural de un pueblo. El paso de Serrat al castellano abrió esas puertas, pero fue mal entendido en su momento y tampoco después se clarificaron abiertamente las posturas.Deuda mutuaSerrat le debe mucho a la nova cançó y ésta, a su vez, le debe a Serrat mucho más de lo que se aceptó en su momento. Que Serrat rinda homenaje a la nova cançó con su nuevo doble dis

co y su también doble recital en el Palau Sant Jordi barcelonés (23 y 24 de abril, más de 45.000 personas), lejos de oportunismo es una oportunidad para que, 20 años después, las aguas regresen a su cauce.Por otra parte, el hecho de que Serrat desentierre 34 canciones (algunas olvidadas en la noche de los tiempos) servirá a su vez para acabar con el mito lastrante de que en la nova cançó no hubo canciones buenas por ellas mismas. Descontextualizadas y adaptadas a los tiempos que corren algunas pueden mostrar ya su belleza sin envoltorios (unas veces positivos, otras negativos) sociopolíticoculturales.

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