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El Atlético quiere emociones fuertes

Peternac marcó los dos goles que dieron la victoria al Valladolid sobre el líder

Santiago Segurola

El fin de fiesta del colchonerismo fue un fiasco. Se reunió la hinchada para celebrar la victoria, el título, el año inolvidable, y salió rumiando todos los tópicos que afectan al Atlético desde tiempo inmemorial. Que si el pupas, que si la fatalidad, que si este equipo no nos da una alegría completa, que otra vez a sufrir. Y todo porque pasó uno de los últimos de la Liga y ganó al líder. Lo hizo sin padecer demasiados problemas. El Valladolid se defendió con vigor, enfrió lo que pudo el partido y esperó la oportunidad que le concedió el Atlético, que hizo agua en los últimos minutos.El Atlético pasó por el partido con una tristeza inesperada. Sin vitalidad, no tuvo juego. Fue un equipo plano, sin recursos para derribar el sistema defensivo del Valladolid y con unos desajustas inesperados en los últimos minutos. Ni tan siquiera manejó el resultado. Tiró el empate, que le venía muy bien, y se dejó sorprender por un equipo animoso, pero bastante vulgar. El Atlético se cayó de repente, sin explicaciones. La defensa perdió su habitual autoridad y permitió dos goles sencillos del Valladolid, que pasó por todas las fases posibles. Fueron pequeños pasos, todos favorables a sus intereses. De la resistencia masiva, pasó a un cierto desahogo y luego al equilibrio en el duelo. Finalmente apreció los síntomas de debilidad del Atlético y se llevó el partido.

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El aire festivo de la tarde tenía el contrapunto del incidente protagonizado por Gil el pasado viernes. En el inconsciente general estaba el estupor por un suceso vergonzoso, la clase de borrón que duele en el alma de los aficionados y quizá de los jugadores. Se podría explicar desde ahí la atonía del equipo en una jornada que le daba el título en la mano. Pero esa explicación queda para los psiquiatras. Desde la vertiente futbolística, el problema del Atlético fue su escandalosa carencia de juego.

Lejos de martirizar al Valladolid, el Atlético le dio buena vida a su rival. Se pudo observar el desplome rojiblanco por las prestaciones de cada jugador. Todos estuvieron en su peor versión, y algunos volvieron a tomarse la tarde libre, como Penev. Han llegado los tibios días que anuncian la primavera y a Penev le ha dado por vaguear, o eso parece: no apareció en todo el partido. La ausencia de Penev resultó catastrófica para su equipo, pero él inventario de defectos del Atlético fue mucho más amplio. Fallaron los jugadores de clase -Caminero y Pantic-, los laterales nunca estuvieron en el juego e incluso la gente de choque -Simeone y Vizcaíno- pareció desvitalizada. Sumadas todas las causas, el Atlético apenas tuvo nada a lo que agarrarse.

Hubo un conato de asedio en los primeros minutos. El Atlético atacaba y el Valladolid se atrincheraba a la espera de un partido temible. Pero pronto se vio que había más salva que pólvora en el equipo local. Pantic era la única referencia, no tanto por su peso en el encuentro como por la posibilidad de un centro decisivo. Esta vez Pantic abandonó su posición por delante de Vizcaíno y se ubicó en la banda derecha. Caminero ocupó su puesto y lo hizo mal, especialmente en la primera parte.

Eliminados Caminero y Penev, disuelto Juan Carlos por el recuerdo de Kiko, rebajado el tono vital de Simeone, el ataque del Atlético fue muy birrioso. La banda izquierda no produjo nada. En la derecha, Geli y Pantic no conectaron. Acostumbrado a las airosas llegadas de Geli, el equipo echó en falta a su lateral derecho, tapado por Fernando. Lo más recurrente fue llevar la pelota a Pantic, que sacó todos los centros posibles. Era una solución demasiado pedestre.

Casi imperceptiblemente, el Valladolid comenzó a tomar con ciencia de sus posibilidades. Primero sacó algún contragolpe y luego dejó ver a sus dos mejores jugadores, Fernando y Peternac. Aunque de aspecto grandote y un poco pesado, Fernando da la impresión de jugar con criterio y naturalidad. Además su pegada con la pierna izquierda es incuestionable. Peternac tiene gol, condición extraordinariamente necesaria para un equipo limitado que juega en la frontera del descenso.

El partido terminó por ser muy lineal: cada vez más dificultoso para el Atlético. Tampoco en la segunda parte tuvo la energía para imponerse al Valladolid, que se encontró con la pelota más tiempo del previsto. La única opción del Atlético pasaba por Pantic en los tiros de falta, pero en este apartado el Valladolid actuó con astucia. Sólo cometió dos falta frente a su área, la primera en el minuto 65. La segunda en el 68. Es decir, Pantic sólo tuvo dos ocasiones para rescatar al Atlético, pero sus lanzamientos no embocaron la portería.

Los cambios no tuvieron trascendencia. Peor que eso, Pirri fue señalado con el dedo por el público. Siempre hay un jugador poco querido en todos los equipos. En el Atlético es Pirri, que se encogió ante la enemiga de la hinchada. César sólo atendió un par de remates de Juan Carlos y un tiro envenenado de Pantic. La caída de tensión en el Atlético era muy evidente, hasta el punto de alcanzar a la organización de la defensa, desconcertada en los últimos minutos. Ahí tuvo instinto el Valladolid, que vio las fisuras. Sólo necesitaba encontrar su momento y confiar en Peternac, que hizo lo que debía. Marcó los dos goles y arruinó la fiesta montada en el Manzanares.

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