Tribuna:

Bienvenido, Mr. Kohl

El hecho de que una feria como Arco invite a un grupo de galerías de arte de un país determinado tiene varios objetivos, entre ellos ayudar a conocer mejor el arte y la actividad de los galeristas de ese país. Este año el invitado ha sido Alemania, una de las potencias en museística, coleccionismo y arte contemporáneo. Por eso esperábamos mucho de esta participación. Sin embargo, el primer chasco nos lo llevamos cuando el flamante comisario alemán, Kaspar Koening, encargado de seleccionar las galerías que eran invitadas por Arco, se descolgó del cartel eludiendo su responsabilidad. El segundo,...

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El hecho de que una feria como Arco invite a un grupo de galerías de arte de un país determinado tiene varios objetivos, entre ellos ayudar a conocer mejor el arte y la actividad de los galeristas de ese país. Este año el invitado ha sido Alemania, una de las potencias en museística, coleccionismo y arte contemporáneo. Por eso esperábamos mucho de esta participación. Sin embargo, el primer chasco nos lo llevamos cuando el flamante comisario alemán, Kaspar Koening, encargado de seleccionar las galerías que eran invitadas por Arco, se descolgó del cartel eludiendo su responsabilidad. El segundo, cuando contemplamos el contenido de estas galerías en la feria.Si un español que estuviera interesado en el coleccionismo deseara tomar el pulso al arte alemán a través de lo presentado por estas galerías, quedaría desorientado. Esperábamos que esta generosa invitación permitiera a los galeristas alemanes exhibir obra de cierta categoría, calidad y atractivo plástico, pero han venido con piezas insignificantes en cuanto al contenido, pequeñas en cuanto al tamaño y anecdóticas en muchos casos. Se ven pocas obras de envergadura y contundencia; a cambio, hay muchas fotografías, dibujos y objetos de pequeño formato, con escasa presencia de artistas realmente importantes en la formación del arte alemán actual.

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Una vez más lo políticamente correcto parece haber triunfado sobre lo conveniente. Sólo la galería Monika Sprüth, con obra de Rosemarie Trockel; la galería Philomene Magers, con Gerhard Merz, y la galería Bärbel Grässlin, con obra menor de Markus Oehlen, Ulrich Rückriem, Imi Knoebel y Günther Förg, mantienen un todo en cuanto a la nómina de artistas; siendo de destacar fuera de éstas un par de esculturas en madera de Stephan Balkenhol.

Otras galerías, amparadas en una cierta especialización, se decantan por temas determinados, como Barbara Gross por la militancia feminista, presentando, junto a Eva Hesse, a la cubana Ana Mendieta y a la norteamericana Nancy Spero.

En esta tónica de lo políticamente correcto no falta una galería, la Tabea Langenkamp, que presenta pintura realista y paisajes idílicos; Oben, que explota el victimismo de los artistas de la Alemania del Este, más inconformistas que interesantes, y una última, Barbara Weiss, que parece querer recrear el mundo de lo doméstico a través de estanterías, cortinas y un gran cojín. En fin, un chasco no menor que el sufrido por los personajes de la película Bienvenido, Mr. Marshall que, tras preparar la fiesta, no recibieron nada.

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