Presas difíciles

La cita con los galgos y las liebres era ayer en Tielmes (2.008 habitantes), sobre un sembrado de avena cercado por cerros y campos de girasoles. Junto al escueto llano se concentraron, nada más clarear el día, 21 hombres y 60 galgos para esperar la llegada de sus presas más preferidas. Las liebres llegaron poco después, enjauladas, en una furgoneta que procedía de Toledo. Fueron soltadas de una en una. Cada participante corrió la suya. 8.000 pesetas costó inscribirse. Dos centenares de aficionados -todos hombres, salvo una mujer y un niño- presenciaron la cacería desde las improvisadas gradas: una peña y una loma cercanas.La emoción está en ver si la liebre logra escapar, caso muy poco probable, y cuál de los tres canes que suelta cada galguero se hace con la pieza.

Nada más pisar el suelo, cada liebre emprende su veloz y despavorida huida. Los galgueros suelen aguantar sus galgos unos minutos, para conceder una ligera ventaja al animal perseguido y dar mayor emoción a la carrera. Primero salen los galgos novatos, para "que se examinen", decía ayer un participante. Si la liebre le esquiva varias veces, enseguida el galguero suelta su can más avezado. No están dipuestos a que escape el almuerzo: arroz con liebre. El público aplaude por igual la habilidad de ambos animales. Terminada la cacería, los galgueros abren apetito refrescándose el gaznate.