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TVE estrena hoy su nuevo programa de cámara oculta

"A ver Nines, hay que repetir". Nines es Ángeles Martín y el programa que graba se llama No me lo puedo creer, el nuevo espacio de cámara oculta con el que TVE-1 intentará hacer olvidar el fracaso de su primer intento, Secretos de familia, estrenado el mismo día que el programa de cámara oculta de Antena 3 Ta tocao y ampliamente superado en audiencia por este último. El nuevo programa se estrena esta noche, a las 21.30. EL PAÍS asistió a su grabación.

No me lo puedo creer ha invitado para su primer programa a dos famosos, la modelo Jacqueline de la Vega y el humorista Mariano 1.85, que participan como ganchos para las bromas. Mientras el público se va acomodando en los asientos del plató, los dos famosos llegan a una sala vip. En el estudio, la gente se asa de calor, pero, en la sala, la modelo y el humorista son agasajados con refrescos y tapitas para picar. "Una coca-cola light ", pide Jacqueline, que quiere seguir conservando su silueta de sílfide.Mientras, el programa ha comenzado a grabarse. El primer inocente que ha caído en la trampa de la cámara oculta entra en el estudio y charla un rato con Ángeles Martín, a la espera de que se pase el vídeo donde queda hecho un trapo por los insultos que le larga Jacqueline de la Vega. Un millón de pesetas, el premio que recibirá el protagonista de la mejor broma, bien valen unos minutos de sufrimiento.

Los otros dos inocentes también han pasado un mal rato: uno ha de aguantar los chistes que contra él dirige Mariano 1.85 al entrar en un restaurante y que provocarán la hilaridad de todos los comensales (en otras palabras, se ríen de él en su cara durante 10 minutos), mientras que el otro es víctima de un atraco y luego es detenido por unos policías de pega como autor de los hechos.

En la sala vip, donde, a pesar de las buenas intenciones light, ya han ido desapareciendo las tapitas, los famosos discuten con tres periodistas que harán de jurado qué vídeo será el ganador. La discusión va poco a poco tomando carácter metafísico y, más que un millón, parece que se está decidiendo el futuro de la humanidad.

Ángeles Martín sigue en el plató bregando con los técnicos, los directores y el público, pero ofreciendo siempre una sonrisa beatífica cuando le apuntan las cámaras. De repente pronuncia la frase mágica: "Pero antes del siguiente concursante..., unos momentos de publicidad". El público, agradecido por no se sabe qué, vuelve a aplaudir.Después de casi tres horas de grabación, con cortes continuos, todos están cansados. El jurado, colocado estratégicamente entre el público, emite su veredicto. Todos aplauden, y el programa termina entre sonrisas de felicidad. Una chica que ha venido de Galicia, obnubilada, va preguntando a diestro y siniestro, vencida por la magia de la televisión: "¿No necesitaréis a alguien de ayudante o de lo que sea?".

Nada es lo que parece

En televisión hay poco espacio, para la improvisación. En esta clase de programas, la presunta espontaneidad de presentadores e invitados es, en reaalidad, el resultado de un guión previamente estructurado y la repetición de una toma hasta que todo parezca natural.El público que aplaude responde siempre a las - instrucciones de los realizadores del programa; los invitados han Sido previamente aleccionados de por dónde irán las preguntas, cuyas respuestas habrán preparado convenientemente, y hasta lo que aparentemente es lo más espontáneo requiere una segunda toma.

Por ejemplo, durante la realización del primer programa de No me lo puedo creer, los guionistas decidieron gastar una broma a Ángeles Martín sin que ella lo supiera. Pues bien, la broma salió y la presentadora pasó un mal rato ante las cámaras porque de verdad no sabía nada. Sin embargo, cuando los realizadores del programa vieron la escena hicieron repetir la última parte para que pareciera "más espontáneo".

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