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El niño pasó dos noches en la perrera por temor a que su padre le pegara

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"El final, afortunadamente, ha sido feliz; no es más que una travesura", se congratulaba ayer su madre, Teresa María Oliveira, visiblemente cansada después de casi dos días de ininterrumpida búsqueda. Todo empezó en la tarde del pasado viernes, cuando Pedro Manuel, que habita con sus padres y dos hermanos en una cortijada situada cerca de la carretera que comunica Vilcálvaro con Coslada, salió de paseo con su perro Kazán y perdió la cadena con que lo sujetaba.

Su padre, que iba con él de paseo, le espetó al llegar a casa: "Eres un capullo, has perdido la cadena; vete a buscarla y encuéntrala si no quieres guerra". El pequeño Pedro Manuel, que se ha criado entre los perros que su padre adiestra para venderlos, en una ambiente rudo, volvió por el camino de tierra en busca de la cadena, mientras su progenitor, enfadado, se adentró en el cortijo.

Pasaron las horas, la noche llegaba y Pedro Manuel no aparecía. Su familia comenzó a inquietarse, y cerca de las ocho de la tarde fue alertada la policía. El Grupo de Investigación de la comisaría de San Blas se hizo cargo de la operación de búsqueda.

En las inmediaciones del cortijo hay extensas plantaciones de trigo y varios pozos de gran profundidad sin ningún tipo de protección. La policía avisó primero a los bomberos para que rastrearan en el cieno de los pozos, mientras otros agentes y familiares del pequeño peinaban los descampados en busca de alguna pista. Después, un helicóptero policial intervino para rastrear los trigales.

"A todos se les encogió el estómago cuando un bombero tentó un cadáver en uno de los pozos recuerda uno de los agentes policiales que han participado en la búsqueda. No era el del niño, sino el de una oveja muerta que hacía varios días se había precipitado accidentalmente.

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Debajo de la cama

Mientras, Pedro Manuel, acurrucado junto a su perro Kazán, desoía los desgañitados gritos de búsqueda de sus padres y allegados. Se encontraba oculto en una perrera que hay adosada, por fuera, a la tapia que delimita el cortijo. Al calor del animal -un perro de presa canario-, pasó toda la noche del viernes y todo el día y parte de la noche del sábado en la perrera. Hasta que sobre las seis de la madrugada de ayer, domingo, sintió hambre y frío, entró en el cortijo saltándo la tapia, buscó comida en el frigorífico y se ocultó debajo de la cama donde en ese momento descansaba su padre.

Horas después llegaron al cortijo familiares y amigos de los padres para reemprender la búsqueda. Una de sus tías vio casualmente un zapato que salía de debajo de la cama y tiró. "Era él", recuerda esta familiar, ya más relajada.

La policía, que estaba ya en casa, sugirió al padre que se contuviera y no le pegase, y éste no lo hizo. "No pensaba hacerlo, pero tengo que hablarle para que no lo haga rnás", afirmó ayer Juan Carlos Asensio.

"Si nos escuchabas, ¿por qué no, respondiste? ¿No has visto la que has liado?", le inquirió el padre. "Me daba vergüenza", respondió el pequeño.

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