Faldo: "Ahora es cuando empiezo a creer que pasaré a la historia del golf"
"Ahora es cuando empiezo a creer que pasaré a la historia del golf", comentó con una sinceridad nada jactanciosa el inglés Nick Faldo tras derrotar en el desempate del Masters al estadounidense Ray Floyd, con el que había igualado a 278 golpes (10 bajo par). El vencedor del Open Británico de 1987 acababa de unirse al también norteamericano Jack Nicklaus, que lo hizo en 1965 y 1966, como los únicos ganadores en Augusta en dos ediciones consecutivas. A sus 32 años se le considera el golfista de juego más consistente. Floyd se mordía los labios por su decepción cuando le felicitó.
Una duda razonable precedió a la ceremonia protocolaria de la investidura de la green jacket (chaqueta verde), el símbolo del campeón. Lo tradicional es que el anterior se la ponga al nuevo. Pero en este caso, los dos eran uno solo, Faldo. El presidente del Augusta National Golf Club, Hord Hardin, despejó dicha duda cuando se apresuró a hacer de ayuda de cámara del británico. Luego, sin embargo, simuló plantear otra al anunciar la posibilidad de que en lo sucesivo el campeonato se dispute a 74 hoyos y no a 72: "Es que tres de los cuatro últimos se han decidido así". Se refería a los éxitos en la muerte súbita del estadounidense Larry Mize frente a Severiano Ballesteros y el australiano Greg Norman, en 1987, y a los de Faldo contra el también norteamericano Scott Hoch, en 1989, y Floyd.Lo cierto es que el paralelismo de las victorias de Faldo fue casi perfecto. Hoch y Floyd le tuvieron a su merced en el primer green determinante, el del 10. Pero hace 12 meses los nervios traicionaron a aquél en un putt de menos de medio metro y el pasado domingo la fatiga física y psicológica a éste en otro de unos tres, en el que su pelota se quedó corta. A continuación, en el segundo, el del 11, Faldo embocó entonces uno de seis ante la desesperación de Hoch y se benefició ahora de la bola al agua de Floyd para alzar, jubiloso, sus brazos. "No estaba seguro de nada. Iba pensando en que otra vez sucedía lo mismo. Me preguntaba si la fortuna volvería a favorecerme. Me parecía demasiado difícil", confesó.
Intensidad
Faldo se impuso. El play off a 18 hoyos que afrontó en el Open de Estados Unidos de 1988 ante el norteamericano Curtis Strange no le sonrió. Pero sí éstos del Masters a cara o cruz. Su tenaz persecución de Floyd, al que sólo alcanzó en el penúltimo hoyo del cuarto recorrido había tenido su recompensa. La intensidad competitiva la protagonizaron ambos. Floyd, a la defensiva: "Casi siempre anduve con tres o cuatro golpes de ventaja. No debía arriesgarme Ese no es mi estilo, pero las circunstancias me lo aconsejaban. Me parece increíble no haber ganado".Faldo, al ataque, como su único rival, una vez que los de más se descolgaron: los estadounidenses Lanny Wadkins y John Huston, los terceros, con 283; su compatriota Fred Couples, el quinto, con 284; Ballesteros, el alemán occidental Bernhard Langer, Strange y los también locales Tom Watson, Scott Simpson y Bill Britton, los séptimos, con 286, y José María Olazábal, el 13º, con 287.
"Ahora es cuando empiezo a creer que pasaré a la historia del golf", comentó Faldo cuando se disponía a recibir su cheque de 225.000 dólares (24.750.000 pesetas). Por lo pronto, había hecho trizas el tópico de que sólo vencía yendo de par en par, como en el Open Británico de 1987. En esta oportunidad ha probado que sabe aventurarse cuando la necesidad se lo exige. Para muchos especialistas, es el nuevo número uno. Norman, número uno mundial, el gran facasado en el Masters, y Ballesteros han sido superados por él, en la opinión de aquéllos.
Faldo y Floyd se prepararon a conciencia para la andadura postrera. El sábado, al atardecer, sólo ellos permanecían ensayando sus lanzamientos en el campo de prácticas. Floyd tenía dispuestas dos bolsas con 50 pelotas cada una; Faldo, tres. Por añadidura, junto a él, corrigiéndole el más mínimo detalle defectuoso, se hallaba el preparador más prestigioso del momento, el norteamericano David Leadbetter. Sus indicaciones no cayeron en saco roto.
El perdedor
Como siempre que hay un ganador hay un perdedor, a Floyd le tocó representar el papel más penoso, aunque le pagaron por él 135.000 dólares (14.850.000 pesetas). A sus 47 años y siete meses, pretendía rebasar la marca del campeón más viejo, en posesión de su paisano Nicklaus, que lo fue en 1986 a los 46 y dos. "Ha sido una lástima", reconoció casi al borde de las lágrimas el capitán del equipo estadounidense de la Copa Ryder; "me había hecho muchas ilusiones. Éste podría haber sido el triunfo más bonito, dada mi edad, de mi vida".Pero no lo fue. Su orgullo personal y el de los aficionados sufrió un duro impacto porque por tercer año consecutivo -ya que el escocés Sandy Lyle lo hizo en 1988-, un europeo impuso su ley. En la lucha Estados Unidos-Resto del Mundo es significativo.
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