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Disparos y más disparos

La lista de incidentes en las 10 centrales nucleares españolas es muy larga. Larguísima, si se tienen en cuenta las cifras del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Desde 1981 el total de paradas no programadas (disparos) se eleva, según el CSN, a 357. Las centrales de Vandellòs 1 (puesta en funcionamiento en 1972) y la de Almaraz 1 (1981) figuran a la cabeza de esta lista negra con 61 disparos. Ascó 1 (1983) tuvo que detenerse en 60 ocasiones; Cofrentes (1984), 50; Garoña (1971) y Almaraz 2 (1983), 33; Zorita (1968), 27; Ascó 2 (1985), 25 y Vandellòs 2 (1987), 7. No existen aún datos sobre la central de Trillo 1.Vandellòs 2 ha protagonizado dos de las últimas tres paradas. El pasado 20 de agosto, un incendio en la fase S del transformador de salida de energía eléctrica de la central provocó que se decretara la preemergencia nuclear en Tarragona. La dirección de la central ordenó la parada inmediata del reactor y, a pesar de que no se habían registrado fugas radiológicas, se dictó también la emergencia interior.

Por una vez, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y el Gobierno Civil de Tarragona aseguraron que la dirección de la central comunicó "instantáneamente la existencia del incendio", un hecho inusual a pesar de su obligatoriedad. El pasado mes de junio una alarma causada por una avería en Vandellòs 2 fue comunicada al Gobierno Civil con 20 minutos de retraso y con 40 al CSN.

La tardanza en dar la alarma es el común denominador en los accidentes que se registran en casi todas las centrales nucleares del mundo, incluso en los casos más graves.

El 28 de marzo de 1979 y el 25 de abril de 1986 los responsables de las centrales de Harrisburg (Pensilvania-Estados Unidos) y Chernobil (Ucrania-Unión Soviética) intentaron silenciar sus problemas durante 48 horas. La contaminación ambiental y la inevitable evacuación de la población dejaron al descubierto en ambos casos que algo estaba pasando y que miles de vidas estaban amenazadas por un enemigo tan silencioso como letal.

La presión emocional y económica que rodea los disparos y los accidentes nucleares fue el hilo conductor de una película -El síndrome de China (1979)-, estrenada poco después del incidente de Harrisburg y que ofreció por primera vez una visión distinta del riesgo que supone la desinformación en este tipo de incidentes.

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