El Athletic acabó con la racha de la Real
Diezmado, casi roto, el Athlétic ofreció una resistencia heroica en Atocha, y sacó una victoria inesperada. Por una vez, la Real Sociedad, que deja la Liga a merced del Real Madrid, ofreció un juego poco imaginativo -propiciado en gran parte por el lodazal-. Excepto en una pequeña traca ofensiva de Beguiristain, mediada la primera parte, la Real Sociedad estuvo muy limitada en el juego de ataque, que casi siempre fue presidido por un constante envío de balones altos a la parcela de Biurrun.El Athlétic jugó mejor cuando tuvo menos responsabilidad. Hasta el gol de Aguirre, que fue magnífico en su ejecución, el Athlétic parecía asumir su condición de equipo inferior. Kendall se había permitido la osadía de alinear a Argote, jugador de vocación ofensiva, en el centro del campo, pero el Athlétic tenía las trazas de un equipo remendado, cosido a duras penas en todas sus líneas.
Libre de cualquier responsabilidad, el Athlétic jugó con alegría durante los primeros minutos. La Real Sociedad, sorprendida, se veía dificultada en el manejo de la pelota, que pasaba con rapidez a las botas bilbaínas. Llegó el gol de Aguirre y se trastocaron las coordinadas. De repente, los defensores bilbaínos comenzaron a transmitir inseguridad y poca experiencia. El sistema lineal de la defensa rojiblanca no ayudó precisamente a contener el rápido zigzagueo de balones de Bakero, Beguiristain y Zamora.
Desorientados y muy, nerviosos, los zagueros del Athlétic asistieron a la demostración de Beguiristain, un hombre imparable frente a la marca lineal. Durante diez minutos, el zurdo donostiarra abrió un tremendo boquete entre Lizarralde y el despistado Ayarza. La fortuna, sin embargo, estuvo de parte bilbaína. Beguiristain, un hombre aplomado en el área, erró en dos ocasiones frente Biurrun, después de sacar ventaja de su extraordinaria velocidad. En la primera oportunidad, Beguiristain enfiló al ágil cancerbero del Athlétic y quiso fintarle, cuando el sentido común imponía elevar el balón sobre el guardameta. Poco después un zurdaño raso y seco de Txiki se escapó junto al palo derecho.
El partido, que se decantaba irremediablemente del lado donostiarra, adquirió un nuevo rumbo cuando los técnicos decidieron dejar su impronta. Kendall ofreció una sabrosa variación estratégica. El inglés sacó a Alkorta -un jugador extraordinariamente maduro, a pesar de contar sólo 19 años- y le colocó en el centro de la defensa. La solución se reveló beneficiosa para los jóvenes defensas rojiblancos, y especialmente para Ayarza, que comenzó a jugar con sensatez.
Por contra, Thosack ofreció una variante menos sugestiva. Mandó a Zamora a la izquierda, en perjuicio de Beguiristain, que perdió espacio y perspectiva para doblar a la zaga del Athlétic. El juego se tornó más confuso y deslavazado, por más que la Real mantuviera al Athlétic sin salir del medio campo.
Thosack pretendió devolver al partido un curso más natural en la segunda parte. Devolvió a Zamora a la banda derecha y situó a Mújika y Urbieta, dos magníficos centradores, en las alas. Aunque el acoso llegó a ser brutal, los novatos del Athlétic adquirían seguridad a la vista del reloj.
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