Hoy hace medio siglo que murió Unamuno

El tono académico del homenaje en Euskadi difumina una vieja polémica

Miguel de Unamuno, 50 años después de su muerte y 122 después de su nacimiento en Bilbao, es reconocido en su ciudad natal por una placa, una plaza y un busto diminuto que, desde la altura de cuatro metros, se salva de la persecución de la que fue objeto su obra y su memoria. Los actos conmemorativos del cincuentenario de su muerte tuvieron este año en Euskadi un tono académico e integrador. En Bilbao, al menos, aún no se ha cumplido su profecía: "Cuando me creáis más muerto, retemblaré en vuestras manos".

El tono académico de la celebración se ilustra quizá con lo sucedido en el acto d...

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Miguel de Unamuno, 50 años después de su muerte y 122 después de su nacimiento en Bilbao, es reconocido en su ciudad natal por una placa, una plaza y un busto diminuto que, desde la altura de cuatro metros, se salva de la persecución de la que fue objeto su obra y su memoria. Los actos conmemorativos del cincuentenario de su muerte tuvieron este año en Euskadi un tono académico e integrador. En Bilbao, al menos, aún no se ha cumplido su profecía: "Cuando me creáis más muerto, retemblaré en vuestras manos".

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El tono académico de la celebración se ilustra quizá con lo sucedido en el acto de clausura de su homenaje. Hablaba el enésimo conferenciante sobre el homenajeado cuando un macero del Ayuntamiento no pudo sostener por más tiempo ni su mazo ni su cuerpo y se desplomó sobre el que hablaba interrumpiendo el discurso. El escaso eco público del homenaje se ha compensado con la extinción de la pacata polémica que su obra produjo en ocasiones anteriores.El primer homenaje a Unamuno tramado por bilbaínos se produjo en 1941. Los miembros del extinto grupo Alea celebraron una misa en su memoria a la que acudió una decena de personas. El alcalde de aquel tiempo fue a la misa pero no presidió la colocación de una placa en la casa natal de Unamuno, en la calle de la Ronda, en medio del viejo Bilbao. La Prensa local se irritó ante el acontecimiento.

En 1964 hubo un nuevo intento. El escultor Victorio Macho realizó un busto para la ocasión, pero el prelado de la diócesis difundió una larga carta pastoral, pobre síntesis entre doctrina y crítica literaria, que tituló ambiciosamente Los errores de Unamuno. La carta tomaba el relevo de otra dictada por un prelado vasco, que era de afán más categórico: Don Miguel de Unamuno, hereje máximo y maestro de herejes. El homenaje quedó elegantemente pospuesto y el busto recorrió insólitos emplazamientos hasta su instalación, en 1984.

En ese año se cumplían los 120 años de su nacimiento. Se le dio el nombre de Unamuno a una plaza próxima a la casa natal del escritor, se colocó el busto, se celebraron algunas mesas redondas y se polemizó un tanto sobre aquel escritor en castellano, que conocía el vascuence, que animó en su ciudad la edición de La lucha de clases, que polemizó con los primeros nacionalistas.

La celebración de su cincuentenario ha servido para que cese la disputa sobre la adscripción partidista de Unamuno, para que la universidad de la Compañía de Jesús le conmemore sin que medie la denigración.. La lectura de Paz en la guerra ha servido también para situar mejor, al que dijo: "Dentro de mí luchan dos bandos". La escandalosa ausencia en el homenaje de la universidad del País Vasco, algunos de cuyos profesores han participado en el homenaje de Salamanca, la creación de una Asociación de Amigos de Unamuno, que pretende difundir su obra y construir una Casa de Unamuno que sirva para tal fin, o la filmación de una película que reconstruye el Bilbao de su tiempo han coincidido con el homenaje.

Entre las aportaciones de intelectuales vascos contemporáneos al recuerdo de Unamuno destacan la memoria de Julio Caro Baroja y la reivindicación actual de Fernando Savater. Caro Baroja, al que Unamuno llamaba "explorador de cavernas", recordó en Madrid su relación con Unamuno. "La lucha entre el deseo y la razón constituye lo mejor de su obra", dijo.

Fernando Savater se deslindó de la erudición para hablar del Unamuno que afirmaba: "Cuando termine esta guerra estaré contra los vencedores". "Don Miguel no estaba encantado de conocerse", dijo Savater, "sino que estaba en mentís permanente consigo mismo. Unamuno es el introductor de los dos derechos humanos que no están en la lista, y de los que hablaba Baudelaire al solicitar la inclusión en esa nómina civil del derecho a contradecirse y a marcharse".

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