13 AÑOS DE DICTADURA

Salvador Allende, una memoria imborrable

MANUEL DÉLANO No habían pasado 10 días desde el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 cuando el pequeño cementerio de Santa Inés, en la ciudad balneario de Viña del Mar, se convirtió en un lugar de procesion clandestina. Hombres oscuros vencían el terror de los primeros momentos tras el derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular y, en secreto y furtivamente, echaban claveles rojos en una tumba que tiene como única inscripción "Eduardo Grove". Hoy, 13 años después, es un sitio de culto público. Allí, junto a su cuñado, se encuentran los restos del ex presidente Socialista Salvador All...

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MANUEL DÉLANO No habían pasado 10 días desde el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 cuando el pequeño cementerio de Santa Inés, en la ciudad balneario de Viña del Mar, se convirtió en un lugar de procesion clandestina. Hombres oscuros vencían el terror de los primeros momentos tras el derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular y, en secreto y furtivamente, echaban claveles rojos en una tumba que tiene como única inscripción "Eduardo Grove". Hoy, 13 años después, es un sitio de culto público. Allí, junto a su cuñado, se encuentran los restos del ex presidente Socialista Salvador Allende Gossens. Ninguna inscripción lo recuerda, y las autoridades niegan que se encuentre allí.

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Allende fue enterrado en secreto. El palacio presidencial de La Moneda humeaba aún por el bombardeo de los aviones Hawker Hunter cuando un grupo de bomberos, rodeados de soldados, sacó de entre las ruinas el ertsangrenta do cuerpo del presidente. Sólo a su viuda, Hortensia Bussi, le permi tieron acompañar el cuerpo en un avión Hércules rumbo a Valparaíso.

El poeta y premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, quien murió 16 días después, describió así el episodio: "Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera. Aquel cadáver que marchó a la sepultura, acompañado por una sola mujer, que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo. Aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de los soldad", que otra vez habían traicionado a Chile".

Sólo en un punto Neruda se equivocó al escribir sus últimas líneas. La tumba no es un lugar cualquiera, sino el mausoleo de un cuñado de Allende, una de las personas que le impulsaron a la lucha Social. Al fallecido ex secretario privado de Allende, Osvaldo Puccio, a quien los militares detuvieron en el Ministerio de Defensa el mismo día 11, un oficial le informó de manera brutal, según él recuerda en sus memorias: "Su Chicho (apodo cariñoso de Allende que proviene de su infancia)se está júdriendo. Se lo están comiendo los gusanos dos metros bajo tierra".

Allende quedó sepultado en la colina de Santa Inés, a 100 kilómetros de Santiago y 20 kilómetros de Valparaíso, la ciudad en que nació el 26 de junio de 1908, 65 años antes.

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Médico por formación, pero con la política en las venas, obtuvo excelentes calificaciones en la enseñanza secundaria, fue un destacado, nadador y practicaba atletismo. Masón por tradición familiar fue influido por su abuelo Ramón Allende, conocido como El Rojo Allende, quien fue gran maestre de la Ínasonería chilena. La logia a la que perteneció, Hiram 65, se en cuentra en sueño (disuelta) desde el golpe militar. Más tarde, siendo ya dirigente estudiantil, Juan De marchi, un viejo anarquista, le prestó los primeros libros de marxismo. Cuando murió su padre, Allende, que estaba detenido, se prometió dedicarse a la pol ítica.

Y lo hizo: senador, ministro de Salud durante el Gobierno del Frente Popular en 1938, y cuatro veces candidato a la presidencia. Con humor, en 1964, después de ser derrrotado por tercera vez en su aspiración presidencial, dijo a sus íntimos: "Cuando muera, mi lápida dirá: Aquí yace Salvador Allende, candidado a presidente de Chile".

Altos muros pintados de cal rodean el cementerio de Santa Inés. Afuera, floristas que trabajan en pequeños puestos dicen estar habituadas a que los visitantes pregunten dónde está la tumba de Allende. En un rincón der cementerio, el mausoleo subterráneo de Eduardo Grove está cubierto con tierra y algunas briznas de hierba.

Asustados, los cuidadores dicen: "No sé si aquí estará enterrado el Chicho; pregunte más allá'". En la Administración, un funcionario es cauto. Ante una pregunta de El PAÍS, dijo: "Oficialmente, aquí no se encuentra sepultado el señor Allende". "Y extraoficialmente?". "Extraoficialmente, sí, está en la tumba del señor Grove, aunque en los libros de registro no aparece ingresado. Nos piden que, digamos que no se encuentra, porque dicen que después del 11 hubo personas que lo quisieron secuestrar".

Hostiles, guardias vestidos de azul se pasean por el cementerio vigilando. "¿Qué?". Un sepulturéro da la respuesta, pidiendo discreción: "Cada vez que se ponen flores en la tumba de Allende tenemos la instrucción de sacarlas cuando la gente se va, para evitar incidentes. Y debemos borrar de inmediato cualquier inscripción".

Pero el recuerdo de Allende en la memoria colectiva del pueblo no puede ser arrancado como una flor o borrado como una pintada en un muro.

A una periodista, Allende le dijo, antes de ser presidente, que le gustaría "ser recordado como un chileno consecuente". Es algo que hasta sus adversarios admiten.

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