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MUNDOBASKET 86

El apoyo de la afición a la URSS protagonizó la mejor jornada

Luis Gómez

Drazen Petrovic y el resto de la selección yugoslava acogieron de muy mal talante la derrota ante la URSS (91-90) en las semifinales, en el encuentro que llegó a provocar las mayores dosis de fervor del público madrileño, que estuvo apagado con la selección española, se animó con la norteamericana, llegó a variar su apoyo hacia la remontada de los brasileños y terminó alcanzando el éxtasis con los soviéticos. La situación alcanzó detalles curiosos, como el de aficionados con banderas nacionales con el emblema del anterior régimen que gritaban "¡Rusia!, ¡Rusia!" en los primeros minutos del 18 de julio.Petrovic fue duro con los espectadores en manifestaciones posterires al partido, pero más lo fue Arapovic, que sugirió que el público merecía que los tanques soviéticos invadieran Madrid. Cosic culpó a los periodistas españoles por haber creado un ambiente en contra. El público fue el protagonista de la semifinal.

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Los espectadores llegaron a discernir, a la hora de las presentaciones iniciales, entre unos jugadores y otros. Aclamaron a Sabonis desde un principio y abuchearon sonoramente a Petrovic. Sin embargo, el público aplaudió a Dalipagic, jugador yugoslavo que militó en el Real Madrid, y el integrante de la selección yugoslava que más esfuerzos ha realizado por traer la concordia. Cada vez que Petrovic tomaba la posesión de la pelota, reaccionaba en contra. Pero hasta ese punto, la situación nada varió respecto a lo sucedido en las sedes de Tenerife y Oviedo.

La igualdad en el marcador, que duró casi todo el partido, se quebró por un momento a falta de cinco minutos para el final. El público se mostró agresivo contra los árbitros, que habían sancionado en exceso algunas acciones de los soviéticos y estaban permitiendo que los yugoslavos desenterraran su arsenal de tretas. Petrovic, en esos momentos, se tiraba al suelo sin pudor intentando provocar a Valters o a Kurtinaitis, Sabonis había tenido un pequeño altercado y Petranovic intentó agredir a Tijonenko. El público asimiló estas escenas cargando su agresividad con los yugoslavos y con la pareja arbitral. Llegó al punto de provocar la suspensión momentánea del partido durante varios minutos, arrojando abanicos de papel, naranjas y algún bote de refresco. A partir de ahí, reanudado el partido, los colegiados favorecieron a los soviéticos.

Faltaba un minuto y la diferencia era de nueve tantos. Petrovic ya había tenido el detalle de aplaudir al público; los yugoslavos empezaban a celebrar su clasificación con abrazos nerviosos. Pero un triple de Sabonis, seguido de otro de Tijonenko acercaron a la URSS al empate. A 26 segundos, Jomicius cometió una personal absurda, por lo que los yugoslavos tenían tiempo de sobra para entre-, tener la pelota sin necesidad de tirar. Pero el joven Divac cometió una violación -hizo dobles- y los soviéticos dispusieron de 12 segundos para reaccionar. El público estaba entregado a ellos de una. forma absoluta y Valters consiguió otro triple y empató el partido a 85.

Tras la victoria final, numerosos aficionados hicieron inútil el cordón policial para abrazarse a los, jugadores soviéticos, que se habían encontrado, de forma insospechada, con un ambiente tan favorable que rompía las experiencias que han vivido incluso en su propio territorio. Sabonis se fundía en abrazos con los aficionados. Jomicius se acercaba a la grada, á igual que Tijonenko, que buscaba el calor de los aficionados. Sabonis, un poco antes, se había acer cado al banquillo yugoslavo para propinar un par de cortes de manga. Ya lo había hecho igualmente antes de comenzada la prórroga Los yugoslavos, abatidos, recibieron toda esa descarga sin reaccionar; los más jóvenes se tiraron al suelo y lloraban.

El espectáculo tuvo otra vez tiente en los sótanos del Palacio de Deportes. Allí, en la pequeña sal de Prensa, el técnico Cosic recibí la recomendación de los periodistas yugoslavos de no hacer decl, raciones a la Prensa española, presunta culpable, según el técnico del ambiente en contra con que había encontrado su selección. La situación fue violenta aunque finalmente aceptó a una mínima declaración. Admitió la culpabilidad de Petrovic, pero se centró en los excesos de la crítica española.

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