Tribuna:

Una información elemental

La amnistía fiscal concedida por el Estado para aquellos propietarios de bienes culturales que declaren oficialmente la existencia de los mismos es una loable iniciativa encaminada a lograr algo tan elemental y básico como la realización de un inventario del patrimonio histórico-artístico mínimamente fiable, sin el cual toda la legislación al respecto es un simple papel mojado.Hasta el momento presente nuestro país había vivido en este campo dentro de la más peligrosa irrealidad: controlando de manera compulsiva hasta el último resquicioj urídico para atenazar la presunta mala fe del propietar...

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La amnistía fiscal concedida por el Estado para aquellos propietarios de bienes culturales que declaren oficialmente la existencia de los mismos es una loable iniciativa encaminada a lograr algo tan elemental y básico como la realización de un inventario del patrimonio histórico-artístico mínimamente fiable, sin el cual toda la legislación al respecto es un simple papel mojado.Hasta el momento presente nuestro país había vivido en este campo dentro de la más peligrosa irrealidad: controlando de manera compulsiva hasta el último resquicioj urídico para atenazar la presunta mala fe del propietario particular de obras de arte, pero sin tener la información elemental de quiénes lo eran ni siquiera la posibilidad de llegar a averiguarlo alguna vez.

Más información

En verdad el círculo formado con estos mecanismos legales obsoletos era vicioso: se intimidaba al propietario de los bienes artísticos, amenazándolo con todo tipo de medidas burocráticas y fiscales, hasta por fin persuadirlo de que lo más sensato que de verdad podía hacer era permanecer en la clandestinidad.

Ahora bien, un patrimonio clandestino no sólo no es tutelable desde el punto de vista de su adecuada conservación, sino que tiene todas las posibilidades para que su exportación ilegal llegue a quedar impune.

Probablemente nunca sabremos a ciencia cierta cuántos miles de piezas artísticas de interés hemos ido perdiendo en las últimas décadas gracias a esta descabellada situación.

Era imprescindible, por tanto, cambiar de actitud y transformar el recelo por la colaboración entre el Estado y los propietarios particulares. En este sentido la anmistía resulta ser un primer y prometedor paso, pero no debe ser el único.

La riqueza del patrimonio histórico-artístico de un país se basa sustancialmente en lo que coleccionan sus ciudadanos, que deben sentirse amparados y reconocidos por dedicar su tiempo e inversión a este menester.

Sin miedo

Sólo así no tendrán miedo de dar noticia pública de lo que poseen, y probablemente, al verse dignificados socialmente por estas aficiones, corresponderán con generosidad al Estado, bien por donaciones desinteresadas o acogiéndose a las diversas medidas fiscales de estímulo.

Por tanto, es casi seguro que la más inmediata y directa conseciaencia de la amnistía anunciada será el incremento de información sobre los bienes culturales existentes en España. Mas si tal incremento no se produjera en los niveles esperados, tampoco habría que desanimarse, porque se trata no sólo de cambiar una política, sino una mentalidad.

Estímulo

Desde luego, la experiencia histórica enseña que se ha conseguido mucho más en este tipo de asuntos con la colaboración y el estímulo que con un ordefiancismo de tipo intimidatorio, que sólo sirve para colmar de buena conciencia el espíritu de los responsables del Estado, que lo perderán todo pero, eso sí, sin que nadie les haga responsables.

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