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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El dedo de los dioses

El último Jueves a jueves de Mercedes Milá, antes de ocurrir, nos prometió un ladrillo que, una vez ocurrido, resultó ser un auténtico manjar televisivo, de esos que la televisión nos ofrece muy de tarde en tarde. La promesa, que le hacía a uno torcer la boca con escepticismo, era la de un -por fuerza árido y apto sólo para iniciados- debate entre los teólogos Raimundo Pániker y Olegario González de Cardedal y el periodista Juan Arias -corresponsal de este periódico en Roma- sobre la figura del papa Karol Wojtyla.Hace un par de años, la misma presentadora nos ofreció en su programa antecesor al de Jueves a jueves otro fuerte debate, éste sobre la situación política de Nicaragua, que, visto desde ahora, toma la forma de un remoto antecedente de las bondades de éste, tanto a causa de la calidad de ambos debates en sí mismos como de algunas inesperadas identidades en los impulsos de su desarrollo. Por ejemplo, la amable figura del poeta, sacerdote y político nicaragüense Ernesto Cardenal se convirtió en uno y otro programa en la espina que hizo saltar como un respingo no sólo la intensidad, sino también la inteligibilidad de una y otra discusión.

Ideas como mordiscos

En teoría, una polémica de esta árida especie, aunque tenga lugar entre expertísimos teólogos y cada uno de ellos sea a su manera un perfecto conocedor de los enigmas de Karol Wojtyla, tiene, si es -como efectivamente es el programa en que se emitió- para consumo de multitudes y a la misma hora de emisión en la otra cadena de una película muy bella y muy golfa de Marlene Dietrich, tantas posibilidades de ser realmente consumida por tales multitudes como la emisión de un enrevesado concierto de música concreta en competencia de horario con la retransmisión de la final de la copa del mundo de fútbol.Pero en la práctica -y ya que el match era teológico cabe hablar sin ironía de milagro- ese en teoría inhóspito debate de la primera cadena desbancó con toda justicia en gracia y atractivo a las preciosas maldades que la Concha Pérez de El diablo es una mujer peinó y rizó a través de Marlene Dietrich en la segunda cadena. No hubo color. Cuando la televisión en vivo muerde, nada ni nadie puede hacerle la competencia, y el encuentro -lleno de elocuencia y de noble dureza- entre Pániker, Cardedal y Arias en el último Jueves a jueves mordió.

No hay un espectáculo más reconfortante ni más adecuado para romper la inexpresividad del limitado medio televisivo que el de tres personas inteligentes que, conociendo a la perfección tres aspectos diferentes e incluso contradictorios de un mismo enigma, saben defender sus respectivos conocimientos como gatos panza arriba, pero sin sacar las uñas, con los zarpazos de la elocuencia como único recurso para hacer sangrar al contrario.

Pániker, Cardedal y Arias se enfrentaron entre sí con claridad, radicalidad, sin la menor contemplación, y a su manera los tres, pese a exponer miradas incompatibles sobre un mismo misterio, vencieron y de paso así mostraron que ese misterio del que hablaban era completamente real: hay un enigma Wojtyla, hombre que resiste la prueba de absorber como una esponja miradas que se excluyen recíprocamente.

Pániker defendió a las mil maravillas la idea de una revolución teólogica. Cardedal derrochó sagacidad y talento para defender con palabras nuevas la conservación de ideas tradicionales. Y Arias, en este espectacular encuentro de abstracciones hostiles, introdujo la concreción, el hecho, la anécdota. Y ahí es donde él admirable debate -ante el que Milá, con buen olfato, se replegó y dejó decir desde el empleo de la discreción como método de provocación- alcanzó su cumbre.

Anécdota y metafísica

La elocuencia afilada, precisa como un corte de cirujano, de Cardedal -y de Pániker también, a su manera, contraria a la de éste-, instalada como estaba en sus vastos dominios metafísicos, quedó repentinamente muda -o con la tartamudez de un no balbuciente- ante la intromisión por Arias de la anécdota en un debate de dimensiones enciclopédicas.Por ejemplo: ¿qué es, qué alcance tiene ese paternal, gruñón, delicadamente acusador dedo índice del Papa en el aeropuerto de Managua sobre la frente arrodillada de Ernesto Cardenal? He aquí una espina periodística con difícil solución metafísica, porque en esa imagen abismal que ha recorrido el mundo hay el enunciado, indirecto pero inequívoco, de una tensión revolucionaria instalada en el corazón mismo de esa cristianía que Pániker -otra vez dueño de su látigo verbal- enunció apasionadamente.

Es aquí donde el duro debate se hizo auténtica pelea y las ideas manejadas se convirtieron de pronto en armas nobles, pero arrojadizas. Al fondo de todo asomó el fantasma de Leonardo Boff y su teología de la liberación, disparada como un inquietante puente entre las concreciones de aquí abajo y las abstracciones de ahí arriba.

Sobre ese puente, la anécdota periodística comenzó a adquirir proporciones teológicas y la teología adelgazó para poder pasar por el aro de la anécdota periodística. Todo un encuentro, en el que tres contrarios derrocharon razón. No se ve todo los días un espectáculo así en la televisión: la conversión de grandes ideas en pequeñas imágenes, de la dialéctica en esgrima, de sucesos terrenales en acontecimientos angélicos.

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