Los anarquistas, hoy
A algunos se les saltaron las lágrimas. El programa Los anarquistas, emitido el pasado domingo, tenía todos los ingredientes para el recuerdo y la nostalgia. Los viejos cenetistas que explicaban la irresistible ascensión y caída de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), las antiguas imágenes de banderas desplegadas, la utopía de un mundo sin pobres y sin ricos.Faltó, no obstante, una mayor precisión sobre la situación actual de la CNT. La central anarquista se debate hoy en una encrucijada muy parecida a la del pasado. Sus divisiones internas, las divergencias que conviven en su seno repiten viejos problemas de la CNT. El programa, que sirvió para darnos una visión de la vieja CNT, no fue capaz de ofrecer su imagen actual.
Tal vez hubo un exceso de viejos militantes. Militantes que hablaron del pasado y muy poco del presente. Casi todos ellos forman parte de la CNT del exilio. Ninguno habló de la CNT de hoy, de la CNT que trata de romper con las viejas ideas que, precisamente, desde fuera de España están provocando una nueva escisión en la CNT.
Como representante de la nueva CNT apareció la imagen y la voz de Carlos Ramos que fue presentado como miembro del Comité Regional del Centro. Hoy -y desde hace unos meses-, Carlos Ramos es secretario general de la CNT, sector Congreso de Valencia, rama del sindicato que trata de imponer, un nuevo concepto a las ideas anarquistas y que mantiene una lucha con el sector oficial por la titularidad de las siglas.
Carlos Ramos no supo expresar en qué consistían estas.diferencias. Tal vez porque la: grabación se adivinaba lejana y porque el programa tuvo un final excesivamente precipitado que contrastaba con el respeto y el cuidadísimo tratamiento que se dió a sus orígenes y su expansión.
Hubo ausencias notables. La más destacada -sobre todo en la actual etapa del sindicato-, fue la de José Bondía. Hombre que, al margen de sus errores o aciertos, ha sido el impulsor de la nueva CNT. Tampoco el programa explicó las conexiones -si las hubo- entre la organización anarquista y sucesos aún recientes en la memoria: el caso Scala, que tanto daño hicieran a la ideología anarquista.
Posiblemente sea cierto que la CNT hoy no tiene nada que ver con el sindicato que fue. Y su fuerza se encuentre diluida entre los viejos exiliados, la línea oficial y el sector progresista. Pero, precisamente por ello, la CNT hubiera necesitado de un análisis en profundidad de su actual situación y, sobre todo, se tendría que haber dado la oportunidad a los que aún sostienen la antorcha libertaria de explicar a la sociedad si la Confederación Nacional del Trabajo pertenece a la historia, o si todavía es capaz de ocupar un espacio en el mundo del trabajo.
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