Heribert Barrera, el guardián de las esencias
Emparedado entre la presencia abrumadora de Jordi Pujol y la pugna perpetua del aspirante Raimon Obiols, la austera compostura de Heribert Barrera se mantiene imperturbable, fiel a su papel de guardián de las esencias catalanas dejándose querer por sus pretendientes para tejer alianzas poselectorales, pero haciendo a la vez oídos sordos a los cantos de sirena de una izquierda que pretende rescatarlo del acogedor y generoso regazo de Convergéncia i Unió.Hijo de Martí Barrera, dirigente de la CNT, diputado en el Parlament y en las Cortes y conseller de la Generalitat durante la guerra civil, Heribert Barrera, de 66 años, vivió la política casi desde la adolescencia. Miembro de las juventudes de Esquerra, conoció el exilio y los rigores de los campos de concentración en Francia. Químico -de los químicos de Montpellier, como diría Fabián Estapé-, se licenció también en Matemáticas por esa universidad francesa, se doctoró en Física en la Sorbona y su trabajo científico le llevó hasta Nueva Hampshire (EE UU)
Cuando regresó del exilio, a principios de los cincuenta, se incorporó a la dirección de Esquerra en la clandestinidad y fue elegido secretario general en 1976. Desde 1970 es profesor de Química Inorgánica en la Autónoma de Barcelona.
Barrera posee una virtud ampliamente reconocida: no tiene pelos en la lengua y siempre dice lo que piensa. Sin inmutarse, arquea la boca, sus ojillos chisporrotean con viveza y, con una voz que parece surgir de profundidades estomacales, suelta cosas como éstas: "La democracia no ha servido para que recuperáramos las libertades perdidas"; "quien no reivindica el derecho a la autodeterminación no es nacionalista"; "acatamos unas leyes que, por desgracia han sido votadas por la mayoría de nuestro pueblo", o "podemos reclamar tranquilamente el derecho a la independencia". Cosas que a menudo provocan irritación, sobre todo fuera de Cataluña, sentimiento que él se apresura a amortiguar con una riqueza de matices dirigida a personas poco amantes de los matices. Que si él votaría contra la independencia, pero un derecho debe ejercerse ... ; que si no discute la cooficialidad de las lenguas, pero está en contra del bilingüismo... Toda una maraña que le permite ser fiel a lo esencial -los principios nacionalistas- e ir tirando en lo accidental: apoyo crítico al pactismo pujolista.
Barrera dice lo que piensa, pero quizá no hace siempre lo que dice. Anunció que no volvería a presidir el Parlament, y ahora afirma que dependerá de la mayoría que salga de las urnas. Durante la transición democrática, Esquerra ha protagonizado un baile de alianzas con parejas tan diversas como el Partido del Trabajo de España en las elecciones legislativas de 1977; socialistas y comunistas en las listas para el Senado de ese mismo año, y CiU en las elecciones para el Senado de 1979... En el entreacto, la polémica sobre el apoyo prestado al partido republicano por la patronal Fomento del Trabajo en las elecciones autonómicas de 1980, y, como pieza final, el respaldo parlamentario a CiU en el Parlament en aras de la gobernabilidad de Cataluña.
Barrera ha recitado también en estos años la máxima Esquerra soy yo, y en el camino se han ido quedando algunos históricos como Josep Andreu i Abelló o Joan Casinellas, y muchos jóvenes del sector renovador, que ahora, para castigar a Barrera, dan su versión sobre el enigmático eslógan Votar ERC es votar dos veces: sí, dicen, una a Esquerra y otra a Pujol.
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