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Reportaje:

Gerardo Iglesias: "Carrillo me propuso que el PCE tuviera una dirección bicéfala"

Muy pocos días después de que el asturiano Gerardo Iglesias fuese elegido, por amplia mayoría, nuevo secretario general del Partido Comunista de España (PCE), su antecesor, Santiago Carrillo, le planteó la posibilidad de que los comunistas españoles estuvieran regidos por una cúpula bicéfala. Iglesias no quiere responder directamente cuando se le pregunta quién se lo propuso, quién aspiraba a formar dúo con él en la cúpula del partido. Se ríe: "Bueno, ese es evidente. Ya se sabe, ¿no?".

Se puede saber, se le comenta, porque el sentido común apunta hacia un solo nombre, el de Santiago Carrillo, y además la pregunta que originó tal declaración una: "¿Qué ha pasado entre usted y Carrillo para que éste le presentara en noviembre pasado como su hombre de confianza y ahora no se dirigen la palabra como no sea para lanzarse ataques mutuos?". "Sí, claro", responde Iglesias, " sólo puede ser esa persona, pero es que nunca había hablado de esto con ningún periodista, y me gustaría no añadir nada".El caso es que tras los desastrosos resultados electorales obtenidos por el PCE el pasado 28 de octubre, que obligaron a Santiago Carrillo a presentar la dimisión, éste eligió sucesor, y se propusc) el nombre de Iglesias como "el único hombre", diría entonces Carrillo a los periodistas, "capaz de lograr la unidad de todos los comunistas. Tengo plena confianza en él". Cuando Iglesias fue elegido nuevo secretario general, lo primero que hizo fue regresar a Oviedo a curarse de la fuerte gripe que le aquejaba. Muy pocos días después se encuentra, nada más pisar Maclirid, con la propuesta de Carrillo de dirigir a medias el PCE.

"Yo le recordé", señala Iglesias, "las tres condiciones que había expuesto ante el comité central antes de que nadie emitiera un solo voto, es decir, que, si me elegían, el nuevo secretario general iba a ser yo, y como tal iba a ejercer; en segundo lugar, que no me montaría en el caballo de la rutina, sino que se cambiaría todo lo que fuera necesario, y en tercer lugar, que, no aceptaría la secretaría general si no se me concedían poderes para cambiar al secretariado". Un secretariado hecho por Carrillo a su imagen y semejanza, y del que el ex secretario general saldría voluntariamente al asumir el cargo Gerardo Iglesias.

A partir de ese primer encontronazo, Iglesias y Carrillo comenzaron a discrepar en algunas cuestiones importantes: el análisis de los resultados electorales del 28 de octubre, la celebración del congreso extraordinario que pedían Nicolás Sartorius y Jordi Solé Tura, entre otros ("Yo no lo apoyé porque el congreso extraordinario hubiera significado la ruptura del partido, pero comprendía a Sartorius y a Solé Tura. En muchas cosas de las que decían, tenían razón, frente al rechazo absoluto que otro sector del partido les demostró desde el principio"); el conflicto de Sevilla ("Otros querían seguir con los metodos habituales de expulsión" y, en general, la actitud ante los expulsados. Iglesias siempre se ha mostrado partidario "no sólo de abrir las puertas a los miles y miles de comunistas que se han ido, sino que además hemos ido a sus lugares de trabajo o a los barrios para decirles que las puertas están abiertas", política que Carrillo nunca ha compartido.

La conferencia nacional

Cuando se celebró la conferencia nacional del PCE -fórmula que sustituyó al congreso extraordinario-, en diciembre pasado, donde la mayoría respaldó las tesis renovadoras del nuevo secretario general, las relaciones Iglesias-Carrillo estaban ya tan deterioradas que este último no quiso asistir. "Yo le pedí", cuenta Iglesias, "le rogué incluso, que asistiera a la conferencia y que allí expusiera todas las quejas en un debate público, porque entendía que era la única forma sensata de resolver las cosas, pero se negó". Aunque estos incidentes resultaban muy desagradables, la nueva dirección comunista, que había apostado por la renovación, no se preocupó seriamente por la cuestión hasta el mitin de Santiago Carrillo en el cine Europa, de Madrid. Entonces (20 de marzo), Carrillo dejó boquiabiertos a Iglesias, Curiel, Camacho y Sánchez Montero cuando el antiguo secretario general se lanzó en tono encendido a proclamar la vieja consigna de Proletarios y pueblos de todo el mundo, uníos, y a continuación vaticinar que "la hora revolucionaria llegará pronto a la Europa reformista", resucitar el término de pequeñoburgueses y calificar de pulgas a los renovadores que él mismo había expulsado del partido. "Después de oír todo lo que oímos en ese mitin", recuerda Gerardo Iglesias, "convoqué una reunión urgente del comité ejecutivo, a la que también vino Carrillo, y allí se dijeron cosas muy duras. Fue entonces cuando de verdad empezamos a preocuparnos por el rumbo que tomaban las cosas". Sin embargo, Gerardo Iglesias admite que no se imaginaba que las cosas llegaran a los extremos de enfrentamiento casi visceral que ha podido observarse en la reunión del comité central de la semana pasada. "Yo ya sabía que iba a haber problemas. Lo supe cuando asumí la secretaría general, y contaba con ello como algo necesario antes de pacificar totalmente el partido. Pero mentiría si dijera que he intuido que iba a ser Carrillo quien encabezaría todo esto". "¿Qué sintió usted cuando Carrillo le llamaba blandengue y socialdemócrata?". "Nada", contesta Iglesias, "nada, porque era tan injusto, carecía tan por completo de razón todo de cuanto se nos ha acusado, que no sentí nada especial. Llamarme a mí socialdemócrata, que he pasado media vida en la cárcel, he sido minero, comunista, marxista toda mi vida. Además", añade, desafiante, "desde que asumí la secretaría, ¿quién puede argumentar que el PCE no sea un partido de izquierdas, marxista hasta la médula? Todos esos calificativos eran tan absurdos que no tengo nada que comentar".

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