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Historias de fútbol, amor y odio

La rivalidad bilbaíno-donostiarra se ha prolongado durante décadas. Esta tarde, ambos equipos se enfrentan en San Mamés, y el encono y los celos se renuevan

Ya se sabe que la imprecisa frontera que separa el amor del odio es tan estrecha como un silbido. Entre el amor apasionado y el rencor sordo han oscilado desde siempre las relaciones entre las hinchadas del Athlétic y la Real, equipos que se enfrentan hoy en el viejo San Mamés. Al fin y al cabo, desde Caín y Abel es conocido que todo sentimiento de hostilidad es el resultado de un amor no correspondido, y que quienes ayer mismo fueron uña y carne pueden arafiarse mutuamente hoy, a nada que cambien los vientos. En el caso de donostiarras y bilbaínos, la cosa viene de lejos.

La imagen de Kortabarría e Iríbar saliendo juntos al campo de Atocha el 5 de diciembre de 1976, al frente de sus respectivas formaciones y sosteniendo entre sus manos una ikurriña -todavía no legalizada-, fue interpretada por algunas personas, sin duda faltas de perspectiva histórica, como el definitivo final de la guerra fratricida entre rojiblancos y txuri-urdinak. En realidad, se trataba tan sólo de una tregua temporal, similar a otras anteriores, si bien en esa ocasión el armisticio se prolongó más de lo acostumbrado.Los más rencorosos de entre los bilbaínos no han olvidado que aquella tarde de diciembre los propietarios de Atocha endosaron a sus vecinos un rotundo 5-0. Llovía sobre mojado, porque era la novena temporada consecutiva que los rojiblancos salían derrotados de Atocha. Siguieron saliendo juntos al campo, fotografiándose entremezclados y todo eso, y siguió venciendo la Real. A mayor abundamiento, los donostiarras han obtenido dos empates y dos triunfos en sus cuatro últimas visitas a San Mamés.

En fin, desde que ambos equipos se fotografiaron juntos por última vez (temporada 1979-1980; venció la Real en Atocha por 4-0) ha habido de todo. Desde el orgullo de hermano mayor con que la hinchada de San Mamés celebró el gol en el último minuto de Zamora en Gijón hasta el mutuo desdén expresado en abucheos, al tanteador simultáneo que anunciaba un gol del otro en algún lejano campo

Los reproches esgrimidos por unos y otros son, en el fondo, equi valentes. Así, nueve de cada diez donostiarras coincidirán en evo car la típica chulería bilbaína, y re prochan a sus vecinos cierta chochería y falta de realismo por su manía de hacer valer, venga o no a cuento, lejanos historiales. Pero no menos envenenados son los reproches devueltos por los de San Mamés, para quienes el comportamiento de los donostiarras en los últimos años recuerda al del nuevo rico, que, poco acostumbrado todavía al reciente esplendor, tolera mal el éxito ajeno y considera inaceptable el más ligero traspiés propio.

La tregua o el mal menor

La situación actual puede considerarse de transición. Al finalizar el partido ganado hace dos sábados por la Real al Barcelona, los seguidores donostiarras corearon "Athlétic, Athlétic", lo que quizá quepa interpretar como el anuncio de una nueva tregua. Los más desconfiados de entre los asiduos a San Mamés abrigan, sin embargo, la sospecha de que se trataba simplemente de la traducción al guipuzcoano de la estrategia maoista del frente único contra el enemigo principal, o quizá de la doctrina de Pío XII sobre el mal menor.

"Nosotros", decía recienteménte en una cena de confraternización un donostiarra, severo profesor de Derecho Político en la vida civil, lo único que tenemos claro es quién no queremos que quede campeón".

"El Madrid, claro", completó un bilbaíno ingenuo, que creyó adivinar lo que ponía al otro lado.de la página.

"El Athlétic, naturalmente"', corrigió el que había hablado antes. 'To que pasa", añadió, "es que tampoco nos gusta que gane el Madrid, y en ésas estamos".

Entre Mao Zedong y Pacelli se mueven los sentimientos actuales de los seguidores realistas respecto al Athlétic.

En el pasado también ha habido de todo. Entre las heridas todavía no cicatrizadas ocupa un lugar destacado la derrota sufrida por el Athlétic en Atocha a finales de la temporada 1969-1970. Las expulsiones de Arieta y Rojo ocurridas en aquel día costarían a la larga el título a un Athlétic que había ido en cabeza durante toda la Liga. Los agravios sufridos por los de San Sebastián han tomado casi siempre la forma de masacres en el tanteador; pero también hubo una ocasión (en 1930) en la que los de San Mamés impidieron a la Real obtener el que hubiera sido su primer título liguero, mediante el recurso canalla del goal-average.

En la primavera de 1905 ...

La cosa, pues, viene de lejos. Desde el primer día, en realidad. El primer partido entre bilbaínos y donostiarras se celebró en la primavera de 1905, en los campos de Tamiako (Vizcaya). El encuentro que finalizó con empate a un gol, estuvo a punto de suspenderse porque, tratando de rivalizar en caballerosidad, ambos teams se empeñaron en que fuera el otro quien designara el árbitro. La trifulca, equivalente a la discusión entre dos poteadores emperrados en pagar la consumición, constituye el acta fundacional de la rivalidad bilbaíno-donostiarra.

En abril de 1909, el Ciclista Football Club de San Sebastián -antecedente inmediato de la Real-, que se proclamaría campeón de España, derrotó al Athlétic por 4-2, pero el partido de revancha, jugado un mes después en Bilbao, finalizaría con un rotundo 8-0. Un tercer encuentro -la buena- celebrado en el velódromo donostiarra en junio del mismo año sancionaría la superioridad del Athlétic, que volvió a vencer, esta vez por 3-0.

Empate bajo la lluvia

La cosa debió sentar muy mal a los vecinos de la Concha, porque a comienzos de la siguiente temporada arremetieron contra los jugadores bilbaínos, que empataron a uno bajo torrencial lluvia en el campo de los donostiarras. Empapados y empatados acabaron el partido los jugadores, y la directiva bilbaína hacía pública una nota lamentando que el público no hubiera sabido "guardar con los sportmen forasteros las debidas consideraciones" y que hubiera aquél "traducido su apasionamiento en irritantes e incultas manifestaciones".

Una crónica de la época (20 de marzo, de 1910) refleja el crecimiento de la rivalidad. Se jugaba en San Sebastián el Campeonato de España, y en el primer encuentro, en el que se enfrentaban el Athlétic y el Madrid, el público donostiarra, según un diario de Bilbao, "ha estado apasionadísimo, originando varios lamentables incidentes en su deseo de que triunfasen los de la corte". Pese a tal deseo, los bilbaínos no sólo se clasificaron para la final, sino que vencieron en ésta, y precisamente al equipo de San Sebastián. Otra crónica de la época, dando cuenta del hecho, podía, por su circunspección, ser citada como ejemplo en el libro de estilo no ya de un periódico cualquiera, sino del mismísimo Código Civil: "El Athlétic", informaba un diario de Bilbao, "campeón de España. Un gol de los del Bilbao, marcado por Iza, por cero del San Sebastián. Al terminar el partido los vencedores fueron apedreados".

De que ya entonces la sociedad estaba dividida en clases da prueba la nota difundida al día siguiente por la directiva bilbaína: "El Athlétic muestra su agradecimiento al club donostiarra y al público de preferencia. No así al de general, por haber tenido varias muestras de incultura, como la de apedrear a nuestro equipo a la salida del campo".

El clima de hostilidad se prolongaría hasta el verano de 1912. Ambas directivas acordaron entonces una tregua y organizaron sendos partidos, a celebrar en Jolaseta y Ondarreta, que sirvieran para hacer las paces. Las hubo hasta finales del año siguiente, en que se rompieron a paraguazos con motivo, según un periódico local, de la reacción de los seguidores bilbaínos contra un donostiarra, que no encontró mejor expresión de entusiasmo que volverse al sector bilbaíno, cerca del cual había varias señoritas, y hacer por dos veces un signo indecente".

"Nunca hubiésemos creído ... "

Pero sería sobre todo a partir de la temporada 1915-1916 cuando la rivalidad se tensaría al máximo. "Nunca hubiésemos creído", escribía el enviado especial del diario guipuzcoano La Crónica, el 10 de enero de 1916, "que en el pecho bilbaíno residieran gérmenes tan bajos como los exteriorizados ayer en San Mamés. Ni hubiéramos pensado que, cual borregos, cumplieran exactamente las sandeces ruines y venenosas que unos cuantos zulús les han expuesto, diciendo de todo menos lo que es sport". El partido a que hacía referencia el periodista donostiarra finalizó con la victoria bilbaína por 4-0, pero al término del campeonato regional Athlétic y Real acabaron empatados.

La falta de acuerdo entre ambos clubes a la hora de elegir un escenario neutral para el desempate provocó una gravísima crisis nacional, en la que acabaron por verse implicados hasta el ministro de la Gobernación y lbs gobernadores civiles de Vizcaya y Guipúzcoa. Este último respondió a un íntento de mediación del ministro con un telegrama en el que advertía que, "de continuar el lenguaje intemperante y apasionando por ambas partes, suspendería el partido anunciado. Hace tiempo que estas luchas deportivas vienen ofreciendo en estas provincias un carácter violento de emulación regional y local, y conviene atajar tales tendencias antes de que puedan provocar serios conflictos de orden público".

La guerra fría se transformaría en conflagración ardiente en la temporada 1917-1918. El 16 de febrero de este último año se enfrentaban en San Sebastián los ya eternos rivales en partido decisivo para el título de campeón regional. Empate a dos tantos registraba el marcador cuando, según la crónica de La Gaceta del Norte, a falta de siete minutos, se produjo la catástrofe. Belauste y Mariano Arrate tuvieron un encontronazo. El hermano de Arrate, que jugaba de medio, se asustó por el encontronazo y se fue a Belauste, dándole un puñetazo. Fue la señal de empezar. El público se lanzó al campo. A Arrate le entregó un espectador un bastón, y con él se fue de nuevo a Belauste, volviéndole a agredir. ( ... ) Los bárbaros agresores se lanzaron con sus bastones sobre todo jugador bilbaíno qué encontraban. Entre tanto, los jugadores donostiarras, en lugar de amparar a sus compañeros de Bilbao, se habían marchado del campo".

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