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Se confirma la resurrección de la Liga de baloncesto

La Liga de baloncesto, después de muchos años, ha «resucitado» o, al menos, ha experimentado una notable mejoría, ya que si no estaba muerta, indudablemente padecía una enfermedad que parecía incurable. No se acertaba o no se quería acertar con el tratamiento. Sin embargo, poco a poco, se han aplicado medidas que en cierto modo han mejorado bastante la monotonía existente, pese a que los principales síntomas continúen igual. En la tercera jornada, tan sólo Real Madrid y Barcelona están invictos, y todos los equipos ya han puntuado.

El hecho de aligerar la medida de la retención, la intervención más amplia de las firmas comerciales, sin cuya existencia el baloncesto no puede subsistir (y, como ejemplo claro está Italia, donde la competición goza desde hace unos años de un extraordinario interés), y la incorporación de los equipos modestos al mercado norteamericano, en el sentido de que apuntan mejor a la hora de fichar, ha contribuido de forma muy importante a dar mayor interés a la Liga. Junto a esto no hay que olvidar la labor arbitral, que hace que el factor cancha no sea tan decisivo como antes, en que el caserismo estaba a la orden del día.En baloncesto, evidentemente, se hacen difíciles las sorpresas. No hay que olvidar que se juega en una cancha de veintiocho por catorce metros, y el balón se maneja con la mano. En este aspecto es bueno recordar que el intento que hubo en la creación de las quinielas fracasó porque los buenos aficionados no fallaban. Entonces, la noticia está en que en estas tres primeras jornadas se hayan producido resultados inesperados, aunque no por ello dejan de tener su explicación.

El americano, termómetro del equipo

El punto más importante en todos y cada uno de los equipos, pero de forma espectacular en los equipos modestos, es el norteamericano del equipo. Si tiene una buena actuación, el equipo puede ganar. En caso contrario, el triunfo se hace casi imposible. Si para muestra vale un botón, ahí está el caso del triunfo del Estudiantes en la pista del Joventut. Los verdinegros, que jugaron muy bien en el Paláu, se encontraron con seis puntos de Carlson, mientras que Larry Gibson cuajó su primera buena actuación y, además de hacer la canasta decisiva en el último segundo, sumó treinta puntos. El americano es un auténtico termómetro en la mayoría de los casos.

La excepción que por ahora confirma la regla es Philips, en el Mollet. Philips es el máximo anotador, y el Mollet figura en última posición. Pero es que el termómetro no puede «subir», pese a que el Barcelona se ha procurado un buen fichaje por si le hace falta para la próxima temporada -lo «ha colocado» en el Mollet, pero parece que tiene opción sobre él a través de Moncho Monsalve-, porque el baloncesto es un juego de cinco, y los otros cuatro bajan mucho. Aún así, es fácil que dé más de un disgusto.

El interés, de cualquier forma, está asegurado, tanto en la lucha por el título, entre Real Madrid y Barcelona, como por la consecución de la tercera plaza, que intentarán arrebatar al Joventut.

El Valladolid de Cabrera y Davis se presumía como animador de la Liga, pero en otro sentido. Quizá quiera abarcar demasiado, o quizá le pase que quiere copiar lo malo del fútbol, dineros incluidos. No es eso, y los directivos y los aficionados deben planteárselo muy seriamente, si no quieren acabar como el garbanzo negro de la competición. De momento cuentan sus actuaciones en Valladolid por escándalos de diversa índole.

Los árbitros deben afrontar el reto

El «reto» de esta nueva Liga está lanzado. Lo que hace falta es que no se desmadre en ningún sentido, y que los árbitros -parte fundamental- no se arredren, y con más,o menos errores no caigan en lo que se había convertido en habitual: el caserismo. Ellos, como jueces, tienen en su mano la llave para hacer que la competición sea una u otra cosa. Por ahora, la Liga de baloncesto y el baloncesto en sí están de enhorabuena, no por el reencuentro, ya que nunca estuvo en buenas manos, sino con esta evolución que, quizá, no necesite de ninguna revolución para que termine gustando a todos.

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