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Reportaje:Fórmula 1

Jody Scheckter, un extraño campeón del mundo

El surafricano Jody Scheckter, de veintinueve años de edad, acaba de proclamarse nuevo campeón del mundo de fórmula 1. Scheckter, ídolo ya de los tiffosi italianos por haber devuelto a Ferrari el título mundial, es un hombre hosco, huraño, que no da en absoluto el tipo de ídolo que puede mover la pasión de los aficionados. El Oso, como le apodan sus compañeros en el Circo de la fórmula 1 por su extraño carácter, es, a pesar de la permanente seriedad de su rostro, un gran piloto, quizá el mejor conductor de todos cuantos; componen el mundial de fórmula 1: no comete errores y es sumamente regular. Ignacio Lewin analiza al nuevo campeón.

Su carácter huraño le ha privado durante años de una mejor imagen, hasta el punto de haber recibido el Premio Limón como el piloto más antipático de todos cuantos componen el Circo. Pese a ello, sus enormes cualidades técnicas le han permitido, durante sus siete años de actividad en la máxima categoría, asentarse en uno de los puestos de privilegio, que ahora incluso habrá mejorado al proclamarse campeón.Jody Scheckter debutó en la fórmula 1 en el Gran Premio de Estados Unidos de 1972, cuando sólo contaba veintidós años de edad y el Circo estaba dominado por pilotos de mucha mayor edad. Si hoy día es aún muy difícil el acceso de un piloto tan joven a la categoría reina, hace siete años era prácticamente imposible. Pero el surafricano, después de unos años de actividad en su país, en los que demostró sus enormes posibilidades, saltó directamente a la fórmula 1.

Sus primeras actuaciones llamaron la atención de tal manera que hubo una enorme polvareda en torno a su persona. Los espectadores de cualquier circuito vibraban de emoción al verle derrapar de un lado a otro de las curvas, con el coche perfectamente controlado, hasta llegar justo a las barreras de protección, con las que no se golpeaba por milímetros. Todo eso a más de doscientos kilómetros por hora y con coches cuya estabilidad y competitividad dejaban mucho que desear.

Merced a su arriesgadísima y espectacular conducción, Jody Scheckter pudo controlar en algunas carreras, siquiera parcialmente, a los mejores pilotos de aquella época, que contaban además con coches muchísimo mejores que el suyo. Pero, una y otra vez, las averías, fruto de su forzada conducción, o los accidentes, motivados por idéntica razón, le apartaban de las clasificaciones finales de las carreras. Y, al mismo tiempo, la estructura general del Circo arremetía contra él no tanto por esa arriesgada conducción que, como decían ellos, ponía en peligro al resto de los pilotos, sino porque un jovencito se estaba permitiendo poner en evidencia a los grandes y podía resquebrajar la hasta entonces férrea estructura.

1974, primer triunfo

Scheckter tuvo que esperar hasta 1974 para conseguir su primera victoria. Había fichado por Tyrrell y, bajo las órdenes del ex maderero y propietario del equipo, Ken Tyrrell, había llegado a controlar un poco su fogosidad, sin por ello perder agresividad. Suecia y Gran Bretaña fueron sus dos primeros triunfos que, unidos a otros buenos resultados, le llevaron a terminar el campeonato en tercera posición. Un año más tarde, precisamente en su tierra natal, Suráfrica, Scheckter volvía a repetir el triunfo; pero, en esta temporada de 1975 sus éxitos fueron escasos, y la temporada se cerró con un discreto séptimo lugar.Pero en 1976, una temporada más tarde y siempre sobre Tyrrell, el surafricano volvió a repetir el éxito con su victoria en Suecia, pese a que los coches de Ken Tyrrel no eran las mejores armas para poder ganar carreras. De cualquier forma, Scheckter pudo, gracias a su regularidad, terminar el año, una vez más, en tercera posición del campeonato.

Después de esto, en 1977, el piloto surafricano fichaba por la naciente escudería Wolf, para la que ganaría tres carreras más en esa temporada -Argentina, Mónaco y Canadá-, para terminar la temporada como subcampeón del mundo, inmediatamente detrás del austriaco Niki Lauda, quien, merced a su táctica conservadora de amarrar resultados aunque no fuesen excesivamente brillantes, se había alzado con un título que moralmente debería haber recaído en el italonorteamericano Mario Andretti.

En la pasada temporada, el nuevo modelo diseñado por los técnicos de Wolf no dio resultado, y Jody Scheckter no pudo repetir sus éxitos de los años precedentes, terininando el campeonato en el séptimo lugar. Pese a ello, los directivos de Ferrari pusieron sus miradas en el surafricano para encargarle de sustituir al argentino Carlos Reutemann, primer piloto de la escudería italiana, quien no había podido lograr el objetivo de renovar el título que conquistara Niki Lauda, antes de marcharse. Además, el argentino había presentado muchos problemas internos de convivencia en el seno del equipo -siempre es difícil la convivencia en una escudería de fórmula 1, donde la tensión acentúa toda clase de inconvenientes-, que crearon bastante malestar entre el piloto, directivos, técnicos y mecánicos.

Lo extraño del caso es que el surafricano es un hombre de un carácter muy huraño, que le ha valido el Premio Limón al piloto más antipático en la pasada temporada. El sustituir a Reutemann, un hombre muy extraño, por otro de similares características podría parecer un error; pero la labor realizada por el manager del equipo, Mauro Forghieri, para imponer la armonía, y la inteligencia de Scheckter para escarmentar en cabeza ajena, han resuelto el problema, con el resultado de que quizá sea precisamente Ferrari el equipo más conjuntado de todos los que en la actualidad forman el Circo de la fórmula 1.

Porque, si Scheckter no es un piloto especialmente rápido, como lo prueba el que en 97 carreras de fórmula 1, disputadas en sus siete años de actividad, sólo consiguió salir desde el primer lugar de la parrilla -reservado al piloto más rápido de los entrenamientos oficiales- en tres ocasiones y tiene un hosco carácter que le ha llevado a ser denominado El Oso, es un piloto muy seguro, muy regular y con una capacidad de conducción extraordinaria. Algunos de sus rivales en la fórmula 1 han llegado a decir que el surafricano es el piloto que mejor conduce de todos cuantos forman el Circo, por lo que resulta un ganador en potencia de cualquier carrera y mucho más aún, gracias a su seguridad y regularidad, de un campeonato. Sólo necesita una máquina capaz de ganar carreras para poder demostrarlo, y en Ferrari la ha encontrado.

Rápido acoplamiento

Sin embargo, su trabajo en esta temporada que le ha dado el título mundial no ha sido fácil para Jody Scheckter. En pocos meses, el surafricano tuvo que adaptarse a un coche totalmente nuevo y desconocido para él, labor nada fácil y que suele llevar algún tiempo incluso a los mejores dotados. Al mismo tiempo, Scheckter tuvo que acoplarse con un equipo nuevo, con una forma de trabajar, además, completamente diferente a las que había podido experimentar Scheckter en las distintas escuderías por las que ha pasado, al variar por completo el temperamento italiano respecto al brítánico. Para complicar aún más las cosas, Scheckter tuvo que aprender a pilotar un monoplaza calzado con unas ruedas, como las Michelín, de comportamiento opuesto a las Good-year, que él siempre había utilizado. En esa labor, eso sí, los consejos de su compañero de equipo, el canadiense Villeneuve, fueron fundamentales; máxime después de los errores del surafricano en la elección de las ruedas en las carreras de Suráfrica y Estados Unidos, que le costaron sendas victorias en beneficio del canadiense.Pese a todos esos inconvenientes, la gran calidad de Jody Scheckter ha podido superar todo y alzarse con un título mundial, cuando aún faltan dos carreras para terminar la temporada. Con sólo 29 años de edad y un contrato con Ferrari de un año más -por el que recibirá 65 millones de pesetas-, el surafricano tiene grandes posibilidades de seguir en los puestos de cabeza.

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