Toros
RTVE tia empezado a incluir información taurina en sus servicios informativos, y en el Telediario segunda edición sale con imágenes. No hay referencias de que estos servicios informativos se hayan empobrecido con la inclusión de los toros en sus pautados. Por el contrario, todo parece indicar que ahora los espectadores están mejor informados.Ya están los toros en pantalla. Sólo falta completar la aún precaria información de forma que las secuencias de festejos que se emiten tengan sentido. Por lo que hemos visto, se empalman tres trozos cualquiera de otras tantas faenas, y con eso vale. Lo cual es como decir que no vale, porque filmación y montaje deben hacerse con criterio, para ofrecer la esencia de lo que fue la corrida.
De cualquier forma, el tema taurino tiene tratamiento suficiente con su presencia en los telediarios y el programa Revista de toros, que ya Ileva unos años en programación. Las retransmisiones en directo, en cambio, son un lujo que si RTVE puede pagarlo, la fiesta y el espectador no lo soportan. A no ser que cambie radicalmente la forma en que se hacen esas retransmisiones. Una corrida de toros es un gran espectáculo, de múltiples y muy atractivas posibilidades para la televisión. Lo que normalmente se retransmite, en cambio, es un lamentable sucedáneo que ni los más aficionados consiguen aguanta más allá del tercer toro.
Puede haber razones de peso para ello -no lo dudamos-, pero que se diluirían en cuanto se apli cara una política de transparencia y buen gusto. Como a los derechos que RTVE paga se une un tanto por localidad no vendida en la plaza, es normal que el empresario negocie la retransmisión de su festejo de feria con menor fuerza taquillera. Algunos han montado corridas sólo para que se televisen y lo han conseguido. Cómo lograron colar el truco en Prado del Rey es cosa que podrían aclarar las partes interesadas en el negocio una de ellas el propio Prado del Rey. Luego, como los toreros le tienen verdadero pánico a que les vean «corrier» en pantalla, el ganado suele aparecer inválido. El locutor, a todo esto -por lo común con engolados aires docto-triunfalistas-, se encargará de justificar el deslucimiento del festejo con lo fallos locomotores de las reses. La palabra más repetida en las retransmisiones es «Iástima», «Iástima que el toro se caiga, que si no ... »
Mientras, la España televidente duerme, y la aficionada, ronca.
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