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Espectacular alza del mercado de valores en México durante 1978

El espectacular crecimiento de la Bolsa de Valores mexicana durante 1978 se interpreta aquí como un índice claro de que la recuperación económica del país avanza a paso firme, aún cuando el Gobierno mantiene una política económica parcialmente contractiva.

Refiriéndose a la Bolsa, el matutino Excelsior consigna que «en los últimos seis meses ha habido más nuevas ofertas públicas de acciones que durante los seis años de 1970 a 1975». Para dar idea del boom de la Bolsa se señala:«Una semana de operaciones hoy día es igual a todas las operaciones de 1970. Un mes de operaciones actuales es igual a todo lo manejado en 1975. Dos meses de transacciones actuales equivalen a todo lo manejado el año pasado.»

En realidad, hasta 1.977 la Bolsa mexicana se caracterizaba por la modestia de sus operaciones. Salvo algunas raras excepciones, la gran mayoría de las empresas nacionales o extranjeras operaban con autofinanciamiento (depreciación y utilidades no repartidas) o con financiamiento bancario.

Muy pocos empresarios estaban dispuestos a someter sus balances anuales a la Bolsa y emitir acciones, un mecanismo tradicional en los países capitalistas desarrollados para obtener financiamiento externo a la empresa.

Para explicar el escaso desarrollo de la Bolsa de Valores algunos especialistas han señalado que las características de la gran mayoría de las empresas que operan en México contribuye a que los empresarios sean reacios a abrir su empresa al mercado.

En efecto, las empresas extranjeras, en su mayoría, no buscan socios nacionales o accionistas del país que, toda vez que posean un volumen importante de títulos, adquieren también el derecho de participar en las decisiones de política empresarial.

En cuanto a las empresas privadas nacionales, un porcentaje importante está organizado como empresa familiar y, por tanto, resiste la injerencia de terceros (los accionistas potenciales) en la marcha del negocio.

No obstante, los argumentos anteriores parecería que explicaban la realidad hasta 1977. Pero, en los últimos meses, un cambio importante parecería que se está procesando en los hábitos empresariales del país: la práctica de emitir acciones se está extendiendo rápidamente.

Sin duda, no se trata tan sólo de que las empresas, o un número importante de empresas, tomen la decisión de lanzar acciones a la Bolsa. Se necesita, además, que exista un mercado potencial que demande los títulos.

Por diversas razones, la crisis económica que vive México desde el comienzo de los años setenta parecería que ha convencido, tanto a los empresarios como al público que busca oportunidades de colocación, de que el mercado de acciones es el camino más conveniente.

Inflación y crédito: factores decisivos

Dos fenómenos parecen ser decisivos en esta «toma de conciencia»: la inflación y las dificultades para procurarse crédito. Pero para entender cómo han operado estos dos elementos es necesario remontarse a los años iniciales de la crisis.La atonía del año 1971 se caracterizó pqr el descenso en la producción y en la inversión, en prácticamente todas las ramas del sector manufacturero. En la mayoría de las ramas los niveles de producción y de ventas se recuperaron en 1972 y 1973, pero a costa de un fuerte endeudamiento empresarial.

A fines de 1972, la inflación comienza a convertirse en un problema preocupante. Y para el año 1973, el Gobierno adopta medidas restrictivas (elevación del encaje legal y alza en las tasas de interés) que induce al sector empresarial a endeudarse en el extranjero.

Algunos especialistas consideran que el proceso fue altamente concentrador en la medida en que no todas las empresas tuvieron acceso en un primer momento al crédito interno, y después, al externo para paliar las dificultades.

El recuerdo de la devaluación

Pero las dificultades económicas reflotaron en 1974, 1975 y, muy particularmente, en 1976 mientras la inflación, a pesar de las medidas contraccionistas, continuaban a niveles elevados. Por fin, el 31 de agosto de 1976 el peso se devalúa y, para adquirir un dólar, es necesario invertir 60% más en pesos.Todo indica que se ha recogido la experiencia de los años anteriores. Para las empresas, en la medida que continúa una política interna de restricción crediticia y de elevadas tasas de interés, endeudarse con las instituciones de crédito mexicanas no es una opción sencilla.

Recurrir al crédito externo, en dólares, aun cuando el dólar se ha depreciado fuertemente en los últimos tiempos, parece una alternativa altamente arriesgada, sobre todo mientras el peso mexicano continúe flotando. Seguramente muchos empresarios mexicanos no olvidan que con la devaluación del 31 de agosto de 1976 su deuda externa se incrementó en 60%.

Es comprensible, entonces, que hayan puesto sus ojos en la Bolsa de Valores y la posibilidad de «abrir» su empresa a través de la emisión de acciones, comenzara a contemplarse como una solución a sus problemas financieros.

Por otra parte, para quienes disponen de dinero para colocar, si bien las opciones son variadas, no todas son muy atractivas. La colocación en pesos, a veinticuatro meses o más, deja un rendimiento neto anual de 15%, y la inflación anual supera, en una estimación realista, el 20%.

La colocación en dólares no es sencilla y, además, no está exenta de riesgos. Después de la fuerte dolarización de 1976, las autoridades dispusieron que las colocaciones en moneda extranjera (con un rendimiento neto del 8,5% anual) debían ser superiores a los 8.000 dólares.

En buena medida la dolarización se paró porque quienes disponían para colocar de cantidades inferiores a los 8.000 dólares se encontraron con esa puerta cerrada. Si bien existen otras alternativas, como los petrobonos, por ejemplo, que se caracterizan porque el valor del principal aumenta con el precio internacional del petróleo, debe señalarse que las emisiones son limitadas y además, que no está claro si el precio internacional del petróleo avanzará a la par de la inflación mundial o si quedará rezagado.

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