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El Viti, víctima de su fama

El Viti fue víctima de la incomprensión en su penúltima salida a los ruedos. Es lógico, por otra parte. Todos estamos en que se trata de un torero a carta cabal, pero las buenas gentes le han hecho la fama con los tópicos de que es muy serio y que mata muy bien, y eso es lo único que les importa.,Lo de serio no hay que correr mucho para verlo: basta con mirarle a la cara. Lo de matar es fruto de las corridas que se televisaban en los años 60. Cuando El Viti se aupaba tres veces de puntillas, el inefable comentarista de la «tele» aclaraba: «Marca a la perfección los tres tiempos ... ». A saber qué entendería el buen señor por «los tres tiempos».

Y a saber qué entenderían lo telespectadores. El caso es que los logroñeses estaban ayer hechos un lío. El Viti se hartaba de pinchar, mientras pegaba carrerones a la desbandada, y quien más, quien menos, pensaba que el veterano diestro le estaba queriendo dar la cartera. «¡Con lo bien que marcabas los tres tiempos, Viti, y ahora esta granujadaaa!» Es más cierto que El Viti siempre mató así de mal, pero otra ha sido su fama y sui ventura, durante tantos años. Y también su pequeña cruz, porque al público no le interesaba tanto la calidad incustionable de su técnica muletera.

Plaza de Logroño

Corrida de feria. Lleno. Cuatro toros de Bernardino Piriz, sin trapío y fuerza, aborregados. El cuarto, de Martínez Elizondo, más serio, también derrengado. Devuelto el sexto por cojo, el sobrero es de Atanasio Fernández, de carril. Se simuló, la suerte de varas. El Viti: Tres pinchazos y estocada caica (algunos pitos). Cuatro pinchazos y media (rebasó en dos minutos el tiempo reglamentario). (bronca). Palomo: Estocada baja (pitos). Bajonazo y rueda de peones (silencio). Niño de la Capea: Pinchazo, estocada corta, caída y tendida y descabello (oreja). Bajonazo (dos orejas).

Su primer toro de ayer no era toro, sino gato, que apenas pasaba y cuando pasaba era para morirse. Al otro le dio un ayudado a dos manos, enorme; uno de esos ayudados que ponen en pie a una afición auténtica (no es el caso de Logroño, de momento) y le rompen la garganta con el olé que sale del alma. Pero el toro no admitía tanto y cayó patas arriba. Naturalmente se vino abajo. El Viti, que había equivocado la faena, quiso reparar el error con un alarde de vergüenza torera y porfió alternativamente con ambas manos, hasta sacar el jugo del más recóndito pase, pero no había nada que hacer. Y le chillaron, desde luego, con manifiesta injusticia.

La corrida, en su conjunto, fue una tomadura de pelo, por terciada y desfalleciente. El segundo de la tarde no tenía un pase, pues rodaba por la arena, y se produjo un gran escándalo. El otro era de media arrancada y como el matador le dejaba la muleta en los pitones, acabó derrotando cosa mala. Mejor suerte tuvo el Niño de la Capea, a quien correspondieron dos animalillos de carril. Los toreó bien, a su estilo. Tan forzado como siempre, pero con más temple que otras veces, lo cual hay que celebrar.

Hubo en el sexto -un merengue de Atanasio- un momento estelar. Fue cuando Pedro Moya, a media faena, citó desde el platillo. El atanasio se le arrancó alegre y fijo, con tranco suave y rítmico. El Niño de la Capea aguantó derecho como un sable, dio. un molinete saleroso y lo empalmó con tres derechazos ligados, los pies juntos, en los que se atracó de merengue-toro. Ahora sí: el público se puso en pie.. Un alboroto armó - el señor Moya. Técnicamente era discutible todo aquello, pero ya hemos dicho otras veces que cuando no se trata de hacer obras públicas, el fallo técnico es tolerable. si su vacío se llena con el arte o la emotividad.

La estocada no fue en la suerte del volapié, sino en la de asesinar, es decir, que resultó un bajonazo sin reparo. Y no le dieron el rabo. Lo cual enfadó al diestro, que se marchó, con viento fresco. El alguacilillo quedó compuesto y sin novia, con las orejas en la mano (las del toro, entendámonos), estupefacto el público. Corría la voz: «¡Anda! El Capea se ha cabreao.» Pasaron unos minutos. Y en esto, un griterío, mozos que aparecen presurosos por la puerta de cuadrillas, y a hombros, el mataor, quien hace una inesperada reentree a por los trofeos que antes no quiso.

Por más vuelta que les demos, por mucho que se vistan de luces y peguen pases, no son toreros.. Un torero es algo muy distinto. Por ejemplo El Viti, a quien jamás se le ocurriría semejante bufonada. Y esta tarde, ¡mecachis!, se va. Será en Talavera.

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