La trampa argentina

«( ... ) Cuando un jefe de Estado es, sobre todo, emblemático, como parece que ha de suceder en España, un viaje del Rey deja de tener un valor de negociación, acuerdo, trato con otro país, como puede ser el de un jefe de Gobierno -como el del señor Suárez a Cuba-, para quedarse en demostración de amistad y de entendimiento. Cuando sucede que quien representa al otro Estado no es emblemático, como pasa con el teniente general Videla -contraído ahora a la vida civil, para dar una nueva fachada al régimen-, sino ejecutivo, sobre todo si ese Estado tiene la forma -no adquirida por sufragio unive...

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«( ... ) Cuando un jefe de Estado es, sobre todo, emblemático, como parece que ha de suceder en España, un viaje del Rey deja de tener un valor de negociación, acuerdo, trato con otro país, como puede ser el de un jefe de Gobierno -como el del señor Suárez a Cuba-, para quedarse en demostración de amistad y de entendimiento. Cuando sucede que quien representa al otro Estado no es emblemático, como pasa con el teniente general Videla -contraído ahora a la vida civil, para dar una nueva fachada al régimen-, sino ejecutivo, sobre todo si ese Estado tiene la forma -no adquirida por sufragio universal, por discusión constitucional en un Parlamento, sino impuesta por un golpe de Estado, y mantenIda por una violencia diaria-, el equívoco es considerable. Aunque nosea esa la intención del viaje ni la del viajero, la interpretación es la de un espaldarazo, la de una aprobación a esa forma de régimen. La sensación aumenta cuando una de las formas de la metáfora política dentro de España es la discusión en torno a ese régimen y su utilización como metáfora. La gran derecha española, desde sus periódicos y sus parlamentarios hasta las pintadas en la calle, muestra como un logro real el episodio argentino de Videla y como un ejemplo a seguir (...).Al programar para el Rey este viaje, el Gobierno no sólo le hace tomar parte en un problema internacional de alta envergadura, sino que le precipita en una agria discusión interior y en una forma de enfrentamiento entre demócratas y antidemócratas; paradójicamente, en favor de estos últimos, cuando toda la actuación real conocida hasta ahora es en favor de la democracia y de la Constitución y el régimen parlamentario de partidos políticos.

Las escasas monarquías que quedan en Europa, como la británica o las escandinavas y lasdel Benelux, se tratan por sus Gobiernos y sus partidos con un exquisito cuidado. Sus viajes son escasos y previamente justifícados, generalmente inocuos. No se comprende la razón de esta serie de viajes que convierten en nómada a un jefe de Estado y le exponen a toda clase de interpretaciones. Puede haber una explicación psicológica: la contraimagen de un jefe de Estado sedentario, como lo fue Franco. La idea de que tuvimos un jefe de Estado impresentable en el mundo, como no fuera para los alemanes, los italianos o los portugueses de la gran época del fascismo,y que ahora puede contrarres tarse aquella imagen española con la de un jefe de Estado presentable. De un Rey que, erguido en su puesto por la voluntad franquista, por la famosa ley de Sucesión y por lo que él creyó que era fruto de una preparación lenta y cuidadosa del futuro continuista, renunciase a un poder absoluto y a una reedición del régimen anterior: no le hubiera faltado el apoyo de grandes fuerzas de toda índole para conseguirlo. Dar la vuelta a esta imagen por una pura torpeza es un error que puede calificarse de muy grave. »

26 agosto

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