El Cádiz le dura 25 minutos al Valencia
Los goles de Gayá y Duro sitúan al equipo blanquinegro a dos puntos de Europa
La Quinta del Pipo sigue hundiendo sus raíces en Mestalla. Los jóvenes que Rubén Baraja encontró en la cantera para cebar a un equipo anoréxico se han afianzado hasta convertirse en los pilares de este Valencia ambivalente, un conjunto que un día parece condenado a volver a luchar por la permanencia, como en el curso pasado, y al siguiente se ve capaz de meter un pie en Europa, pues ahora está a dos puntos. Los valencianistas llevaban varias jornadas sin ganar, desde aquella inesperada goleada al Atlético en la cuarta fecha, y eso alimentó las dudas, pero el Cádiz, cuando parecía torcerse la temporada, le duró 25 minutos al Valencia, que recupera la fe.
Tres golpes tumbaron al bloque de Sergio González en ese primer tramo del partido. El primero, un golazo de Gayá, un toque sutil, como si sacara la bola del búnker de un campo de golf, que batió a Ledesma con una preciosa vaselina tras un certero pase de Amallah desde la banda izquierda. El segundo fue un pisotón de Robert Navarro al tobillo de Pepelu que le costó la expulsión. Y el tercero, otra genialidad del Valencia, un remate de rabona de Thierry cargado de picardía desde el lateral derecho del área pequeña del Cádiz, que salvó Ledesma, pero el rechazo del portero lo cazó Hugo Duro para marcar de cabeza su cuarto gol de esta temporada.
Aún quedaba mucho partido por delante, 65 minutos de juego, pero el Cádiz, con uno menos, muchas bajas y escasos recursos, dio la sensación de verse impotente ya en el minuto 25. El equipo de Sergio González, que no remató a la portería de Mamardashvili en toda la primera parte, era incapaz de plantarle cara a un rival que se vio ya muy superior y que empezó a gustarse, tanto que Fran Pérez, un estilista, perdió buenas oportunidades para ampliar la ventaja. El eje formado por Javi Guerra y Pepelu, cada día más relevante en la jerarquía de este Valencia, era suficiente para dominar el partido.
Al Cádiz le quedaba el amor propio, que emergió en cuanto se destapó la segunda parte. El problema es que ese empeño le valía para nivelar el pulso en el centro del campo pero resultaba insuficiente para crearle peligro al Valencia. El Cádiz fue asumiendo riesgos que su contrincante no supo aprovechar cuando se encontró con varias jugadas en situaciones muy ventajosas, tanto que parecía quedarse paralizado al verse con numerosos espacios.
El conjunto gaditano se fue desfondando y a medida que pasaban los minutos iba reculando y regalándole metros al Valencia. Pero los de Baraja, viendo que el partido no encerraba peligro, fue ablandándose y pasó a ser mucho menos atrevido en ataque.
Rubén Baraja, probablemente en su noche más apacible, fue retirando a los jugadores que habían derrochado más energía. El técnico vallisoletano reservaba algunos de sus recursos para sus próximas visitas a San Mamés y el Bernabéu. La vuelta de Gayá al once blanquinegro fue suficiente para que su equipo ofreciera de nuevo su mejor perfil. Con él, todo vuelve a cuadrar. El capitán manda y dirige desde el flanco izquierdo, y su vuelta eleva al Valencia otro escalón más.
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