1.000 kilómetros en bicicleta para volver al Reale Arena
Daniel Mañero: “Me gusta aunar las dos pasiones que heredé de mi padre, exportero de Anoeta, el fútbol y la bici”
Cuando tenía 16 años me mudé de San Sebastián a Valencia porque mis padres cambiaron de trabajo. Fue un viaje muy difícil para el chaval que yo era entonces. Tuve que dejar atrás mi ciudad, mi cuadrilla y, por supuesto, mi equipo. Ahora tengo allí mi vida, mi trabajo en una compañía de seguros, nuevas amistades, pero al principio fue duro y tardé un tiempo en adaptarme... Aunque uno siempre siente un poco de nostalgia por la tierra en la que creció. Por eso, hace unas semanas hice un viaje de vuelta muy especial. Cogí la bicicleta y en cinco días me planté en San Sebastián. Cerca de 1.000 kilómetros, entre ida y vuelta, con un objetivo: llegar al estadio de la Real Sociedad para ver jugar al equipo contra el FC Barcelona, en la segunda jornada de LaLiga Santander.
Quería aprovechar unos días de vacaciones para aunar mis dos grandes pasiones, el fútbol y la bici. Ambas me encantan desde pequeño y ambas las heredé de mi padre. Él, además de ser un buen ciclista, trabajó un tiempo en la puerta del viejo Anoeta. Yo solía ir al campo, con esa mítica pista de atletismo que ha desaparecido, y no veas cómo ha cambiado la cosa con la reforma… Antes se decía que la afición de la Real era silenciosa. Con la acústica que tiene ahora al Reale Arena, con lo cerca que estás de los jugadores, nadie puede negar que hay siempre un ambientazo.
El viaje hasta el País Vasco fue tranquilo. Fui completando etapas, pasando buena parte del día encima de la bici y disfrutando del paisaje. Llegué el domingo 21 de agosto al mediodía con el tiempo justo de comer en casa de mi abuela en San Sebastián, ducharme, descansar un poquito e irme al estadio. Allí me esperaban mis amigos. Siempre vamos a la grada de animación, justo detrás de la portería. Estar ahí es una sensación brutal. Si te paras, mientras el resto están botando, puedes notar cómo el suelo vibra. Los partidos son una fiesta y siempre hay buen rollo. Por eso, a pesar de haber perdido 1-4, nos fuimos contentos a casa.
Unos días después, ya bien descansado, volví a Valencia. Allí suelo ver los partidos en casa. Pese a estar en la distancia, creo que lo vivo todo aún con más intensidad.
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