El romance de un argentino con Gijón a 10.000 kilómetros de distancia

El 2 de abril de 2011 me enamoré por segunda vez. Futbolísticamente hablando, claro. En Lanús, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, me puse a ver en televisión un partido entre el Real Madrid y el Real Sporting de Gijón. En aquel momento Mourinho dirigía al Real y solían ganar casi todos los partidos con una diferencia holgada. Pero ese día fue diferente. El equipo ‘grande’ cayó a manos de un pequeño por el que empecé a sentir cada vez más simpatía hasta convertirme en un aficionado más que no se pierde ni un partido. El Sporting, junto con el Racing de Avellaneda, se ha convertido en parte fundamental de mi vida.

A mis 30 años, tal es mi pasión por el club asturiano que, junto con mi chica, me compré un billete para ir a ver un partido a El Molinón en directo. Escogí el momento justo: enero de 2020, dos meses antes de la pandemia. Nunca voy a olvidar ese día. Me quedé enamorado de la ciudad (el mar, la tranquilidad de la gente, la paz que se siente… es totalmente distinto a lo que estoy acostumbrado) y de cómo se vive el fútbol en España. Me sorprendió mucho el hecho de que terminó el partido y a los dos minutos estaba fuera del campo caminando con fans del Sporting y del rival, el CF Fuenlabrada, como si nada. Algo totalmente inesperado acá.

Ser de un equipo español es diferente al equipo de toda la vida, pero está bueno. Se genera un sentimiento desde cero que es bastante novedoso. Te empiezas a encariñar con el club, su historia, su gente… Desde hace un tiempo incluso mis amigos se interesan por el Sporting y también lo hacen mis alumnos (soy profesor de matemáticas), así que todos los que están a mí alrededor lo siguen, aunque sea un poquito. Quizá os sorprenda, pero en Argentina somos varios seguidores. Tenemos grupo de WhatsApp y ¡hasta nos juntamos a ver el derbi contra el Real Oviedo en octubre del año pasado!”.