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Futbolistas en el diván

La imagen del jugador ante el psicólogo ya no es tabú. Hoy la mayoría de equipos de LaLiga Santander cuentan con especialistas para mejorar el rendimiento de sus jugadores en el plano emocional. Los profesionales encargados de esta misión revelan los secretos de una parcela que colocan al mismo nivel que la preparación física o técnica

Juan Miguel Bernat, responsable del departamento de Psicología de Alto Rendimiento del Levante UD.
Juan Miguel Bernat, responsable del departamento de Psicología de Alto Rendimiento del Levante UD.Mònica Torres

Los futbolistas del Levante UD entrenan en el césped, en el gimnasio y desde hace un tiempo en un pequeño despacho, recostados en una silla. Allí se sientan delante de Juan Miguel Bernat, psicólogo del club con el que se reúnen periódicamente en sesiones de treinta minutos. La mayoría del tiempo hablan y escuchan. Escuchan y hablan. Casi siempre de fútbol, pero nunca de táctica ni de técnica. Por poner un ejemplo, la charla puede ir de la avalancha de pensamientos negativos provocada por varias acciones erradas a la dificultad para concentrarse antes de un encuentro. Aunque también sería posible que se centrara en circunstancias ajenas al juego que a veces tienen un impacto sobre el verde. Las confesiones, las dudas van llevando a consejos, soluciones, mejoras. Trucos que Bernat aprendió en la facultad y que el futbolista incorpora con la misma normalidad que el comentario del míster sobre un pase o un desmarque. Es, en definitiva, otra ayuda más para que el profesional pueda ofrecer el máximo de sí mismo en una batalla que, desde hace unos años, también se libra a través de la mente.

La imagen del futbolista en el diván ya no es tabú. Lo cree el preparador levantinista y lo atestiguan varios ejemplos recientes. Uno es el del bético Borja Iglesias mostrando sus sesiones para combatir un bloqueo mental de cara a puerta en el documental Six Dreams. Otro, el de la leyenda barcelonista Andrés Iniesta, quién confesó haber acudido a terapia para superar la depresión en la que le sumió la repentina muerte de su amigo y compañero Dani Jarque.

El bético Borja Iglesias durante un partido de esta temporada.
El bético Borja Iglesias durante un partido de esta temporada.Getty Images

Como personas corrientes afectadas por pesares e incertidumbres y como deportistas de élite, cargados de una presión extra por lo mediático de su trabajo, los jugadores ya no esconden la fragilidad. La trabajan y hablan de ella en una especie de reciente despertar de toda la profesión: mientras en la temporada 2017/2018 solo un 25% de los conjuntos contaban con este tipo de profesionales en el cuerpo técnico de la primera plantilla, según un estudio publicado en la Revista de Psicología Aplicada al Deporte y al Ejercicio Físico, hoy se han convertido en una figura imprescindible en la mayoría de ellos. Tanto que sus servicios, como en el Deportivo Alavés, se han extendido a los centenares de formadores y jóvenes promesas que integran su cantera. “Nuestra profesión está en auge”, asegura Gaizka Tuesta, psicólogo de la academia babazorra.

A principios de los dosmil, sin embargo, casi ninguna figura pública hablaba de esta área de conocimiento y su función era ignorada por la mayoría de clubes en la élite, recuerda Bernat. Aún así, él se lanzó a la piscina abandonando su carrera como ingeniero de caminos y un trabajo en un puerto marítimo para formarse en psicología deportiva. Consiguió su primera oportunidad en el CD Acero, un equipo valenciano de Tercera División, y funcionó tan bien que empezó a correr un boca a boca entre jugadores que llegaría al defensa del Villarreal CF, actualmente en el Real Mallorca, Jaume Costa. El lateral sería su primer paciente importante, sobre todo porque habló de su colaboración en los medios. Luego le seguirían otros profesionales de LaLiga Santander y la Liga ACB que acabaron precipitando su fichaje por el Levante UD en 2017.

El impacto del jugador número 12 en los partidos

En el fútbol se habla muchas veces (más si cabe durante la pandemia, con tintes de nostalgia) del influjo del jugador número 12. Es decir, del poder de la hinchada local. Que si empujan al equipo, que si su apoyo ha sido vital para culminar una remontada. Y a la vista de las evidencias científicas, no es descabellado pensar que sea así (al menos en parte).

 

El psicólogo deportivo del Levante UD Juan Miguel Bernat lo explica. “Un estudio certificó que al recibir los silbidos de la propia afición, el nivel de cortisol de un futbolista aumentaba un 3.000%. Esta es una hormona del estrés que tiene un efecto dañino. Paraliza al jugador por un exceso de tensión muscular y lo aleja del estado óptimo de activación que le lleva a fluir en el campo”.

 

Bernat constata que hay que ser “muy fuerte” mentalmente para redirigir este tipo de situaciones y recurre a la teoría del yo espejo para ilustrarlo. “Nosotros muchas veces nos juzgamos en relación a cómo nos ven los demás. Si percibo que mi afición cree que nunca me voy en los regates, es probable que yo también lo empiece a pensar”.

 

Aún así, incide en la parte positiva. “El sentimiento de pertenencia que genera recibir el apoyo de los tuyos tiene un impacto mayor que una bronca de la afición rival. Por eso, todos los aficionados tendríamos que ser conscientes de que los jugadores realmente necesitan que estemos de su lado”.

Bernat entró en la entidad granota en el filial, como ayudante del actual entrenador de la primera plantilla, Paco López. Cinco años más tarde dirige el departamento de Psicología de Alto Rendimiento que da servicio, junto a otro psicólogo, a cinco equipos: los profesionales masculinos y femeninos, el filial y el juvenil masculinos y la escuadra que compite en la máxima división del fútbol sala. Su objetivo, explica, es el mismo que el de cualquier otro técnico. “Damos herramientas al jugador para que rinda, para que mantenga su confianza y su autoestima. Nuestro trabajo no es ni más ni menos importante que otros aspectos, como el táctico, el físico o el técnico. En realidad, todo está interrelacionado”.

El psicólogo también trabaja en grupo, si lo requiere una determinada situación o el entrenador lo ve oportuno. Un gran reto fue el de afrontar la vuelta a la competición sin público, en mayo del 2020. “El vacío en las gradas hacía más difícil la activación de los jugadores. Por eso tratamos de establecer y repetir rutinas concretas que les ayudaran a entrar en el partido. Hacer algo concreto que sea como apretar un botón que les ayude a decir: ahora voy a competir”, cuenta.

La concentración es solo uno de los aspectos en los que se busca una mejora, entre los que se cuentan la gestión del error o de la presión. “Lo que queremos, al final, es buscar mecanismos que nos ayuden a modificar ciertas reacciones o conductas”, recapitula Bernat.

“Nuestra profesión está en auge”

Su colega en el Deportivo Alavés, Gaizka Tuesta, entró en el club a inicios de la temporada pasada con un objetivo: que no le vieran como alguien que solo “da la chapa” o al que acudir para contarle sus problemas personales. Por eso, gran parte de sus intervenciones como psicólogo de la academia de formación del club vasco las quiere trasladar sobre el césped camufladas en ejercicios aparentemente normales.

El psicólogo de la academia del Deportivo Alavés, Gaizka Tuesta, en un entrenamiento.
El psicólogo de la academia del Deportivo Alavés, Gaizka Tuesta, en un entrenamiento.Cedida

Su método, que aún está en proceso de desarrollar en el club, consiste en poner a los jugadores en “situaciones estresantes que luego les van a servir en la vida real y que creen en ellos hábitos de conducta”, cuenta. Por ejemplo, en una carrera en conducción de balón coloca a uno de los grupos varios metros por detrás. Pese a que estos están condenados a perder, se busca que nunca tiren la toalla. Otro caso: en una tanda de penaltis, se abuchea a algunos compañeros mientras otros reciben ánimos.

“Mi filosofía es la de trabajar conceptos dentro del campo. Crear vínculos y que te vean como uno más del cuerpo técnico es imprescindible porque al principio la gente suele ser reacia. Es necesario explicar que no hacemos lo mismo que un psicólogo clínico, nosotros buscamos mejorar el rendimiento”, incide Tuesta, que también trata de perfeccionar el estilo de los entrenadores para aumentar su capacidad de motivar y cohesionar a los equipos a través de la palabra.

En España, las incursiones de la psicología en el mundo del fútbol se empezaron a extender en los noventa. Athletic Club y Sevilla FC fueron pioneros en la creación de departamentos específicos en esa década y el entrenador Benito Floro, primero en el Albacete Balompié y luego en el Real Madrid, se avanzó a sus colegas incorporando dos psicólogos a su equipo, Emilio Cidad y Emilio Lamparero, con el objetivo de incidir en la motivación de sus pupilos. Un invento, una rareza, que se ha convertido casi en un requisito imprescindible para competir al máximo nivel y donde algunos precursores como José Carrascosa, actualmente en el Athletic Club, han forjado una larga trayectoria que le han llevado por casi una decena de equipos de LaLiga.

El técnico Benito Floro durante su etapa en el Real Madrid.
El técnico Benito Floro durante su etapa en el Real Madrid.Cover/Getty Images

Tanto Tuesta como Bernat están convencidos de que se ha abierto una nueva era que va a cambiar el fútbol y el deporte en general. “Casos como el de Simone Biles [la atleta que se retiró de varias pruebas en los Juegos de Tokio para concentrarse en su salud mental] son la consecuencia de años de desatención hacia la psicología. Está claro que vamos a seguir viendo estas situaciones, pero los futbolistas del futuro van a estar mejor preparados”, concluye el vitoriano.

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