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El Tour llega a los Alpes, al fin

Trentin derrota a la fuga en Gap, donde termina el Tour de desgaste y comienzan los tres días decisivos, con Vars, Izoard y Galibier. Landa: “Me toca ser el corredor que quiero ser, atacante”

Carlos Arribas
Valverde busca la sombra bajo la canícula en la salida junto a un Jumbo con chaleco de hielo.
Valverde busca la sombra bajo la canícula en la salida junto a un Jumbo con chaleco de hielo.JEFF PACHOUD (AFP)

El Canto de los Partisanos que le avisaba de que alguien le llamaba ha desaparecido del Nokia antiguo de Gianni Mura, el periodista de La Repubblica venerado, y lo busca tarareando por las salas de prensa “subid de la mina, bajad de las colinas, camaradas”. Como nadie responde a su llamada, Mura ha llegado a pensar que quizás se lo ha robado algún ciclista porque se acercan los Alpes, se acerca la batalla final del Tour y quién iba a ser tan sordo o insensible de no motivarse escuchando de la voz fumadora de Yves Montand versos del tipo “¡olé, los asesinos, con balas y con cuchillos matad rápido! ¡Olé saboteador, cuidado con tu fardo, dinamita!”

Lo canta en Gap, la puerta de los grandes Alpes, a donde se llega después de atravesar Provenza en la canícula, donde descubren que hay pueblos como Buis sin plátanos en los que la sombra tan buscada la proyectan tilos de flores blancas y olor dulce, y donde un chaparrón les bendice a los fugados, que desafían a toda velocidad (a casi 46 por hora de media) los anuncios del ministerio de Sanidad francés, que en los intermedios del Tour, recuerdan el peligro mortal de cualquier tipo de ejercicio con el calor que hace, y que lo mejor es quedarse en el fresco. En Gap se impuso al pelotón en fuga el campeón de Europa, Matteo Trentin. Tras las dos de Simon Yates y la de Impey, es la cuarta victoria de etapa para el Mitchelton, el equipo invisible.

Llegando a la Sentinelle, el puertecito de tercera sobre la meta, Tony Martin, el capitán del Jumbo, le enseñó a obedecer un poco a Luke Rowe, el malo del Ineos, al que mandó a la cuneta con un golpe de manillar. El incidente, caliente, caliente, junta en su expresión el calor y el tedio de las etapas de desgaste y el estrés de las etapas que vienen. “Los Alpes, por fin”, dice Bernal, el tercer escalador en discordia.

Quizás la letra partisana y su necesidad no sean tan exageradas como parece, vistos Martin y Rowe y vista la tarea que les espera a los atacantes, Bernal, Pinot y Landa, para hacerse fuerte con un Tour que aún no pertenece a nadie. Si Bernal es esclavo de su situación en el Ineos de Thomas —“sí, mierda, me emociono cuando pienso que puedo ganar el Tour, estoy a 20s del segundo, pero prefiero no pensar en ello: a lo mejor tengo que trabajar para Thomas y pierdo minutos”—, el francés y el vasco, estuvieron entre los castigados en los abanicos de Albi (Pinot perdió 1m 40s; Landa, 2m 9s), un desastre y un favor: ambos se cargaron de rabia y deseo, uranio enriquecido para su motor; condenados a atacar para remontar, atacaron, y deseo de atacar es lo que hierve en su sangre, lo que alimenta su espíritu.

El deseo, la necesidad, la oportunidad y las piernas se combinan en Landa, quien por primera vez en su vida llega a las etapas decisivas del Tour en buena condición y con libertad absoluta. La última vez que llegó pletórico a los Alpes, en 2016, lo hizo marcando el ritmo vivo del pelotón al frente del ejército del Sky, donde no le pedían, ni le permitían, dinamita, sino calma, mucha calma. Ahora su Movistar necesita de su temperamento atacante, el que deslumbró a Unzue cuando lo vio en la Vuelta a Burgos del 11, un chaval de 21 años, y ya lo quiso fichar.

Landa está a 4m 54s del líder, Alaphilippe, y tiene a cinco más por delante (Thomas, Kruijswijk, Pinot, Bernal y Buchmann), enlatados en 39s.

Un nudo gordiano

Sus relaciones, conforman el nudo gordiano del Tour, que el técnico colombiano Gonzalo Parlante Agudelo, describe en una canción: “Alaphilippe, a punta de dos voladas, una contrarreloj y una sostenida en subida a paso, tiene un buen colchón. Pinot es el más agresivo y lleva dos ataques para arriba, el que mejor sube. Thomas y Egan no han tenido ni con qué atacar ni con qué responder. Y que nadie diga que están corriendo con inteligencia: los han templado. Y si alguno de los dos gana no es por descuento propio sino por afloje de sus rivales. Esto está en un lance y entre los seis primeros cualquiera puede ganar. Alaphilippe, si suben a paso, les gana. Egan, si sigue esperando a Thomas, pierde. Thomas no está fuerte. Kruijswijk, el más astuto pescando. Pinot, el que mejor sube (y si está gastando, sabe que tiene)”.

Quien está dispuesto a dar un espadazo al nudo y tajarlo es el séptimo, Landa, que lo anuncia: “Me toca ser el corredor que quiero ser, atacante”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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