El Ajax atormenta al Tottenham
Las bajas en el ataque y la lesión de Vertonghen exponen a los ingleses a la trituradora de De Ligt y Tadic, referencias de otra gran actuación del equipo holandés
Devastado por las bajas de sus atacantes más resolutivos, al Tottenham solo le restó aguantar el tormento ante un Ajax cada vez más mandón. En la refriega, el equipo de Pochettino perdió a Vertonghen, su central más claro con la pelota. Un choque con Alderweireld le obligó a abandonar el campo con la nariz rota antes del descanso. La entrada de Sissoko, y la formación de un doble pivote con Wanyama, derivó en un mejor control del adversario. Pero el Tottenham se aplanó y apenas logró prosperar por las bandas en un intento desesperado por resistir. Reagrupado en la segunda parte, el Ajax pareció inclinarse por administrar la ventaja obtenida con el gol de De Beek. Incluso contemporizando generó ocasiones, como la que tuvo Neres, que mandó al palo el que pudo ser el 0-2. Si el Tottenham no encuentra nuevos recursos, parece poco probable que pueda cambiar su destino en la vuelta en Ámsterdam.
Sobre las pizarras no hay circulación de balón capaz de resistir una presión bien organizada. Ya lo dijo el tragicómico Bielsa: “Si mis jugadores fueran robots yo ganaría todos los partidos”. Allegri doblegó al Ajax en la pizarra. Pochettino también. El problema de enfrentar al Ajax no es esquemático ni organizativo. Es energético. Mientras no se agotó el depósito de combustible de Wanyama, mientras Dele Alli tuvo fuerza para correr a ubicarse ahí donde había que formar una línea de cobertura y cortar un pase, mientras Eriksen permaneció fresco para acudir a apretar a los rivales que se desmarcaban, los planes tácticos se cumplieron con puntualidad y los tres centrales del Tottenham nunca se vieron superados. Pero cuando los pulmones de los resistentes dejaron de dar abasto y los músculos comenzaron a fallar por falta de oxígeno, la pradera descubrió espacios vacíos y en ellos aparecieron libres los futbolistas del Ajax para recibir la pelota. Tocando y tocando compusieron otra sinfonía.
La crisis energética se declaró a partir de los diez minutos. La señal la emitió Matthijs de Ligt. Como si oliera la flaqueza entre las camisetas blancas, este adolescente de rostro pálido y cabeza dorada elevó la zaga hasta el campo del equipo local y comenzó la demolición. Todo aquello que había funcionado mientras los jugadores del Tottenham pudieron bascular, la defensa colocada, el robo y el pase largo a Llorente para desquiciar a Blind, comenzó a romperse. Fue la consecuencia inexorable de unos cuantos factores que comenzaron por el comportamiento descomunal de De Ligt, que a sus 19 años se adueñó del partido con cada anticipación, con cada corte, con cada intervención. Durante una hora, con la intermediación de este central insólito, Tottenham fue un barrio de Ámsterdam.
La actuación de De Ligt constituyó un mensaje apabullante para Llorente, Moura y Dele Alli. Un mensaje intimidatorio por avasallador. A De Ligt no le basta con defender su territorio de la invasión del delantero. Necesita invadir él mismo el espacio de los oponentes. Cada vez que se lo propuso, salió airoso y por delante se le movieron todos sus compañeros. De la salidas de De Ligt y los apoyos del resto se generó una dinámica de agitación que multiplicó las posibilidades de combinación al tiempo que obligó a los jugadores del Tottenham a esfuerzos continuados para tapar brechas que con cada minuto se hacían más profundas.
Los constantes movimientos de permutas y desmarques del Ajax hablan de un equipo que trasciende la innovación. La alternancia de salidas de balón con De Jong por el medio y por el lateral izquierdo; el desplazamiento de los extremos sin parar en busca de superioridades, y la sincronización de todos los demás por obra de Tadic, gran creador de espacio y tiempo en el centro de la rueda, es el producto de un estado de gracia colectiva. Estos chicos se han encontrado un poco por casualidad y han descubierto que afrontan el umbral de un desafío épico. Les apasiona lo que tienen entre manos. Hay algo espontáneo en este equipo. Algo efímero y natural que raras veces ofrece el fútbol industrializado. La velocidad a la que mueven la pelota y acaban reventando la presión de los equipos más avezados sería inconcebible sin ese punto de locura. El gol sintetizó su modus operandi.
Tadic recibió una pelota en la banda, en la zona en la que Pochettino mandó el acoso. Wanyama, Llorente y Alderweireld le tendieron la trampa rodeándole. Pero cuando la pelota parecía en su poder el serbio se les escapó como Houdini. Levantó la mirada, vio a De Beek suelto a diez metros y le entregó el balón. De Beek jugó a un toque con Ziyech que se acercó desde la derecha y vio libre a Neres corriendo por el extremo izquierda. El brasileño obligó a la defensa del Tottenham a girar en masa. Un sobreesfuerzo sobre el sobreesfuerzo. Puro desgaste físico y mental que se acentuó en los segundos sucesivos. En lugar de centrar, Neres volvió a jugar al mediocampo en donde se sumó De Jong. El mediocentro conectó con Ziyech, y el marroquí habilitó a De Beek en la línea del fuera de juego sin que los oponentes consiguieran llegar a tiempo. Colándose entre Rose y Vertonghen, el mediapunta definió solo ante Lloris.
Pochettino hizo de la lesión de Vertonghen una oportunidad para reajustar a su equipo. El Tottenham deshizo el 5-3-2 y se rearmó con el 4-4-2. Sissoko y Wanyama ayudaron a estabilizar su defensa en la medida en que ambos contribuyeron a interrumpir las líneas de suministro entre Tadic, Ziyech y Neres. A cambio de un mayor empuje, el Tottenham perdió ingenio en las transiciones. El juego se hizo predecible. Solo Dele Alli fue capaz de tirar entre los tres palos. El remate, desde fuera del área, lo paró Onana sin esfuerzo. Señal de la evidente superioridad del Ajax, impulsado por su juego vibrante y por la plaga de bajas del Tottenham.
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