Valencia arde. El murciélago de Mestalla celebra 100 años de vuelo
Hoy el Valencia CF vive su centenario y prepara la final de la Copa del Rey. El momento más esperado para un club pirotécnico, festivo y repleto de historias fascinantes
Finales de los sesenta. En un salón suena Frank Sinatra. En la mesa, cuatro whiskys. Son de Vicente Peris, gerente del Valencia CF; José Ramos Costa, el entonces presidente; Ricardo de la Virgen, masajista, y Alfredo Di Stéfano, entrenador del equipo. Merchina Peris, la hija de diez años de Vicente, escucha tras la puerta cómo el cuarteto planifica la temporada. Cuando vuelve a la cama, las conversaciones resuenan en su cabeza. “El ambiente que se respiraba en mi casa solo me ha permitido ser de una manera”, evoca hoy a sus 59 años, en 2019, el año del centenario de su club. “Y es valencianista hasta la médula”.
Peris es una entre los miles de aficionados que viven hoy el cumpleaños del Valencia CF, una entidad festiva, repleta de historias fascinantes y difícil de radiografiar para todo aquel que escudriña su historia. Fundado en 1919, por él han pasado leyendas como Claramunt, Kempes, la delantera eléctrica, Puchades o Mundo y técnicos como Ranieri, Di Stéfano, Cúper, Hiddink o Benítez. Figuras que han contribuido a un palmarés de seis Ligas, siete Copas y tres Copas de la UEFA, entre otros títulos. En 2019, la celebración llega con la final ante el FC Barcelona en el horizonte. El estímulo perfecto, dicen los que lo conocen, para un club tradicionalmente "bronco y copero". También, según los mismos, pirotécnico, transversal, con tendencia al entusiasmo y con hambre de victoria. El centenario es la mejor excusa para mirar dentro del murciélago y atisbar el sentiment etern que encabeza su lema. ¿Qué significa ser del Valencia?
Recuerdos de los héroes de los 2000
Para David Albelda, el capitán que condujo al club a una de sus épocas más triunfales a principios de los 2000, pertenecer al Valencia no se trata de ganar o perder. "Se trata de ser fiel", sentencia. "Yo vivía a 50 kilómetros de la ciudad y con padres trabajadores de la naranja. Era difícil poder venir hasta aquí, el irte de un pueblo jovencito hasta Valencia. Todo este esfuerzo te educa". Su camino se cruzó con otro apasionado valencianista, Vicente Rodríguez, la zurda que descosía Mestalla. "Yo con 13 años iba al campo con mi padre. Y mi ídolo era Lubo Penev", cuenta. "Y como aficionado, la gente siempre ha estado y estará ahí, sea el Centenario o no". Al dúo se suma Baraja, un jugador que lleva media vida en la capital del Turia. Los tres jugadores, reunidos por EL PAÍS para charlar sobre sus memorias valencianistas −la conversación completa, en el vídeo que se muestra arriba–, ganaron la Liga de 2002, un título que no se conquistaba desde hacía 31 años, alcanzaron dos finales de Champions y, con el doblete de 2004 (Liga y Copa de la UEFA), cerraron quizá la era más dorada del valencianismo.
Pero Albelda rememora hoy su primer partido como aficionado. "Con 12 años. Fue un Valencia-Zaragoza con Paquete Higuera, Pardeza... Un 2-2. ¿Te suena un 2-2, que marcó Vizcaíno el segundo?". La pregunta es para Ricardo Arias, el jugador que más temporadas (16) ha jugado en el club y uno de los que levantaron en 1980 la extinta Recopa, en Heysel ante el Arsenal inglés. "Yo de lo que me acuerdo es del Valencia de Alfredo, cuando fueron campeones en el 71 o 72. Hizo debutar en primera al Gitano González, a San Cayetano, a Esteban...", relata. "Gente de la casa que después fue muy importante. Que hace que no pierdas las raíces".
"Siempre que Arias miraba hacia la grada, decía: 'otra vez que no falla", recoge el testigo Merchina Peris, la hija de Vicente Peris, gerente en los años sesenta del club. "A mí los jugadores me llamaban la mascota", ríe Merchina, la primera mujer en marcar un gol en Mestalla. Lo hizo con diez años. "Teníamos un equipito femenino y en los prolegómenos del trofeo Naranja de 1970 jugamos contra el Levante UD. Fue nuestro minuto de gloria. El estadio estaba lleno. Yo marco el primer gol y ganamos 2-0. Salí en Marca, los jugadores y mi padre saltaron al césped a celebrarlo", cuenta. "Quién me iba a decir lo que veríamos ahora".
Merchina eligió un colegio cerca de Mestalla, se apuntó a una autoescuela cuyas prácticas se hacían alrededor del estadio y adquirió una puntería letal para tirar los penaltis. El culpable de tal habilidad fue Di Stefano. "Me ponía un vasito en la cepa del poste y me decía 'vos tenés que tumbar el vasito'", evoca. La prematura muerte de su padre, a los 48 años y tras vencer un partido de Liga ante el Atlético en 1973, conmocionó al valencianismo, que veía en él una bisagra fundamental entre público, plantilla, presidencia y club. "Había una conexión fácil y clara con el aficionado", reflexiona .
Un club con mil historias
Vicente Peris es una de las figuras que reivindica Rafa Lahuerta, un escritor que se incluye entre los enfermos de valencianismo y que ha pensado mucho en su relación con la entidad. "Soy socio desde que nací. Seguramente es lo más puro que hay en mi persona. Es algo que me sobrevino sin tener capacidad de raciocinio", afirma. En La balada del Bar Torino, Lahuerta dibuja un club factual, sin una mitología a la que aferrarse cuando las cosas van mal. "El Madrid es el campeón por excelencia. El Atlético ha construido su mito a partir de la melancolía. El Sevilla y el Betis son antítesis entre sí. En ese sentido el Valencia está más solo", reflexiona. "Nos sostiene que el equipo siga dando zarpazos. Que cada generación llegue a una final, que gane un título".
Fundador hace años de la grada de animación Gol Gran, el escritor hoy se sienta en la tribuna superior del estadio y coordina un blog colaborativo, Últimes vesprades a Mestalla, en el que se recogen vivencias en torno al club, música, cultura, underground. Una de las entradas sitúa la ubicación real del bar Torino, el kilómetro cero del club –en la desaparecida bajada de San Francisco– hasta el que la afición marchará por el Centenario. Su autor es Miquel Nadal, historiador y valencianista a consecuencia de "la educación sentimental que un niño de finales de los sesenta recibe": cromos del brasileño Waldo y del estandarte Claramunt, una abuela que le da al nieto la foto de la Copa del Rey del 67.
"La fundación del Valencia sirvió para traer el fútbol de manera masiva a la ciudad", explica Nadal. "Es un caso singular de éxito. Si sigues la hemeroteca, sin ser un equipo decano, en cuatro años el club hace las cosas muy bien y Algirós, el primer campo, se queda pequeño para tanto público". Para Lahuerta, lo bonito del Centenario es que está permitiendo que la gente conozca más las historias, y las personas, del club. "Solo por eso ya merece la pena", sentencia.
Alegrías del incendio
A Javier Real, un frutero del mercado central de Valencia de unos 60 años, Arias le parece un jugador "como no hay otro igual". Otro joven frutero, Pedro García, se pregunta si Parejo se quedará a vivir en Valencia. El propio Arias, nacido a 200 metros del lugar, compra en los mismos sitios que cualquier valenciano, algo que conecta con naturalidad al ídolo con el aficionado. También ayuda a esa cercanía el arraigo de ciertas tradiciones: la principal son las fallas, una práctica hedonista que, paradójicamente, apela como ninguna otra al sentido común. "El fallero vive una vida amable, de racionalidad absoluta, de no tomarse muy en serio las cosas que no lo son", explica Lahuerta. "Igual necesitamos una invasión de falleros", bromea.
Luis Fernández es el vicepresidente de cultura festiva de la falla Tío Pep, un colectivo que nació en el mismo entorno –calle Paz, San Vicente, plaza de la Reina– donde se forjó el Valencia. Explica que si el club fuera una falla ardería como tal. "Por eso conviven tan bien. Las fallas se convierten en fiesta mayor de la ciudad y hay una explosión de valencianismo temperamental que vincula al aficionado", amplía.
Tío Pep es el autor de la falla conmemorativa del Centenario, una reconstrucción de la original, la llamada el Lleó de Mestalla que ardió en 1925 en la antigua plaza Canalejas. "Los socios deciden levantarla para homenajear al club en varias secciones. El año anterior lo habíamos ganado todo", recuerda Fernández, que detalla que han reproducido de forma facsímil y artesanal la composición original, que consta de cuatro escenas, ninots, que representan el fútbol, el hockey, el atletismo y una fallera.
Tanto futuro como pasado
La falla forma parte de las celebraciones y homenajes que el club planea para su cumpleaños. Entre ellas, el mismo día 18 se podrá disfrutar de una marcha popular, una mascletà y una paella gigante. Este domingo se inauguró una estatua para homenajear a la afición por un siglo de amor al club, encarnado en la figura del fallecido Vicente Navarro, socio número 18 de la entidad, que se quedó ciego con 54 años pero nunca dejó de acudir a los partidos. Actos para un valencianismo que inundará las calles y comentará las actividades en las redes sociales –más de un millón siguen el twitter del club–, entre ellas el partido de las leyendas del próximo día 24.
Una de esas leyendas es Fernando Gómez, el jugador con más partidos en la historia del club (552). Al centrocampista este periodo de expectación por el Centenario y por la inminente final de Copa le recuerda a los días previos que vivió cuando se metieron en la final del 95. "Siento mucha ilusión y alegría por competir un título", afirma. "Siempre que el Valencia ha ganado algo ha habido mucha participación de gente de la casa", considera Arias, compañero suyo durante años. Albelda señala que ahora se vive un momento similar: "Gayá empieza a ser un referente. Tenemos a Carlos Soler, a Ferran... cada vez tienen más peso".
Los tres entienden que, más allá de la final, el bloque tiene capacidad para abrir una época de buen juego y disfrute. Voro, director de organización del primer equipo, que de niño bajaba al césped con su tío y se hacía fotos, cuenta además con la baza de la afición. “En momentos decisivos siempre está”, asegura. “Vive la misma realidad que la plantilla y no pide cosas inalcanzables”. Fernando añade: “Responde a la perfección no solo cuando la cosa va bien si no cuando va muy mal. Los extremos los vive con absoluto soporte”. Incluso Lahuerta, a quien la final le ha servido para hallar cierto alivio temporal, tiene fe total en la victoria. El zarpazo, si se da, servirá para que Valencia arda. Resultado aparte, todos deseanque el murciélago emocione por cien años más.