Liverpool y PSG tropiezan y se complican el pase a octavos de final
Los dos favoritos del grupo se enfrentarán la próxima jornada en el Parque de los Príncipes mientras el Nápoles puede afianzar su pase ante un Estrella Roja que entra en la batalla
Le llaman el grupo de la muerte, pero está pleno de vida y desdice a aquellos que minusvaloran la fase de grupos de la Liga de Campeones. A falta de dos jornadas, Liverpool y Nápoles lo lideran con el París Saint-Germain, que recibe a los ingleses la próxima jornada, un punto por detrás. Al festival se ha unido un clásico que remite a otra época. El Estrella Roja ha vuelto. Está a dos puntos de los líderes tras derrotar al Liverpool (2-0) y propicia que a falta de dos jornadas todas las opciones estén abiertas.
El Oporto ya está clasificado
Grupo A
Mónaco – Brujas 0-4
At. Madrid – Dortmund 2-0
1. Dortmund, 9 puntos; 2. At. Madrid, 9; 3. Brujas, 4; 4. Mónaco, 1.
Grupo B
Inter – Barcelona 1-1
Tottenham – PSV 2-1
1. Barcelona, 10 puntos; 2. Inter, 7; 3. Tottenham, 4; 4. PSV, 1.
Grupo C
Nápoles – PSG 1-1
Estrella Roja – Liverpool 2-0
1. Liverpool, 6 puntos; 2. Nápoles, 6; 3. PSG, 5; 4. Estrella Roja, 4.
Grupo D
Schalke 04 – Galatasaray 2-0
Oporto – Lokomotiv 4-1
1. Oporto, 10 puntos; 2. Schalke 04, 8; 3. Galatasaray, 4; 4. Lokomotiv, 0.
En San Paolo hubo empate (1-1). El Nápoles no fue de inicio el equipo alegre, febril y ambicioso que dominó a su oponente en el litigo anterior del Parque de los Príncipes. Tampoco es que se plegase, pero no controló la pelota como lo había hecho en terreno galo. Igual el plan de partido de Carlo Ancelotti no contemplaba como interesante mantener ese dominio, pero el caso es que de alguna manera fue a remolque porque le costó armarse en ataque. A partir de la solidez que sentía atrás, el PSG empezó a sentirse fuerte porque resueltos los asuntos zagueros siempre les queda el peso de su chequera en la delantera. Ahí Neymar se movió de tal manera que al Nápoles le costó detectarlo. El brasileño se integró como un cuerpo libre en el 3-5-2 que compuso Thomas Tuchel, operó en tantos sectores del campo que incluso resultó decisivo cuando fue un regista puro.
Desde la ubicación del mediocentro abrió el partido Neymar. Primero advirtió con un pase que desmarcó a Mbappé, que remató alto ante Ospina. Luego, en la última acción de la primera parte, volvió a encontrar a la bala francesa, que aguardó la llegada de Bernat para habilitarlo ante el gol. Marcó el lateral valenciano, que precisaba un festejo tras pasar por periodos de agudas críticas por parte de los seguidores de su propio equipo. Obtuvo premio el PSG a su propuesta, más incisiva que la del Nápoles en un partido que no terminó de abrirse hasta que se descompensó la paridad.
Buffon, que fue titular en detrimento de Areola, apenas se había tenido que estirar en la primera parte. No fluyó en ese tiempo ataque como acostumbra el Nápoles, desconectado de Mertens e Insigne. Y se enojó con el gol porque entendió que se había producido más allá del descuento anunciado por el colegiado, que conviene recordar que es discrecional. Pero no se puede jugar en San Paolo sin orgullo. Lo sacó el Nápoles para iniciar el asedio en un regreso frenético. Y justo ahí alzó la mano Buffon, un cuarentón que busca una corona europea que nunca se puso.
El PSG palideció, se desmontó como parecía inimaginable minutos antes. El Nápoles en su esplendor es un equipo delicioso porque transmite alma. Bastante más desde luego que el sofisticado combo parisino, también capaz de jugar de maravilla, pero con otro poso. Cuando la fogosidad se abrió paso en San Paolo se evidenció la frialdad de algunas de las piezas del PSG. Y alguna carencia, como la que mostró Thiago Silva para forzar un penalti a Callejón ante el que no dudó Insigne ni siquiera cuando Buffon le lanzó la mejor de sus sonrisas en el juego mental que prececió al lanzamiento.
Queda la duda de si el Nápoles hubiera podido mantener ese frenesí durante más minutos que los veinte que le costó volver al empate. Pero la realidad es que en ese punto el partido volvió a virar. Se niveló antes de un final en el que el equipo italiano ejerció como tal, entendió que el empate era bueno en un escenario siguiente que enfrente a PSG y Liverpool en París mientras ellos reciben al Estrella Roja. Y aunque Neymar volvió a tomar el mando el marcador ya poco sucedió en un partido que, como el que ambos equipos jugaron en el Parque de los Príncipes, dejó un sabor excelente.
Poco antes de que empezasen las hostilidades en Nápoles, el pequeño Maracaná de Belgrado recuperó la gloria de sus mejores días. Abarrotado, pasional y entregado, el coliseo serbio vibró con su equipo con un Estrella Roja que debuta esta edición en la Liga de Campeones del nuevo formato creado en 1992, justo dos temporadas después de su histórico triunfo en la vieja Copa de Europa. Ahora es un paria en el más alto nivel continental, un modesto con pedigrí que debió buscar su derecho a encontrarse con ricos y nuevos ricos desde la primera eliminatoria previa. Desde la segunda semana de julio está en liza el Estrella Roja. Entonces tuvo que fajarse para eliminar al Spartaks Jürmala letón. Luego superó al Suduva Marijampole lituano, a los eslovacos del Spartak Trnava en la prórroga y al Red Bull Salzburgo en una agónica eliminatoria. Este martes derrotó al Liverpool, que compromete seriamente sus opciones de pasar ronda tras firmar un partido lamentable.
El Estrella Roja partió sin complejos, el Liverpool aletargado. Cuando quiso espabilar ya tenía dos goles en contra. No sería porque no le avisaron, pero no se dio por enterado el equipo dirigido por Jürgen Klopp, que guardó de inicio a Roberto Firmino. Tuvo que llamar al delantero brasileño en el descanso. Para entonces mandaba el Estrella Roja tras dos goles de Milan Pavkov, un delantera de apariencia tosca, pero que sabe hacer su trabajo. Primero cabeceó un saque de esquina y luego embocó un disparo desde la frontal.
El Liverpool se rehizo a las bravas, con más intenciones que fútbol y la necesidad de echar abajo una muralla. Lallana y Sturridge, que entraron en el once inicial, desaprovecharon la oportunidad que les dio Klopp y fueron sustituidos. El partido le llevó al asedio y no al galope y siempre estuvo incómodo el vigente subcampeón europeo. Antes de convertir el partido en un monólogo, pero ya en la segunda parte, pudo sufrir otro golpe si Mateu Lahoz señala un penalti que lo pareció porque Milner golpeó la pelota con el brazo y ocupaba un espacio que no semejaba natural.
Ya apenas se estiró el Estrella Roja tras ese amanecer de la segunda mitad, se replegó, tuvo que remar para llegar a la meta, pero tampoco vivió en el alambre. El Liverpool se atascó y sobre todo no remató. Tardó setenta minutos en apuntar entre palos. Así lo reflejó la estadística, pero en realidad aquello fue un Vinicius. Poco después Salah, que no es ni sombra del futbolista vivaz y deslumbrante de la campaña pasada, remató al palo. Los serbios se hicieron fuertes, plenos de orgullo y coraje. El Nápoles ya apenas había sacado un empate cuando les visitó y pasado el Liverpool esperan al París Saint-Germain después de devolver la visita a los italianos la próxima jornada. Lo harán con todas las opciones de entrar en octavos, o al menos en la repesca de la Europa League, vigentes. Y con la leyenda del pequeño Maracaná rediviva.
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