Patrick Reed, el antihéroe del Masters de Augusta
El ganador de la chaqueta verde no se habla con sus padres, a los que echó de un torneo, y no ha tenido un gran apoyo de los seguidores estadounidenses
El chico malo fue el mejor. Patrick Reed ganó el domingo el Masters, su primer grande a los 27 años, solo contra todos. Resistió a Fowler, Spieth, Rahm y McIlroy, que le pisaban los talones sin dejarle un momento de respiro en una jornada de golf inolvidable. Aguantó la indiferencia de Augusta, o más bien el hecho de que los aficionados apoyaran más al rival con el que jugaba, el norirlandés McIlroy, que al chico de casa, como si fuera un duelo de la Ryder Cup en el que él era el equipo visitante. Y venció con ese último putt en el 18 a todos sus demonios. El suyo es el triunfo en la madurez de un adolescente conflictivo con antecedentes policiales y que no se habla con sus padres.
A Patrick, criado en una familia de golfistas, su padre le hizo siempre jugar contra niños mayores que él. Les ganaba con facilidad por su talento y por un carácter que en el campo le hacía ser un volcán a punto de entrar en erupción. La dinamita explotó en la universidad. Fue detenido por beber alcohol siendo un menor y sus compañeros quisieron expulsarle supuestamente por robarles. Claro que era el mejor, y llevó a los estudiantes de Augusta a ganar dos veces el título de la NCAA (la liga universitaria).
La fierecilla se calmó cuando conoció a Justine, cuatro años mayor. Pero cuando la pareja decidió casarse, en 2012, los padres de Reed le dijeron que él era demasiado joven (22 años). El golfista rompió el hilo que les unía y no les invitó a la boda. Desde entonces no se hablan, e incluso el jugador mandó que les expulsaran en 2014 del US Open mientras le seguían por el campo. En Augusta no han estado para ver a su hijo vestirse con la chaqueta verde a pesar de que viven en esta misma ciudad. No conocen a sus dos nietos. Y cuando le preguntaron a Reed si le entristecía la ausencia de su familia en este momento de gloria, lo dejó claro: “Estoy aquí para jugar al golf e intentar ganar torneos”. Eso sí lo ha hecho bien Reed. Siguió a Tiger, Mickelson, McIlroy y Sergio García como ganadores de cuatro campeonatos antes de cumplir los 25. En sus dos primeros años su mujer fue su caddie, y todavía le aconseja con los golpes.
La historia de Reed no es cuento de hadas. “Yo no quiero ser el niño malo, sino demostrar a la gente la pasión que tengo por el golf”, asume. En ningún momento la ha expresado mejor que en la Copa Ryder. Ahí saca todo su fuego, manda callar a los seguidores europeos y hace que duelos como el suyo con McIlroy en Hazeltine 2016 parezcan más un partido de fútbol que una ronda de golf. Ese día se ganó el apodo de Capitán América. En la Copa Ryder es un ídolo. En Augusta, ha sido el antihéroe, un campeón solitario.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.