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Rafa Nadal conquista el Trofeo Conde de Godó y suma su segundo 10 en Barcelona

El mallorquín aniquila mentalmente a Thiem y le supera en dos mangas en la final del Open Banc Sabadell

Nadal muerde el trofeo del Conde de Godó.Foto: atlas | Vídeo: Manu Fernandez (ap) / ATLAS

La final decepcionó. Se esperaba un duelo a muerte entre los dos tenistas más en forma del momento, pero solo duró una manga. Rafael Nadal, el mejor jugador de la historia en tierra batida, impuso su ley de una forma inexorable y fue aniquilando mentalmente a Dominic Thiem hasta convertirle en un jugador mediocre. Su victoria fue absoluta, incuestionable. Se impuso por 6-4, 6-1 en una hora y 30 minutos y se anotó el décimo triunfo en el Open Banc Sabadell- Trofeo Godó de Barcelona. Era el segundo 10 que colocaba en su palmarés después de haber conquistado la semana pasada el torneo de Montecarlo. Ningún otro tenista ha logrado ganar 10 veces el mismo torneo. Nadal ha inscrito su nombre en 10 ocasiones ya en dos torneos y Roland Garros podría ser el tercero.

“¿Cómo logra seguir ganando de esta forma cuando ya lo ha conseguido todo?”, le preguntó el exjugador Àlex Corretja en la misma pista central. Y Rafa concedió una de las claves que ha marcado toda su carrera: “Sin dar excesiva importancia a las victorias o a las derrotas. Sin permitir que todo eso afecte mi mentalidad y mi juego”. Palabras inspiradas en un poema titulado If del británico Rudyard Kipling, que figura en la entrada del vestuario de Wimbledon. “Es un día muy especial para mí porque he ganado diez veces en mi propio club y ante mi familia que siempre me ha apoyado. Sin ellos todo eso habría sido imposible”.

La trayectoria de Nadal es impensable. Cuando había ganado su segundo título del Grand Slam, Corretja hizo una sentencia que ahora adquiere todavía más vigencia. “En solo estos dos o tres años, Rafa ha hecho mucho más que toda nuestra generación juntos. Y hasta dónde puede llegar es impredecible”. El campeón del Masters de 1998 no podía ni imaginarse que unos cuantos años más tarde, Nadal estaría levantando su décimo trofeo en Montecarlo y en el Godó. Y mucho menos que habría conseguido coronarse 14 veces en el Grand Slam, nueve de ellas en Roland Garros. Es el tenista que más títulos ha ganado en tierra batida, con 51, y lleva 71 en el global de su carrera –Connors atesora 109-, es también el segundo en la lista de victorias en los Masters 1000, con 29, a solo un título de Djokovic.

Todos estos números le acreditan como el mejor jugador de la historia en tierra batida. Y el peso de ese título fue determinante en la final del Open Banc Sabadell. No solo por lo que significa, sino, básicamente, por la forma como lo ha conseguido, es decir, mostrando un nivel de juego inalcanzable, una regularidad increíble y, sobre todo, una mentalidad inquebrantable. Fueron esas las armas que utilizó Nadal para derrotar a la promesa más emergente del circuito mundial. Thiem aguantó el ritmo del campeón en la primera manga y demostró que posee el tenis suficiente para estar en la élite, entre los mejores. Pero en los momentos decisivos, le faltó la consistencia que concede solo la experiencia y la tranquilidad de saber que puede ganar a los más grandes.

Lo que determina la grandeza de un jugador, no son los puntos que se ganan en el camino hacia la victoria, sino los que la determinan. Thiem mostró todo su potencial hasta el 4-4 de la manga inicial. Pero allí, Rafa ganó su saque en blanco y en el siguiente juego, cuando Nadal dispuso del primer set-ball, el austriaco falló el primer saque y luego tiró su primer revés a la red. Y aquella mentalidad ganadora, aquel espíritu de joven capaz de comerse el mundo, aquellos golpes que ajustaba a las líneas, todo ello se fue diluyendo a medida que Nadal se iba mostrando como el mejor de la tierra batida. La conclusión fue un 6-1 inesperado.

Pero el resultado responde a lo que ocurrió en la central que lleva el nombre de Rafael Nadal. El mallorquín jugó el nivel de sus mejores días. Realizó un partido inconmensurable, buscando el revés de su rival para encontrar tiempo de colocar su drive y poder ir desplazando a su rival hasta hacerle perder los nervios. En Barcelona, Nadal encontró su mejor tenis. Y si es capaz de mantener este ritmo, sin lesiones, será difícil que alguien pueda impedir verle levantar por décima vez la copa de los Mosqueteros en Roland Garros.

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