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Nápoles devora el San Paolo

El estadio italiano abre sus puertas cinco horas antes de que comience el partido ante el Madrid

GORKA PÉREZ
El estadio San Paolo, horas antes del partido entre el Nápoles y el Real Madrid.
El estadio San Paolo, horas antes del partido entre el Nápoles y el Real Madrid.G. P.

En el trayecto de la línea 2 del metro de Nápoles, la que va desde la Piazza Garibaldi hasta Campi Flegrei, -seis paradas, unos 25 minutos- impera el silencio. Son las cuatro de la tarde y no se escuchan gritos, ni cánticos, ni insultos. Nada. Calma. Hasta que a falta de una parada para llegar suena un teléfono. Y la melodía es la narración de un gol del Nápoles. Suena unos cinco segundos hasta que su dueño responde. Lo hace para tranquilizar a su interlocutor y decirle que está al caer, que no se impaciente. Vestido de negro pero con la camiseta de su equipo y la bufanda al cuello sale pitando del vagón y se encuentra con el grupo.

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Y hasta ahí la calma. Adiós al silencio. Los vendedores de bufandas -ocho euros la oficial, la de los dos equipos-, son los primeros que calientan el ambiente. Porque aunque restan más de cuatro horas para que ruede la pelota el partido hace rato que empezó. Sino, no se entiende que ya haya colas para acceder a San Paolo. Un estadio gris, que trasmite una imagen exterior aparentemente esquelética, pero que una vez dentro llena con la algarabía de sus aficionados esa aparente desnudez. El hormigón de sus postes aguanta los ensayos de los altavoces, por los que cuando suena el himno de la Champions es difícil escuchar las últimas notas del sonido enlatado, absorbido por los rugidos del público. La mayoría de ellos aguardan sentados en su localidad, unidos los unos con los otros, con la clara intención de soportar mejor el frío. El cielo gris y las bajas temperaturas son ahora el enemigo.

Optimismo incuestionable

“¿Tenéis miedo?”, pregunta un taxista. “Verás la cara que se le queda a Cristiano en cuanto empiece a sonar el himno”, dice un camarero. “Esto va a ser una locura”, anuncia un miembro de la seguridad del estadio. Porque el napolitano está emocionado. Vive pensando que su equipo pasará. Que puede dejar fuera al actual campeón de Europa aunque para ello tenga que hacer un partido perfecto. Lo creen y lo defienden, aunque se les apunte el hecho de que la gloria pasa por la culminación de un ejercicio defensivo impecable. Ante esto los aficionados responden que tampoco temen un partido loco. No rehúyen el intercambio de golpes. “Sería un partido muy bello”, añaden.

“Es el partido más importante de los últimos 20 años”, comenta otro tifosi del Nápoles. Desde que Maradona abandonó el equipo hace 26 años solo los partidos ante la Juventus -rival histórico- igualan en pasión al enfrentamiento contra el Real Madrid. De ahí semejante despliegue. A medida que el sol, el poco que luce, va desapareciendo entre las nubes y llega el anochecer, el estadio se viste de gala. Hay más de media entrada a más de dos horas de que empiece el partido. Y la gente sigue entrando. El flujo no parará hasta que el turco Cuneyt Cakir diga que el balón debe moverse. Y ahí sí que ni todo el frío del mundo impedirá que San Paolo baile durante dos horas. Porque las fiestas más esperadas se celebran antes, durante y después de que ocurran. Y Nápoles llevaba mucho tiempo esperando una como esta.

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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