Hasta la vista, Michael; bienvenido de nuevo, Usain
Michael Phelps dice adiós a la competición olímpica con el oro en los relevos de estilos, la que supone medalla número 1.000 de Estados Unidos en su historia en los Juegos
El sábado al mediodía de un Río caluroso, Usain Bolt, en su primera carrera, convirtió el triste estadio olímpico en una fiesta de velocidad; por la noche, ya de madrugada en Europa, Michael Phelps echó la llave de la puerta de la piscina, a la que, asegura, no volverá para disputar más Juegos Olímpicos. Lo hizo después de subir a lo más alto del podio por quinta vez en Río, por 23ª vez en las cuatro citas olímpicas en que ha participado después de hacer la posta e mariposa en el relevo de 4x100 metros estilo que, según algunos estadísticos, supone la medalla número 1.000 de Estados Unidos en su historia en los Juegos. Si el dato es falso habría que cambiar la realidad para hacerlo verídico. Un número tan redondo como complicado de alcanzar (ningún otro país lo ha hecho y el próximo que lo logre tardará bastante) sería el mejor homenaje a la carrera del mejor nadador de la historia, y uno de los más grandes deportistas olímpicos de siempre.
Cuando se apaga la luz de la piscina se enciende la del estadio de atletismo, el deporte que toma el relevo de la natación como centro de los Juegos. Si la natación tiene su Phelps, el atletismo tiene su Bolt, quien no solo es prácticamente tan superior e invencible e inmune a la presión como el norteamericano, sino que, además, tiene lo que llaman más carisma. Con Bolt, exuberante y desinhibido, feliz en la fiesta, todos quieren tener algo que celebrar; con Phelps, más reservado, no tanto. En las series de 100m matinales Bolt, también en sus últimos Juegos, llenó el estadio, que solo despertaba melancolía, y en la noche del sábado, con ausencia de atletas españoles, mantuvo más o menos el pulso en una sesión que vivió la derrota de Shelly Ann Fraser en los 100m, la coronación de nuevo de Mo Farah en los 10.000 y dos sorpresas magníficas.
El Reino Unido celebraba el cuarto aniversario de su Supersábado, la noche de Londres 2012 en la que, en el espacio de menos de una hora tres de sus atletas consiguieron la medalla de oro. Los tres estaban en Río. Los tres pelearon por la victoria. Solo Farah la consiguió de nuevo pese a caerse mediada la prueba. Los otros dos se quedaron de plata y bronce.
Justo cuando comenzó el 10.000 del habitual trabajo de desgaste inútil de Etiopía y Kenia, Greg Rutherford, el pelirrojo campeón de longitud de Londres se ponía líder en Río con un salto de 8,22m. Cuando, poco menos de media hora después, Farah podía como siempre con toda África él solo, en el foso de arena triunfaba otro deportista, el surafricano Luvo Manyonga, que había saltado 8,37m metros en su quinto intento, había hecho nulo en el sexto y estaba tumbado en medio del tartán esperando los tres últimos saltos de sus rivales. El primero que lo hizo fue el norteamericano Jeff Henderson, quien, increíblemente, superó a Manyonga por un solo centímetro, 8,38m. El segundo que saltó, Rutherford, se fue hasta 8,29m, lo que le valía el bronce. Y el tercero, el norteamericano Jarrion Lawson, llevado en volandas por un público deseoso de impresiones fuertes, pareció, por las pantallas gigantes, que había saltado más que nadie. Mientras el atleta daba saltos de nerviosismo, el público guardó un silencio de esos que más parece el anuncio de una explosión mientras los jueces medían en la arena. Cuando se anunció el resultado, 7,78m, el silencio se convirtió en murmullos de incredulidad y en algunos pitos. Solo una repetición del salto permitió apreciar que la mano izquierda de Lawson había rozado la arena antes de caer de culo, y que esa debía ser la marca de referencia para la medida.
Fue el anticlímax perfecto a una noche que se cerró con la plata de la tercera atleta dorada en Londres, la heptatleta Jessica Ennis-Hill (6.775), derrotada por el prodigio belga Nafissatou Thiam (6.810), de 21 años, en una competición en la que las seis primeras superaron los 6.500 puntos. Tercera fue la canadiense Brianne Theisen Eaton (6.653).
Antes, el gran David Rudisha gritó bien alto que está de vuelta y dispuesto a ser de nuevo el de Londres. El campeón olímpico de 800, y recordman mundial, ganó espléndidamente su semifinal de Río y llega favorito a la final de la madrugada del martes.
España vivió agarrada a la raqueta de Rafa Nadal, que peleó y perdió con Del Potro para llegar a su segunda final al día siguiente de ganar los dobles. Para relevarle llega otra zurda con raqueta, Carolina Marín, que pasó a cuartos de bádminton tras su segunda victoria en la primera fase.
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