Coke le da al Sevilla la quinta Europa League tras ganar al Liverpool
El conjunto andaluz remonta con una espectacular segunda parte para hacerse con su tercera Liga Europa consecutiva
Para matar al Sevilla hay que pegarle siete tiros. Solo así puede entenderse que un equipo muerto al descanso de una final resucite de una manera tan fantástica, despliegue una fabulosa cartera de recursos y destroce a un rival como el Liverpool en un segundo tiempo para enmarcar. El resultado, la quinta Liga de Europa de su historia, la tercera de forma consecutiva, lo que nadie ha hecho. Una auténtica barbaridad lo que ha hecho este Sevilla, donde subalternos como Coke se erigen en protagonistas, donde la estupenda dirección de Unai Emery le da la vuelta al encuentro, moviendo a Banega para que recibiera el balón, ordenando un adelantamiento de líneas que resultó nocivo para un Liverpool que se asustó ante la pegada del campeón. De paso, el Sevilla jugará la Liga de Campeones la próxima temporada. Además, le espera una nueva final el próximo domingo, de Copa y ante el Barcelona. Entre olés de sus aficionados, minoría ante la aplastante superioridad de los hinchas del Liverpool, el Sevilla destrozó a un equipo mítico como el Liverpool (1-3) en un segundo tiempo espectacular, donde sometió a su rival de todas las formas posible. Un gran Sevilla se hizo con su quinta Liga Europa. Un éxito indescriptible.
No se sabe bien por qué. El equipo más experto a la hora de jugar finales compareció desfigurado en el inicio de su tercera final consecutiva. Emery salió con el once que se esperaba ante un Liverpool muy vitalista, que tuvo desde el inicio las ideas más claras. Y, sobre todo, un punto de velocidad y fortaleza que maniató al Sevilla.
Esencialmente, porque supo ahogar la salida de balón del equipo andaluz, que sufrió una barbaridad. No es que el Liverpool desplegara una presión asfixiante en campo contrario, es que supo siempre cuando apretar para que el balón cayera en pies de Carriço o Escudero, por ejemplo, y nunca de Banega. El argentino lo intentó, pero le resultó imposible sortear a sus rivales salvo en algún regate aislado. Gripado el motor del Sevilla, que jamás conectó con Vitolo y Gameiro, el Liverpool siempre dio más sensación de peligro. En disparo de Can a los siete minutos que sacó Soria, en una mano que pareció penalti de Carriço tres minutos después y en un mano a mano de Sturridge con Soria que salvó el joven portero del Sevilla.
No había atisbo de peligro en el juego de los andaluces, que incluso sufrían el buen juego de los interiores del Liverpool, en especial Lallana y Firmino, que abrieron hueco a las veloces incursiones de Clyne por la banda. El calvario de Escudero fue importante. Sin el balón y con el Liverpool ganándole metro a metro, el Sevilla no tuvo respuestas individuales ni colectivas. No disparó a la meta de Mignolet y se encontró con un golazo de Sturridge que lo dejó bloqueado. El final de la primera parte fue un suplicio, con Krychowiak intentando tapar las muchas vías de penetración que encontraban, una y otra vez, los veloces interiores del Liverpool.
Gameiro abre la remontada
El milagro llegó en torno a los 20 segundos de la segunda parte. En ese periodo de tiempo el Sevilla hizo todo lo que no pudo hacer en la primera mitad. Un golazo con pase de Mariano a Gameiro que le cambió la cara a la final.
El Sevilla se soltó y empezó a volar. El Liverpool no se lo creía. Toda la intensidad era ahora del equipo de Emery, que tocaba una y otra vez para salir de forma impresionante al contragolpe. El ejercicio de autoridad realizado por el Sevilla le permitió encadenar una ocasión tras otra, con Banega y Vitolo colosales. El Liverpool notó entonces su bisoñez, destrozado por las prodigiosas combinaciones del conjunto andaluz. Fruto de una de ellas, Coke le pegó con el alma para hacer el segundo. Un golpeo tremendo, que se coló en la meta de Mignolet mientras miles de voces, en minoría, retumbaron de manera rotunda. Al segundo siguió el tercero. Otra vez Coke, ahora con suspense, con un gol invalidado por el juez de línea y al que Eriksson dio validez al recibir el capitán el balón de un rival. Empezó a llover en Basilea, otro nombre para la historia de un equipo que empieza a ser mítico. Llovía satisfacción en los rostros de los jugadores del Sevilla mientras Klopp, desbordado, tiraba la toalla. Llegaron los olés, los regates de Vitolo y el éxtasis. El Sevilla se llevó la quinta y jugará la Liga de Campeones. Queda la final de Copa. No se puede ser más feliz que un sevillista, que vive momentos irrepetibles. El espíritu de Puerta sigue alimentando mitos para sus anales. Ahora le toca a Coke, un buen tío de Vallecas.
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