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En el Giro, cada día es una batalla

Ataques de Nibali y Amador, defensa de Jungels, y victoria de Ulissi en la marca trevisana

Carlos Arribas
Jungels, Amador y Ulissi, en los últimos kilómetros.
Jungels, Amador y Ulissi, en los últimos kilómetros.TIM DE WAELE (AFP)

Un luxemburgués y un costarricense iban en fuga por los ricos empedrados de viejas calles del Véneto lujurioso; les perseguían un colombiano, un polaco, un holandés, un ruso, un español y un italiano. Y entonces… por supuesto, el italiano oportunista les alcanzó, les engañó y les ganó. No es un chiste malo, o el inicio de un proyecto de chiste malo, sino el Giro del ciclismo global del siglo XXI que no se da un respiro, que se corre como mediados los años 90, donde cada tachuela, cada cuesta, era una oportunidad para atacar, una invitación, donde cada etapa se corre como una clásica.

El miércoles tocaba la Lieja.

Se corrió a la italiana, siguiendo el dicto aquel de que la mejor forma de acabar con un líder es atacándolo siempre que la carretera lo permite, para así tenerle todo el día temiendo y la noche con pesadillas, sin poder dormir pensando en el día siguiente y sus ataques. Así corre el Movistar transformado del ardiente Valverde, del culoinquieto Amador que todos los días corre hacia una maglia rosa que nunca toca. Eso sueña insomne, y se defiende brillantemente, Jungels, tranquilo pese a los nervios, como si quisiera ser Miguel Induráin, el calmo.

“Es que Italia, el Giro, sus recorridos, invita a correr así”, dice Eusebio Unzue, quien cuando dirigía a Induráin, el sólido, pestaba y temía a los Argentin de turno, maestros de la emboscada que le forzaban a gastar más energía que la que su gran sentido de la eficiencia creían conveniente. Unzue lidera ahora a los chicos del Movistar, a Amador y a Valverde, segundo y tercero en la general, y los guía con la brida floja por bosques, páramos y collados, donde despiertan el terror antes de que el Giro llegue, el fin de semana largo, de viernes a domingo, de pleno en los Dolomitas.

Nibali bajando

Andrey Amador, el costarricense, atacó en los últimos kilómetros, después de que la Forcella de Mostaccin, una especie de Redoute estrecha y sinuosa y tan empinada en medio de la marca trevisana, hubiera despedazado el pelotón como Dios en los cuadros del Renacimiento separaba a los buenos para el cielo y a los malos, condenados al infierno eterno. Los buenos fueron desde el principio Nibali, el siciliano, Valverde, el español, Bob Jungels de rosa, el compatriota de Charly Gaul, el ligero Chaves, el colombiano, y Kruijswijk, el holandés sólido —el otro, el holandés alto, Tom Dumoulin, el de tan soberbio comienzo, se retiró con escoceduras y llagas en la entrepierna que convertían en un tormento hasta un paseo en el sillín—, y también el ruso Zakarin y el polaco Majka. Entre ellos se jugarán el Giro en el que unos, pocos, se mueven y los demás siguen, en el que todos se desgastan, y cada día cae uno,

El ataque de Amador era la respuesta en forma de contrapié al intento de Nibali bajando unos kilómetros antes, un descenso suicida de la Mostaccin que le siguieron animosos Valverde y Chaves y que demuestra que en el Giro se ataca y después se piensa, una forma hermosa de seducir a la afición, que se pega a la pantalla.

El golpe de Amador, quien desde que terminó cuarto el último Giro es portada a veces en el ¡Hola! de Costa Rica, todo vestido de smoking junto a su madre, la ingeniera rusa Raisa Bikkazakova, lo respondió sin temer con una fuerza autoritaria el valiente Jungels, quien se niega a ceder la maglia rosa con la misma fuerza, al menos, y determinación que la que juntan los que buscan quitársela.

Se les juntó al final y ganó la etapa —su segundo triunfo después de Praia a Mare— Diego Ulissi, el italiano que pasaba por allí, el chico rápido de Livorno que sabe que las clásicas son cosa de un día, no como los que buscan el rosa como si las tres semanas de etapa fueran capítulos continuados de la misma narración, como si las escaramuzas fueran batallas e hicieran tanto daño, como si después de un día siempre llegara el siguiente.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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