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Purito contra la lógica de Dumoulin

El líder se enfrenta a la última oportunidad de ganar una gran Vuelta ante un holandés radiante

Purito tras ganar la 15ª etapa.
Purito tras ganar la 15ª etapa. Javier Lizon (EFE)

Joaquín Rodríguez sabe que el tictac del reloj avanza cada vez más rápido. Avanza cada año y crece cada día. A sus 36 años, la grandes Vueltas le han dado la espalda. Acumula éxitos, pero le faltan triunfos. Ha hecho podio en el Giro (segundo en 2012), en el Tour (tercero en 2013) y en la Vuelta (tercero en 2012). Pero nunca se ha subido al cajón más alto. A falta de cinco etapas para acabar la ronda española de este año es el líder, pero le acosa un holandés grandullón que seguramente en la contrarreloj del miércoles (38.7 kilómetros) le robará el maillot rojo. Otra vez el tic tac del reloj que le persigue como un alarma. Por eso piensa que esta sea “quizá la última ocasión para ganar una gran Vuelta. Si no es la última, será una de las últimas. Ya va pesando la edad”.

La experiencia le aconseja prudencia porque las contrarreloj no son lo suyo y Tom Dumoulin, además, es un especialista en la materia. Lo único que le anima a Purito es que, tras examinar el recorrido, ha descubierto que “los primeros ocho kilómetros son muy duros y la subida al Castillo rompe el ritmo”. Eso le ha animado, porque los precedentes le ofrecen nubarrones. Salamanca y Peñafiel son dos experiencias negativas para el ciclista catalán frente a los contrarrelojistas o contra sus enemigos directos. Dumoulin es las dos cosas. Y además ahora se ha dado cuenta de que acaricia un triunfo del que siempre se distanciaba. Ahora a su nueva rol le llama “una situación favorable”.

Y realmente tiene una situación favorable. En su carrera de obstáculos, los ha superado todos. Las montañas altas y las bajas, las solitarias y la continuas, incluso ha ganado en Benitatxell, donde nadie le esperaba y ha resistido en las demás hasta ceder actualmente 1,51 minutos, una distancia asequible para la contrarreloj de Burgos.

Ayer todo era tranquilidad. Los ciclistas tomaban café y tartas en las terrazas que rodean la catedral, observado la linea de llegada después de haber inspeccionado el recorrido. El trajin de la plaza era superior a lo normal, pero inferior a lo que espera cuando los ciclistas circulen toda velocidad. Purito versus Dumoulin. Aru versus Dumoulin, Majka versus Dumoulin. Todos saben que perderán frente al holandés, pero no saben cuánto. Y si la pérdida será recuperable en las etapas restantes, especialmente en la sierra madrileña, el en último día. Ninguno confía en esa jornada, porque no acaba en alto, porque están muy cansados y porque el holandés ha cedido lo mínimo en jornadas más duras y tiene las piernas más sueltas. Salvo que la contrarreloj deje las distancias en segundos volátiles, que todo puede ser, si Dumoulin no tiene su gran día y el resto no tiene su peor dolor. Al final, una vuelta pensada por todo lo alto, es decir con esos finales que tanto molestan a Cavendish (“una Vuelta estúpida”, la ha llamado “a la que solo asisten los que se han caído en el Tour”) puede acabar decidiéndose al sprint, salvo que Dumoulin saque la espada en Burgos y corte la hierba bajo los pies de sus rivales.Tendria gracia que el sprint principal se produjera en La Morcuera o en Cotos buscando esos segundos que te llevan a la gloria o al infierno. Ara Purito es el principio del fin. Para Dumoulin el principio de su nueva vida. Pero Aru y ajka no han dicho la última palabra.

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