Aduriz, el goleador incansable
Tres ocasiones bastaron al veterano ariete para erigirse en el héroe de la Supercopa
No hay duda de que Aritz Aduriz es un goleador fiable: lo atestiguan los 88 tantos que ha anotado en 225 partidos con el Athletic, a los que habría que sumar 18 con el filial, 16 con el Burgos, 24 con el Mallorca y 23 con el Valencia. No hay duda de que Aritz Aduriz es un tipo infatigable, con una fe de hierro forjado. No en vano es un goleador que comenzó su trayectoria en el Aurrera de Vitoria marcando cero goles en 25 partidos disputados esa temporada (1999- 2000). No hay duda de que Aritz Aduriz es un futbolista incansable, un depredador que no pierde la paciencia cuando tiene hambre de gol (que es siempre).
El viernes, frente al Barcelona, demostró que es también un goleador eficaz: tres veces apuntó a Ter Stegen y las tres lo derribó. Ni un disparo al aire, ninguna bala perdida. En eso se pareció a Messi, a los grandes goleadores que cuentan las balas de su canana y ahorran fuegos artificiales. Bien es cierto que Messi se topó con la mejor versión de Iraizoz, atajándole dos disparos, y Ter Stegen no tuvo su mejor noche frente a Aduriz (y menos frente a San José).
Tres goles no se marcan todos los días. Y, sin embargo, no fue el mejor partido de Aduriz, que anduvo atenazado en la primera mitad, siempre con la sombra de Bartra, Mascherano y Vermaelen. Se enredó en algunos recortes y se vio obligado a jugar mucho de espaldas a la portería, algo que no le desagrada, pero le incomoda. En la segunda mitad, la paciencia tuvo premio: encontró las rendijas, cada vez más anchas, entre los centrales, y tiró de manual para cabecear, para entender hacia donde va a ir un rebote o un mal despeje y para enfriar la sangre antes de un penalti. Tres remates, tres goles. Eficacia total en un partido donde los goles no solo dan la victoria sino que pueden valer un título.
Tres veces apuntó a Ter Stegen y las tres lo derribó. Ni un disparo al aire, ni una bala perdida
Aduriz tiene 34 años y lleva 17 como profesional desde que comenzó en el Aurerra (2ªB) llegado de la factoría inagotable del Antiguoko donostiarra. El fútbol le ha dado goles y palos, goles reales y palos morales. Por dos veces tuvo que abandonar el Athletic y rehacer su figura a base de fe y esfuerzo, dos condiciones que le han convertido por igual en un guerrillero y un francotirador del fútbol. La rendición no figura en su diccionario. Ni el miedo. Ni la impaciencia. Sí el tesón para conseguir sus objetivos. Para alguien que nunca vivió el fútbol hasta que comenzó a practicarlo, no está mal el balance. A sus 34 años, no ve el final del camino. Como decía en una entrevista a EL PAÍS antes de la final de Copa: “Solo dejaré el fútbol cuando no me divierta venir a entrenar”. Y eso aún no ha ocurrido.
Sus tres goles (y el golazo de San José desde el centro del campo) resarcieron en parte las palizas con que el Barça obsequió al Athletic en las tres últimas finales de Copa. Le había comido la moral. Quedaban muy atrás goleadas del Athletic al Barça que elevasen la autoestima. Había que mirar muchas décadas atrás en busca de razones para el optimismo. Victorias mínimas, sufridas, había, pero la eclosión del viernes llegó en un momento inesperado, por más que los arranques de temporada sean propicios para las sorpresas. Quien no sorprendió fue Aduriz, fiel a su cita como un cartero que no llamó dos, sino tres veces al buzón de Ter Stegen.
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