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“Desespero a los rivales”

El alicantino disputa su cuarta final como líder del equipo español

Juan José Mateo
David Ferrer en la conferencia de prensa en Praga.
David Ferrer en la conferencia de prensa en Praga. MICHAL CIZEK (AFP)

David Ferrer (Xàbia, 1982), el número cinco mundial, abre hoy (16.00, La1) la final de la Copa Davis contra el checo Radek Stepanek. Es su cuarta final, lo que le convierte junto a Feliciano López en el español que más veces ha competido por ganar La Ensaladera. Cuando habla, el alicantino apenas gesticula, pero los pómulos se le salen de la cara. Cincelado de torneo en torneo, es un líder silencioso, que renuncia a la cosmética que rodea a su deporte y se centra en lo nuclear de su carrera: la raqueta y la pelota.

Pregunta. Cuando se haga la foto con Berdych, parecerá que se enfrentan un gigante y un enano, porque él mide 1,96m y usted 1,75m. ¿Cómo se puede creer que puede ganarle a alguien así?

Respuesta. Pues sin pensar en que es más grande que yo o en que saca mucho más fuerte que yo. Él hace su juego y yo el mío. Mi juego se basa mucho en movilidad de piernas, en restar bien, en ser consistente… y en desgastar a los rivales. Busco hacer partidos largos. Ellos buscan acortar los puntos. No es cuestión de quién tiene más fuerza, o de quién es más grande. Es cuestión de control de bola y de saber que el partido, al final, se decide por momentos justos.

He roto incontables raquetas. Me hubiera gustado aprender de más joven” David Ferrer

P. ¿Lo suyo es desesperar a los rivales?

R. Un poco. Sí. Es mi tipo de juego. También cansarles físicamente. Yo juego mucho con el aguante de mi físico y sobre todo con el resto, con hacerles jugar cada punto. Mi juego es mucho de pista rápida: tiro plano, mi resto… Por supuesto que en tierra también me gusta jugar, pero hoy los puntos están ahí. Competir bajo techo me quita liftado, la posibilidad de coger mi derecha y poder hacer un buen top-spin (efecto curvado). Me obliga a jugar más plano, me impide recuperar tan bien como en tierra…, pero gracias al techo puedo hacer más daño con el saque y que mi resto sobre el segundo saque sea más agresivo. Este ha sido el mejor año de mi carrera. La experiencia, haber pasado por tantas circunstancias ya, hace que todo lo viva más relajado. Lo asimilo todo mejor. De joven, cuando todo me venía de nuevo, me generaba un estrés que ahora no tengo.

P. Una palabra para Stepanek...

En España nunca  ha existido un líder de equipo. El grupo tiene que estar unido”

R. Genio. ¡Tiene muchísima mano! Domina muy bien el tenis.

P. ¿Berdych?

R. Potencia.

P. ¿Quién saca más de paseo a sus demonios sobre la pista, usted o Stepanek?

R. ¡Somos diferentes! ¡No me compare!

P. ¿Quiere decir eso que el checo es un provocador?

R. Es diferente, no entro en el juego de si él es provocador o no. Tiene una forma diferente de ver el tenis a la mía. Él incitará al público, seguro, para eso está en casa. Da mucho juego, mucho espectáculo. Yo me apoyo en el capitán y en animarme. Soy más tranquilo para eso, estoy más concentrado en lo mío.

P. ¿Cuántas raquetas ha roto este año?

R. ¡Pocas! Solo dos.

P. ¿Y en total?

R. Incontables. Me hubiera gustado aprender [a controlarme] de más joven, no estos últimos años.

P. ¿Qué les diría a sus padres?

R. Que estoy orgulloso de ellos por la educación que me han dado y por darme la oportunidad de jugar al tenis, por sus sacrificios con mi hermano y conmigo. Mi madre me ha enseñado el trabajo y la constancia. Mi padre, la humildad. Siempre me acuerdo de cuando era niño e iba a jugar. Mi padre me decía: “Sé humilde, sé respetuoso con el rival”. Lo hice y lo hago por ellos, por el ejemplo que me han dado, porque sé que ellos son así. Si me lo hubieran dicho pero ellos no lo hubieran hecho yo hubiera sido distinto. Mi madre es profesora, se acaba de jubilar, y mi padre, contable. Mi madre se sacrificó mucho por nosotros con los estudios, con los horarios del tenis, siempre apretados. Hacía los deberes con nosotros, nos llevaba a estudiar, fue muy constante en nuestra educación y en hacernos trabajar.

P. Dicen que para esta competición no vale cualquiera. ¿Qué tiene que tener un hombre Davis?

R. Tiene que ser un jugador de equipo. El tenista, de por sí, es un poco egoísta. En la Davis eso no puede ser: aquí no puedes valerte por ti mismo. Tienes que apoyarte en el equipo, en el grupo, tienes que arroparte en ellos, buscar que te arropen. Es la fuente del éxito. Una buena relación de grupo es la clave para que se pueda ganar.

P. Argentina, una gran potencia, lleva años pudriéndose en luchas internas. Usted asume igual el liderazgo de España que ser el número dos cuando está Nadal, sin reclamar nada. ¿Por qué?

R. Porque el grupo tiene que estar unido. Desde que juego la Davis no he visto que alguien sea el líder. Simplemente nos hemos apoyado todos entre nosotros para poder sacar cada punto adelante. Es la clave. Aquí nunca ha existido un líder del equipo.

P. Hay dos momentos clave en su carrera en la competición: el duelo que pierde con Nalbandian en la final de 2008 y el que le remonta a Stepanek en la de 2009, que coronó abrazándose a Piles, su técnico.

R. En 2008 pasé un año malo a nivel personal. Él siempre me ha arropado y apoyado. Argentina [final de Mar del Plata 2008, ganada], fue una alegría, pero ahí yo realmente no estaba para jugar porque no me encontraba bien anímicamente. En 2009 tuve la suerte de que se me volviera a dar una final de la Davis y pude ganar un partido con una tensión brutal [dos sets a cero abajo frente a Stepanek]. Con ese abrazo le agradecí todo lo que ha hecho por mí no solo a nivel profesional, sino también personal. He estado toda la vida junto a él.

P. ¿Tanto influye la estabilidad emocional?

R. Por supuesto. Yo, en mi vida personal, siempre he necesitado estabilidad emocional. Me arropo mucho en mi gente, mi familia, mis amigos. Es importante para mí tenerlos cerca. Cuando algo no funciona en ese campo, me afecta en el tenis.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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